miércoles, 18 de septiembre de 2013

RAMÓN LÓPEZ VELARDE




Si soltera agonizas...



Amiga que te vas:
quizá no te vea más.
Ante la luz de tu alma y de tu tez
fui tan maravillosamente casto
cual si me embalsamara la vejez.
Y no tuve otro arte
que el de quererte para aconsejarte.

Si soltera agonizas,
irán a visitarte mis cenizas.
Porque ha de llegar un ventarrón
color de tinta, abriendo tu balcón.
Déjalo que trastorne tus papeles,
tus novenas, tus ropas, y que apague
la santidad de tus lámparas fieles...


No vayas, encogido el corazón,
a cerrar tus vidrieras
a la tinta que riega el ventarrón.
Es que voy en la racha
a filtrarme en tu paz, buena muchacha.

AMADO NERVO




Si una espina me hiere, me aparto de la espina...



¡Si una espina me hiere, me aparto de la espina,
...pero no la aborrezco!
Cuando la mezquindad
envidiosa  en mí clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina
hacia más puro ambiente de amor y caridad.

¿Rencores? ¡De qué sirven! ¡Qué logran los rencores!
Ni restañan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores:

si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,
se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer, vertió,  al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve, trocada en flor de paz!


MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA




Para el álbum


El verso es ave: busca entumecido
follaje espeso y resplandores rojos:
¿Qué nido más caliente que tu nido?
¿Qué sol más luminoso que tus ojos?


RUBÉN BONIFAZ NUÑO




Algo se me ha quebrado esta mañana…



Algo se me ha quebrado esta mañana
de andar, de cara en cara, preguntando
por el que vive dentro.

Y habla y se queja y se me tuerce
hasta la lengua del zapato,
por tener que aguantar como los hombres
tanta pobreza, tanto oscuro
camino a la vejez; tantos remiendos,
nunca invisibles, en la piel del alma.

Yo no entiendo; yo quiero solamente,
y trabajo en mi oficio.
Yo pienso: hay que vivir; dificultosa
y todo, nuestra vida es nuestra.
Pero cuánta furia melancólica
hay en algunos días. Qué cansancio.

Cómo, entonces,
pensar en platos venturosos,
en cucharas colmadas, en ratones
de lujosísimos departamentos,
si entonces recordamos que los platos
aúllan de nostalgia, boquiabiertos,
y despiertan secas las cucharas,
y desfallecen de hambre los ratones
en humildes cocinas.

Y conste que no hablo
en símbolos; hablo llanamente
de meras cosas del espíritu.

Qué insufribles, a veces, las virtudes
de la buena memoria; yo me acuerdo
hasta dormido, y aunque jure y grite
que no quiero acordarme.

De andar buscando llego.
Nadie, que sepa yo, quedó esperándome.
Hoy no conozco a nadie, y sólo escribo
y pienso en esta vida que no es bella
ni mucho menos, como dicen
los que viven dichosos. Yo no entiendo.

Escribo amargo y fácil,
y en el día resollante y monótono
de no tener cabeza sobre el traje,
ni traje que no apriete,
ni mujer en que caerse muerto.

De “Fuego de pobres”



SILVIA CARBONELL




Lluevo



Lluevo lunas cuando a mi piel haces falta.
Lluevo, para tocar cualquier rastro que tus ojos hayan dejado
mientras recorren la noche.

Lluevo porque te extraño, por la sequía de tu voz en mi garganta
cuando amándome me dejas quemando tus palabras
en la orilla de tu lengua.

Lluevo humedades cuando enciendes mis tardes,
cuando das forma a mis mañanas, cuando cierras la noche.
Lluevo de cuerpo entero y mis labios se hacen agua.

Lluevo al abrazarme a todas las nube que te llevan de viaje
buscando entre cada una de sus gotas,
la lluvia que me hace desearte.

Lluevo buscando solución a los problemas de tener alas,
de no poder pisar la tierra.
Lluevo porque quisiera echar raíces en tus ojos y ser árbol.

Lluevo sin lágrimas mi amor,
porque toda el agua que tenían mis mejillas se han ido a los mares.
porque son las rocas que no permiten que te abrace
cuando tropiezo con cada una mientras busco tu camino.

Lluevo a mares pero sin agua salada,
porque la sal del mar permanece guardada
bajo el sol de la arena que se quema de esperarte.

Lluevo cuando río y cuando me convierto en cascada.
Lluevo a cántaros de un niño sediento
que no puede parar de beber sus propias lágrimas.

Lluevo mientras tú seas nubes, y yo la lluvia que te acompaña.



JOSÉ JUAN TABLADA





Noche del trópico



En la fúnebre bóveda no brillan las estrellas,
y sin embargo estriado de tenebrosas huellas

sobre el profundo abismo la luz es móvil nata
do apenas un Erebo de sombra se desliza,
y en esa temblorosa película de plata
en perlas se deshace la ola que se riza.

Pero sobre la borda el nauta que se inclina
teme que finja un sueño su rápido vislumbre
de incandescentes peces y flora submarina
y anémonas de fósforo entre árboles de lumbre,

y -de un pez luminoso al lívido fanal-
el cadáver de un náufrago, que en la sombra total,
con los huesos tan blancos que parecen de luz,


                                       ¡es igual
                                       a una cruz
                                       de cristal!...