lunes, 24 de septiembre de 2018


ALICIA CAMPOS CERVERA





V



Me pregunto
señores,
si es que no me niegan
(y aunque poco me importa
vuestra autorización)
el porqué de la tan grande consecuencia
del hecho de que Dios
le de pan al que no tiene dientes.
Todo intento de cambiar el rumbo
de los acontecimientos
es pueril y hasta vergonzoso
(pero esto lo aprendemos
solo con el correr de la edad)
Todo intento de amar
(con el perdón de la palabra)
resulta triste
e invariablemente
termina en puro ridículo
Cualquier intento de hablar
de nuestra verdad
suele ser muy mala empresa.
(Se torna en un peligro
para nuestra integridad física:
más de una vez
me han desencajado la mandíbula)
todo intento de explicar algo
inexorablemente
termina en descampado
(El inocente que tuvo tan descarada iniciativa
acaba huyendo, falleciente del miedo.)
Y cuando uno
harto ya de tanto despropósito
decide volverse hacia sí mismo,
aislarse,
abandonar la partida,
pronto uno se percata
de su inocencia imperdonable
(se suponía que ya habíamos aprendido)

Pues nada: lo dicho
Señores…


AMANDA BERENGUER





Lo otro



Cuando temblando estoy por acabarme
bien, boca abajo, dándome de dientes,
entonces siento por la dura vía
la carroza propicia, su motor
palpitante y puntual, trayendo pruebas
del límite del mundo, con mis letras
borradas por las flores. Pero un árbol,
sólo uno en su sitio bastaría
para situar sin miedo la otra tierra.


ARISTÓTELES ESPAÑA





Algunos secretos



Y el ojo alrededor de una antigua casa en Chiloé.
El ojo. El trueno.
Los llantos de niños y esos presagios:
Un anciano recorre a pie todos sus fantasmas.
Un pescador mira fijamente sus manos.
Una mujer pide a Dios que la posea.

Y nosotros en medio de la ciudad con nuestros dientes.

Escuchando cantos gregorianos.

Siendo cálida tú y yo amante muerto. Muerto.

Más gritos,
muchos animales que empiezan a mirar este rincón.
Ah!, rincón, nave, recortando la madera,
y otro abismo cómo quieres que huya
si todos los signos dan hacia mi lengua.
Casa. Grande casa antigua en Chiloé.

Muro lleno de cuanto ojo y nunca patria;
                   de esqueleto.
                                     El tiempo se nos va.


ARTURO ARCÁNGEL





Tras la siembra



Sólo soy una sombra
                     pasajera,
               un par de alas en sobrevuelo
                                                  pleno,
               una voz que recorre las ciudades
               una voz que pronuncia los poemas
               y parte tras la estela de su eco.
Sólo soy
el que sigue su camino,
el que nunca regresa
porque nunca se ha ido.
Estoy,
de ahora en adelante,
como un grito acampando en todos los oídos.
Si marcho,
sólo voy
a tratar de encontrarme
porque no sé quién soy,
porque en cada poema
me dí tanto a los seres
que soy,
         irremediablemente,
         el que nunca se ha ido.

CARLOS MARZAL





Los países nocturnos
A Manuel A. Benítez Reyes



Hay una geografía de la mente.
Hay paisajes nocturnos, igual que hay territorios
en donde un sol dichoso se eterniza.
Hay países de sombra que regresan
en el maldito tren de largo recorrido
con parada en nosotros.
Hay un desierto de la inteligencia,
y he navegado océanos sin luz
al fondo de unos ojos
que no tenían fondo.

No es una nueva dimensión del mundo.
El primer hombre ya exploró la tierra
en su vastedad negra; le bastó un instante
de auténtico dolor, para haber fatigado
los trenes, los desiertos, las selvas y los ojos.

Estas desordenadas palabras en la niebla
no pretenden servir, ahora ni nunca,
de acta fundacional de ninguna ciudad.
Estas ciudades han sido desde siempre
y viven en el alma,
alzadas en un aire enrarecido,
callejón neblinoso por donde ya anduvimos,
extrarradio feroz al que nos condenaron.

Explorador sin suerte,
viajero del mundo que has perdido
el Sur y el Norte, y el avión de regreso
hacia una patria un poco más amable.
Hermano equivocado que estuviste
el día equivocado
en el equivocado centro de tu vida,
equivocando el modo de escaparte.

Hay una geografía de la mente.
Hay un teatro donde se representa
nuestro viaje hacia nosotros,
desde nosotros mismos.
Y en la escena final del acto último
hay un barco que se hunde en un hielo brumoso,
mientras en los salones
una orquesta fantasma
acomete un vals para los muertos.

Adivina quién fue invitado a los salones,
adivina quién baila la música fantasma,
y adivina quién
se hundió con ese barco


DAVID ESCOBAR GALINDO





El viejo grito



Sorpresa. Barro. Espíritu.
Llegas cayendo en mí, lluvia del tiempo,
con tus augustas sombras de fría limpidez,
y de repente estoy en otras épocas,
entre las piedras de otros horizontes,
libre de la conciencia que me amarra a una imagen voluble
                  como el polvo,
concluyendo en un ancho silencio de memorias.

¿Este -aquí- es mi dolor o en el pulso inventado?
Tú no calles, nostalgia de la esfinge.
Vuelvo de las tormentas, de los rostros,
de la miradas húmedas en alcohol o belleza,
de los niños que un día salieron de mis ojos,
de la remota luz que temblaba en las flores de una
                   música ajena,
y al recorrer mis pasos conocidos
ya no soy el primer habitante que gime,
el sol es como un ojo vacío a mis espaldas.
¡Tú no calles, nostalgia de la esfinge!
Algún día se llega de regreso a la sombra
y entonces es preciso llevar siquiera un rayo de certeza.

En las bodas del sol y de la tierra,
la edad perdió sus laberintos
al conjuro del tiempo destrozado...

En las bodas del sol y de la tierra,
fue el principio del rostro.
Fue la ferocidad un lirio de ternura.
El hallazgo vacío. El crecimiento
para poblar de llamas el recuerdo...

Bodas,
relucientes bodas que en verdad fueron bellas...