miércoles, 16 de marzo de 2022


 

ENNIO MOLTEDO


 

Gran hoy

 

 

Se están volviendo locos.
Están pintando el cielo. Lo que ayer estaba arriba hoy yace a ras de tierra, para asombro de los humildes. Ahí van con sus tarros, silbando. Se venden canciones nuevas. Y el alimento luce y brilla en vitrinas armadas a prueba de niños y perros.
-¡Está cambiando todo! -grita la gente a nuestro paso, y prosigue su carrera.
No hay explicación para el fenómeno. Es indudable que el entendido -nunca entendió- no sabe operar la máquina. Por supuesto que unos pocos -irresponsables- se mantienen en su lugar. Pero también se dice que hay más gente abajo que arriba, más de salida que de entrada, más atrás que al frente. Más variedad de imbéciles que nunca.

 

ANDRÉS HENESTROSA

 


 

El pájaro carpintero

 

 

Una vez por año, varias veces si el fuego sojuzgaba la selva derribando los árboles, el pájaro carpintero agujereaba un tronco seco para hacer casa nueva. Trabajaba entonces por necesidad, provechosamente. Así sería hasta hoy si los judíos, en mala hora, no lo hubieran convencido aliándolo con ellos.
Ya no dormía Jesús en la hoja del olivo; tampoco en la hoja más reciente del plátano — eso lo sabía muy bien—, sino en el tronco hueco, pero sin salida, de un árbol.
Una bandada espesa de pájaros carpinteros, seguida de una turba espesa de judíos, guiados todos por la urraca, se regó por los montes. Y agujereando el tronco seco, y el tronco verde, lo encontraron al fin en el tallo del carrizo.
Murió Jesús, pero por la ingratitud al Hijo de Dios, el pájaro carpintero agujerea, no para anidar, sino por eterno castigo, el tronco verde y el tronco seco; no una vez, ni dos, ni tres, sino todos los días del año.

 

 

RAÚL ZURITA

 

  

Como pastizales malditos

 

 

De duelo los pastos de Chile
Tu madre nunca se perdonaría
por esos pastizales malditos

De duelo hasta el viento crepitaba sobre los quemados pastos de estas
llanuras desplegadas fantasmales secándose como si fueran hojas que
el aire se llevara

I. Como zarzas hasta la madre se ardían sobre los pastos de Chile

II. Sobre los pastos quemados Chile mismo se secaba desmembrado
ardiéndose hasta la madre

III. Amarillo el mismo cielo ardía sobre los valles moribundos
como palos de zarza hasta la madre secándose

En que hasta la madre se hizo palos de zarza ardiendo sobre los pastizales
donde Chile se parió a sí mismo hecho un dolor bajo estos ciclos caídos
irredentos como paisajeríos malditos que ni tu madre perdonara

 

 

RICARDO PASEYRO

 

 

Danzarinas

 

 

Consuelo de los ojos, estas luces
–coro de estrellas, soles, universos–
giran cual danzarinas silenciosas.
Y mientras pasan cada vez más lejos
y van abriendo al tiempo lo infinito
anda ciega la Tierra tenebrosa.

 

 

OLGA ELENA MATTEI

 

 


La Gente

 

 

No soy una;
Soy los otros,
Los otros, que anidan
En mi propio cansancio.
Los que alzaron mi llanto,
Los que han heredado.
Y los que en su camino
Lo olvidaron.

La gente son los otros.
Pero jamás olvides
Que tú frente a ellos,
Eres “gente”.
Recuérdalo,
Tan solo
Con mirar desde tu espejo
Tu propio rostro.

La gente
Es alguien como tú
Que anda
Pensando en el almuerzo
Que pisa sobre piedras
Y excrementos
Y trafica
En promesas y en dinero.
La gente,
Esa selva inconclusa
Que se mueve
Esa incógnita humana
Esotérica
Y a veces transparente.

 

 

FRANK BÁEZ

 

  

Una epístola para Walt Whitman

 

 

Querido Walt, te escribo para contarte
cómo tu barba ha inspirado a mi generación
más que tu poesía.

Estoy en el futuro observando una foto
que tomaron en mil novecientos setenta y nueve
cuando yo tenía un año y mi papá tenía treinta y uno
y donde este me carga detrás de un retrato tuyo.

Mi papá tiene una barba rala.
Y tú tienes tu poderosa barba whitmaniana,
y ahora que el tiempo ha pasado
comprendo que era una premonición
de que yo también acabaría con barba.

Me la dejé crecer hace unos años.
No fue nada planificado.
Fue creciendo así como una hiedra
que crece misteriosamente en el patio.
Y creció en mi cara y fue bien recibida
en una época en que quienes se dejaban la barba
eran talibanes o terroristas.
Pero yo la dejé que siguiera creciendo
y entonces cada vez más aparecían barbudos
y llegaron los hípsters con sus bigotes y sus barbas
las cosas inmediatamente cambiaron
y los barbudos se pusieron de moda
como en el medio oriente
y a nadie más le volvieron a vocear terrorista
por tener la barba larga
ya que ahora con una barba lucías cool
y hasta los policías y las mujeres se las dejaban
y en los aeropuertos no volvieron a verme raro
y en migración me dejaban pasar
sin cuestionarme de más
y sin llamarme Osama.

Ahora de cada dos hombres hay uno con barba
y cada vez que veo un barbudo
con una mujer hermosa de la mano
siento que el mundo va por buen camino
y sé que este asunto de la barba
ha molestado a los lampiños
que no saben qué hacer
y están los bigotudos
que no se quieren quedar atrás
y que han empezado
a dejarse crecer la barba
y juran que siempre han sido barbudos
como si uno no se diera cuenta.

Y los he visto paseando en bicicletas,
en picnics tomando té y galletas,
paseando perros y jugando con gatos.
Los he visto temprano en las mañanas
de pie en sus baños
aceitando y peinando sus barbas.

Querido Walt, he visto el puente de Brooklyn al atardecer
lleno de niños con barbas largas como la tuya.
Y a veces pienso que fue a ellos
a quienes te dirigiste cuando escribiste
los versos de «Cruzando en el ferry de Brooklyn»
y que quizás esa vez tuviste una visión profética
y alcanzaste a verlos a todos ahí arriba
con sus barbas paseándose en el puente de Brooklyn
que por cierto también era parte de la visión
ya que en esos días el puente tampoco existía.