"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 5 de febrero de 2016
DIANA DEL ÁNGEL
V
“Más que del fuego, vengo de la lluvia”, me dijiste.
Y supe que así era por tu mirada, oculta
tras el cielo endrino de tus ojos
y por tu beso de agua,
prolongado como un día de verano.
Y te supe lluvia, alegremente,
cuando tu abrazo me envolvía de improviso
en medio de la calle, en las tardes sembradas de promesas,
en las puertas de los salones, de los trenes y de las noches.
Y la lluvia de tus palabras me hacía ver en cada piedra
un tesoro, hallar en el pasto soles mínimos y eternos,
o contar las historias que duermen bajo los pasos de los vagabundos.
Y llovías con esa luz tan tuya, lacrimal desde los párpados,
salival desde tu lengua y desde todo tu cuerpo,
tibia y radiante, tu lluvia dejó en los caminos
una estela de preguntas, un arcoíris perenne en la memoria,
y un cielo escampado ante mis ojos.
Y todo en ti me decía
que no eras para la tierra, sino del instante,
y te fuiste,
lluvia sin remedio.
“Más que del fuego, vengo de la lluvia”, me dijiste.
Y supe que así era por tu mirada, oculta
tras el cielo endrino de tus ojos
y por tu beso de agua,
prolongado como un día de verano.
Y te supe lluvia, alegremente,
cuando tu abrazo me envolvía de improviso
en medio de la calle, en las tardes sembradas de promesas,
en las puertas de los salones, de los trenes y de las noches.
Y la lluvia de tus palabras me hacía ver en cada piedra
un tesoro, hallar en el pasto soles mínimos y eternos,
o contar las historias que duermen bajo los pasos de los vagabundos.
Y llovías con esa luz tan tuya, lacrimal desde los párpados,
salival desde tu lengua y desde todo tu cuerpo,
tibia y radiante, tu lluvia dejó en los caminos
una estela de preguntas, un arcoíris perenne en la memoria,
y un cielo escampado ante mis ojos.
Y todo en ti me decía
que no eras para la tierra, sino del instante,
y te fuiste,
lluvia sin remedio.
De: Maneras de fijar tu sombra
LUIS CERNUDA
Dans ma
péniche
Quiero vivir cuando el amor muere;
muere, muere pronto, amor mío.
Abre como una cola la victoria purpúrea del deseo,
aunque el amante se crea sepultado en un súbito otoño,
aunque grite:
Vivir así es cosa de muerte.
Pobres amantes,
clamáis a fuerza de ser jóvenes;
sea propicia la muerte al hombre a quien mordió la vida,
caiga su frente cansadamente entre las manos
junto al fulgor redondo de una mesa con cualquier triste libro
pero en vosotros aún va fresco y fragante
el leve perejil que adorna un día al vencedor adolescente.
Dejad por demasiado cierta la perspectiva de alguna nueva tumba solitaria.
Aún hay dichas, terribles dichas a conquistar bajo la luz terrestre.
Ante vuestros ojos, amantes,
cuando el amor muere,
vida de la tierra y la vida del mar palidecen juntamente;
el amor, cuna adorable para los deseos exaltados,
los ha vuelto tan lánguidos como pasajeramente suele hacerlo
el rasguear de una guitarra en el ocio marino
y la luz del alcohol, aleonado como una cabellera;
vuestra guarida melancólica se cubre de sombras crepusculares
todo queda afanoso y callado.
Así suele quedar el pecho de los hombres
cuando cesa el tierno borboteo de la melodía confiada,
y tras su delicia interrumpida
un afán insistente puebla el nuevo silencio.
Pobres amantes,
¿de qué os sirvieron las infantiles arras que cruzasteis,
cartas, rizos de luz recién cortada, seda cobriza o negra ala?
Los atardeceres de manos furtivas,
el trémulo palpitar, los labios que suspiran,
la adoración rendida a un leve sexo vanidoso,
los ay mi vida y los ay muerte mía,
todo, todo,
amarillea y cae y huye con el aire que no vuelve.
