"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 12 de mayo de 2017
MARGARITO CUÉLLAR
Trenes
(Manuscrito
en un cuaderno de Eugenio Montejo)
Los
que se fueron volverán
con
nuevo cargamento de durmientes.
Alguien
los vio en el baldío de un sueño
en un
país al que el futuro había llegado;
parecían
rascacielos
animales
gigantes, montañas de cantera.
Puntuales
trazan en la tensión del hierro
caligrafías
sonoras.
Si
alguien piensa morir antes de tiempo
espere
un poco, vuelven los trenes
a
estremecer la tierra con su canto.
JUAN GARRIDO
Algo de Rumi: Todo lo de ayer se fue ayer…
Todo lo de ayer se fue ayer. Hoy es
necesario decir cosas nuevas… Rumi
mi
ayer se fue, si es cierto
aunque
hay cosas de ayeres
que
siguen latiendo en este universo
como
un viejo reloj, valiente
contra
el nuevo tiempo que se anuncia
después
de los festejos
donde
hoy puedo crear vuelo o escribir en las alas
del
pájaro durmiendo
sobre
el espejo regalado por la luna
como
un gato maullando un poema
sobre
un tejado desconocido
contemplando
esa nube estancada en mis ojos
desde
la ventana
no sé
si soy yo o no
quien
desea
que
pase esa noche nueva
ese
año nuevo
ese
tiempo añejo
y que
todo ayer sea un canto
calentando
la noche
con
brazas que sean fuego de mi ayer ardiendo
en el
corazón de jóvenes que fuimos ayer.
MATILDE CASAZOLA
El ala rota
Esta
noche recién caí en la cuenta
de
que a mi Ángel
le
falta un ala.
¿Desde
cuándo
estará
así?
¿Desde
cuándo
siempre
bordeando mi camino
rodeándome
de esquinas blandas,
lo
más suaves posible
mi
ángel venía herido?
Oh
guardián
dulce
enviado
para
llevarme a destino seguro
cómo
puedo ahora
descansar
en ti mi fe.
Rota
un ala
cuántas
sendas habrás equivocado.
Con
razón estos campos
me
eran hostiles hace tiempo
y
empeñé tanto espejo
con
mi llanto.
Traes
la expresión grave
y el
cansancio
te
agita.
¡No
te preocupes, sin embargo!
Sigamos
los
dos maltrechos,
incoherentes
perdidos.
A
algún sitio habremos de llegar
tarde
o temprano.
Eres
fiel, Ángel mío.
¿De
qué sirviera
que
intacto
luminoso,
etéreo
te
salvaras tú solo?
Caigamos
juntos
y olvidemos
el
destino que nos fuera deparado
en
los dominios
de
Dios.
¿Sabes
que es lindo
no
tener mañana?
Infelices
hay muchos, te aseguro
y la
tierra de las sombras
es
generosa:
no
termina nunca.
MARISOL BOHÓRQUEZ GODOY
Adiós a las palabras
Flotan
sobre mi cabeza las palabras rotas
que
suenan a historias repetidas,
las
que se escriben y borran
o se
lanzan al fuego.
Lentamente
y sin gracia
entristecen
el alma y quiebran la mirada.
Quiero
dejarlas al viento y que arrastre sus cuerpos
hasta
hacerlas silencio –oscura prisión–
que
aumentará su condena.
De: La soledad de los espejos
ALEJANDRA MORENA MORAES
Morada
pero
sigue nevando polvo y del armario sale el sol
los
arrendajos entran bajo la puerta brincando por la línea de aire
las
paredes se inundan de sal
la
bombilla se infla de gemidos
la
cama en un temblor
un
grito simultáneo abre el silencio
DENISSE BUENDÍA
La Física de la orfandad
I
Una
siempre regresa a la oscuridad donde fue niña,
a la
diminuta cama donde se reducían en sí mismas la tarde y sus promesas:
un
trozo de carne con ojos-anzuelo,
cautiva,
coloreando a plumón el nombre de las muñecas.
La
vida pasó como un telegrama:
tu
padre ha muerto (punto)
no
habrá paz que lo contenga (punto)
Desde
el olvido la casa parece más pequeña;
solía
quedarme quieta en la azotea
esperando
ver caer heridas a las golondrinas
con
los pequeños dardos del vecino del cuarto piso.
Una
tarde de agosto decidí perseguirlas
caí
en el árbol de mandarinas con la clavícula de fuera y mis ojos en el vuelo.
La
suicida fue mi madre desatándose las venas en la tina,
el
asesino fue mi padre con su crueldad como ejercicio.
(no
aprendí a amar sin desmembrarme hasta que murió)
A la
memoria, al agujero de tierra oscura donde fui niña
suelen
tragársela las hormigas panteoneras.
Siempre
regreso a preguntarle:
¿hace
cuánto que estoy viva?
¿estoy
viva?
Seguro
te dolió toda la vida no morirte a tiempo
deberías
estar tranquilo;
un
muerto siempre ha sido lo que ha querido:
un
fantasma, una pesadilla, un epitafio,
una
fila interminable de nostalgias,
el
canto de un grillo que no nos deja dormir.
¿Hace
cuánto que estoy viva?
A la
oscuridad donde fui niña, siempre vuelvo.
A la
nada en que escribiste la promesa de cuidarme.
II
La
medida de mi tiempo son las flores en el excusado;
las
amarillentas esquinas de las cartas que no envío,
el
pánico que me produzco a solas.
Ese
tic-tac polvoriento que trae consigo la tumba de mi padre,
las
pesadillas sin consuelo.
Son
los lunares que me crecen mudos en el brazo izquierdo,
la
manía de prenderme fuego y no explotarme.
La
noche siembra la raíz envejecida en mi garganta,
soy
el retrato de las horas que se desprenden de sí mismas,
mientras
la música es el silencio en mi ventana;
y a
lo lejos una niña guarda la encarnación del padre entre las piernas.
No
sabes qué has muerto;
vienes
cada octubre a repetir el silencio con tu grave mirada.
Es
una pena que el polvo no tenga brazos, padre
que
intentes regalarme estrellas de besos desdentados.
Acércate,
mira mi vientre de niña;
aún
se sienten tibios los restos de tu furia.
No he
dado a luz porque crecí en lo oscuro;
porque
aprendí a confundir el amor,
con
el rasguño de los demonios nocturnos,
que
esperan quietos el sueño de sus hijas para amanecer de nuevo.
Por
cada cicatriz hay un columpio bailando solo;
un
gato recién nacido en una bolsa de plástico,
un
cementerio infante, la física de la orfandad.
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