viernes, 5 de febrero de 2016

DIANA DEL ÁNGEL




V


“Más que del fuego, vengo de la lluvia”, me dijiste.
Y supe que así era por tu mirada, oculta
tras el cielo endrino de tus ojos
y por tu beso de agua,
prolongado como un día de verano.
Y te supe lluvia, alegremente,
cuando tu abrazo me envolvía de improviso
en medio de la calle, en las tardes sembradas de promesas,
en las puertas de los salones, de los trenes y de las noches.
Y la lluvia de tus palabras me hacía ver en cada piedra
un tesoro, hallar en el pasto soles mínimos y eternos,
o contar las historias que duermen bajo los pasos de los vagabundos.
Y llovías con esa luz tan tuya, lacrimal desde los párpados,
salival desde tu lengua y desde todo tu cuerpo,
tibia y radiante, tu lluvia dejó en los caminos
una estela de preguntas, un arcoíris perenne en la memoria,
y un cielo escampado ante mis ojos.
Y todo en ti me decía
que no eras para la tierra, sino del instante,
y te fuiste,
lluvia sin remedio.



De: Maneras de fijar tu sombra



No hay comentarios:

Publicar un comentario