Oh, amantes,
encadenados entre los manzanos del edén,
cuando el amor muere,
vuestra crueldad; vuestra piedad pierde su presa,
y vuestros brazos caen como cataratas macilentas,
vuestro pecho queda como roca sin ave,
y en tanto despreciáis todo lo que no lleve un velo funerario,
fertilizáis con lágrimas la tumba de los sueños,
dejando allí caer, ignorantes como niños,
la libertad, la perla de los días.
Pero tú y yo sabemos,
río que bajo mi casa fugitiva deslizas tu vida experta,
que cuando el hombre no tiene ligados sus miembros
por las encantadoras mallas del amor,
cuando el deseo es como una cálida azucena
que se ofrece a todo cuerpo hermoso que fluya a nuestro lado,
cuánto vale una noche como ésta, indecisa
entre la primavera última y el estío primero,
este instante en que oigo los leves chasquidos del bosque
nocturno. Conforme conmigo mismo y con la indiferencia
de los otros,
solo yo con mi vida,
con mi parte en el mundo.
Jóvenes sátiros
que vivís en la selva, labios risueños
ante el exangüe Dios cristiano,
a quien el comerciante adora para mejor cobrar su mercancía
pies de jóvenes sátiros,
danzad más presto cuando el amante llora,
mientras lanza su tierna endecha
de: Ah, cuando el amor muere.
Porque oscura y cruel la libertad entonces ha nacido;
vuestra descuidada alegría sabrá fortalecerla,
y el deseo girará locamente en pos de los hermosos
cuerpos que vivifican el mundo un solo instante.
BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO
Tal
vez haya soñado con un beso instantáneo,
dos estrellas fundidas augustamente en una.
Un temblor en el cuerpo y un mareo en el cráneo
y un ponerse la sangre del color de la luna.
dos estrellas fundidas augustamente en una.
Un temblor en el cuerpo y un mareo en el cráneo
y un ponerse la sangre del color de la luna.
No,
jamás me has besado ni siquiera la frente,
sólo has puesto los labios o los atraje yo.
Continuaré soñando, Alondra, eternamente.
Ni tú tienes derecho a decirme que no.
sólo has puesto los labios o los atraje yo.
Continuaré soñando, Alondra, eternamente.
Ni tú tienes derecho a decirme que no.
GLORIA SANDIRA CASTRO SALAZAR
Al
mismo tiempo
Esta
es una historia corta,
comienza y acaba al mismo tiempo,
contigo,
conmigo,
tú y yo,
un momento,
acorde perfecto,
ensamble de lo que aquellos llaman único,
y se enredan las vidas,
nudos que se ablandan
en un segundo que tira y tira,
cántame,
a pies desnudos,
puertas cerradas tras miradas,
muchas miradas,
segundo adelantados,
pero lo que importa es este instante;
víveme,
atrápame,
aguanta la respiración
que cualquier suspiro puede destrozarlo todo,
somos frágiles,
impares,
costura deshilvanadas,
¡anda!,
no esperes más,
no hay tiempo,
toma esto y no vuelvas,
¡vamos!,
contrólalo todo,
soy un caos perpetuo,
una duda intensa y feroz,
pero aun así me mantengo de frente,
lo último que me queda,
no dudes,
¡anda!,
cúlpame cuanto quieras,
pero hazlo después,
que esta es una historia corta,
comienza y acaba al mismo tiempo.
comienza y acaba al mismo tiempo,
contigo,
conmigo,
tú y yo,
un momento,
acorde perfecto,
ensamble de lo que aquellos llaman único,
y se enredan las vidas,
nudos que se ablandan
en un segundo que tira y tira,
cántame,
a pies desnudos,
puertas cerradas tras miradas,
muchas miradas,
segundo adelantados,
pero lo que importa es este instante;
víveme,
atrápame,
aguanta la respiración
que cualquier suspiro puede destrozarlo todo,
somos frágiles,
impares,
costura deshilvanadas,
¡anda!,
no esperes más,
no hay tiempo,
toma esto y no vuelvas,
¡vamos!,
contrólalo todo,
soy un caos perpetuo,
una duda intensa y feroz,
pero aun así me mantengo de frente,
lo último que me queda,
no dudes,
¡anda!,
cúlpame cuanto quieras,
pero hazlo después,
que esta es una historia corta,
comienza y acaba al mismo tiempo.
LIVIO RAMÍREZ
Por
ejemplo esta tarde
podría
meterme en mi gabardina
como
dentro de una muerte
perfectamente
diseñada
y
andar y andar por las calles
resolviendo
con oficio de fantasma
algunos
crucigramas
que
la soledad impone
o
podría imitar la bellísima libertad
de
los perros sin dueño
pero
uno
hay
que aceptarlo
va
teniendo reservas con el viento
lo
importante sería
echar
parejas con los relojes
tener
un hambre de ciudades en las plantas
que
los pies amaran toda la tierra
habría
que
enterrar la parte conservadora del pellejo
y
desarrollar como locos auténticos
esta
piel capaz de crear su propia luz
y de
verdad
que
este creer del hombre es este viejo y nunca resuelto
problema
de las dos pieles,
yo
pienso largarme en estas cosas
hablo
con los demás
para
saber si se trata
de
una locura pública o privada
y me
da algunas veces
un
oceánico gusto
reconocer
ciertas
familiaridades fantásticas
cierta
identidad de insomnio
alguna
sed increíblemente igual
les
digo que podría echarme llave
y
gabardina adentro
dejar
que el corazón hiciera cuentas
y
seguiría vagando
soñando
abiertamente
y
haciendo castillos y castillos
y
castillos
hasta
demostrar que el asesino no es el viento.
De: Arde como fiera
GERARDO DIEGO
No está el aire propicio
para estampar mejillas...
No está el aire propicio para estampar mejillas.
Se borraron la flechas que indicaban la ruta
más copiosa de pájaros para los que agonizan.
Se arrastran por los suelos nubes sin corazón
y a la garganta trepa la impostura del mundo.
No está el aire propicio para cantar tus labios,
tu nuca en desacuerdo con las leyes de física
ni tu pecho de interna geografía afectuosa.
Las tijeras gorjean mejor que las calandrias
y no vuelven ya nunca si remontan el vuelo
y aquí en mi cercanía tres libros se aproximan,
abiertos en la página donde muere una reina.
Qué dulce despertar el del amor que existe
y qué existencia clara la del ojo que duerme,
velado por las alas remotas de los párpados.
Pétalos de difuntas miradas, llueven, llueven
y llueven, llueven, llueven. Me sepultan los pies,
las rodillas, el vientre, la cintura, los hombros.
Van a enterrarme vivo; van a enterrarme vivo;
No está el aire propicio para soñar contigo.
No está el aire propicio para estampar mejillas.
Se borraron la flechas que indicaban la ruta
más copiosa de pájaros para los que agonizan.
Se arrastran por los suelos nubes sin corazón
y a la garganta trepa la impostura del mundo.
No está el aire propicio para cantar tus labios,
tu nuca en desacuerdo con las leyes de física
ni tu pecho de interna geografía afectuosa.
Las tijeras gorjean mejor que las calandrias
y no vuelven ya nunca si remontan el vuelo
y aquí en mi cercanía tres libros se aproximan,
abiertos en la página donde muere una reina.
Qué dulce despertar el del amor que existe
y qué existencia clara la del ojo que duerme,
velado por las alas remotas de los párpados.
Pétalos de difuntas miradas, llueven, llueven
y llueven, llueven, llueven. Me sepultan los pies,
las rodillas, el vientre, la cintura, los hombros.
Van a enterrarme vivo; van a enterrarme vivo;
No está el aire propicio para soñar contigo.
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