lunes, 19 de mayo de 2025


 

PABLO DE ROKHA

 



Círculo

 


Ayer jugaba el mundo como un gato en tu falda;
hoy te cojo las finas botitas de paloma;
Tienes el corazón poblado de cigarras,
y un parecido a muertas vihuelas desveladas,
gran melancólica.

Posiblemente quepa todo el mar en tus ojos
y quepa todo el sol en tu actitud de acuario;
como un perro amarillo te siguen los otoños,
y, ceñida de dioses fluviales y astronómicos,
eres la eternidad en la gota de espanto.

Tu ilusión se parece a una ciudad antigua,
a las caobas llenas de aroma entristecido,
a las piedras eternas ya las niñas heridas;
un pájaro de agosto se ahoga en tus pupilas,
y, como un traje oscuro, se te cae el delirio.

Seria como una espada, tienes la gran dulzura
de los viejos y tiernos sonetos del crepúsculo;
tu dignidad pueril arde como las frutas;
tus cantos se parecen a una gran jarra oscura
que se volcase arriba del ideal del mundo.

Tal como las semillas, te desgarraste en hijos,
y, lo mismo que un sueño que se multiplicara,
la carne dolorosa se te llenó de niños;
mujercita de invierno, nublada de suspiros,
la tristeza del sexo te muere la palabra.

Todo el siglo te envuelve como un echarpe de oro;
y, desde la verdad lluviosa de mi enigma,
entonas la tonada de los últimos novios;
tu arrobamiento errante canta en los matrimonios,
cual una alondra de humo, con las alas ardidas.

Enterrada en los cubos sellados de la angustia,
como Dios en la negra botella de los cielos,
nieta de hombres, nacida en pueblos de locura,
a tu gran flor herida las acuestas en mi angustia,
debajo de mis sienes aradas de silencio.

Asocio tu figura a las hembras hebreas,
y te veo, mordida de aceites y ciudades,
escribir la amargura de las tierras morenas
en la táctica azul de la gran danza horrenda
con la cuchilla rosa del pie inabordable.

Niña de las historias melancólicas, niña,
niña de las novelas, niña de las tonadas,
tienes un gesto inmóvil de estampa de provincia
en el agua de asombro de la cara perdida
y en los serios cabellos goteados de dramas.

Estás sobre mi vida de piedra y hierro ardiente,
como la eternidad encima de los muertos,
recuerdo que viniste y has existido siempre,
mujer, mi mujer mía, conjunto de mujeres,
toda la especie humana se lamenta en tus huesos.

Llenas la tierra entera, como un viento rodante,
y tus cabellos huelen a tonada oceánica;
naranjo de los pueblos terrosos y joviales,
tienes la soledad llena de soledades,
y tu corazón tiene la forma de una lágrima.

Semejante a un rebaño de nubes, arrastrando
la cola inmensa y turbia de lo desconocido
tu alma enorme rebasa tus hechos y tus cantos,
y es lo mismo que un viento terrible y milenario
encadenado a una matita de suspiros.

Te pareces a esas cántaras populares,
tan graciosas y tan modestas de costumbres;
tu aristocracia inmóvil huele a yuyos rurales,
muchacha del país, florida de velámenes,
y la greda morena, triste de aves azules.

Derivas de mineros y de conquistadores,
ancha y violenta gente llevó tu sangre extraña,
y tu abuelo, Domingo Sánderson fue un HOMBRE;
yo los miro y los veo cruzando el horizonte
con tu actitud futura encima de la espalda.

Eres la permanencia de las cosas profundas
y la amada geografía llenando el Occidente;
tus labios y tus pechos son un panal de angustia,
y tu vientre maduro es un racimo de uvas
colgado del parrón colosal de la muerte.

Ay, amiga, mi amiga, tan amiga mi amiga,
cariñosa, lo mismo que el pan del hombre pobre;
naciste tú llorando y sollozó la vida;
Yo te comparo a una cadena de fatigas
hecha para amarrar estrellas en desorden.

 

FADWA TUQAN

 

 

 

A las puertas de Yafa, amigos míos…

 

 

A las puertas de Yafa, amigos míos,
y entre el caos de escombros de las casas,
entre la destrucción y las espinas,
dije a los ojos, quieta:
Deteneos… Lloremos
sobre las ruinas
de quienes se han marchado, abandonándolas.
La casa está llamando a quien la edificó.
La casa está dando el pesame por él.
Y el corazón, deshecho, gime
y dice:

¿Qué te han hecho los días?
¿Dónde están los que antes
te habitaban?
¿Has sabido de ellos?
¿Has sabido después de su partida?
Aquí soñaron, sí,
aquí estuvieron,
y trazaron los planos del mañana.
Mas, ¿dónde están los sueños y el mañana?
Y, ¿dónde,
dónde ellos?

Los restos de la casa no dijeron palabra.
Allí, habló sólo la ausencia,
el callar del silencio, el abandono.
Allí se amontonaban los búhos y los fantasmas,
extraños en los rostros, las manos y la lengua;
en su entrada metiéndose,
en ellas extendiendo sus orígenes.
Allí…
Y tantas cosas más…
Mientras el corazón se ahogaba de tristezas.

¡Amadísimos míos!:
Me limpié de los párpados la niebla gris del llanto
para ir a tu encuentro.
En mis ojos había
una luz de amor y de esperanza
en vosotros, el hombre, y en la tierra.
¡Ay, vergüenza, si me hubiera acercado a tu encuentro
con el párpado trémulo, mojado,
y el corazón desesperado y roto!…

Aquí estoy, amados míos, con vosotros;
a coger una brasa de vosotros;
a tomarnos, ¡candiles de la noche!,
una gota de aceite para mi lámpara.
Aquí estoy, amados míos,
con mi mano tendida hacia la vuestra;
bajando mi cabeza, aquí, ante las vuestras;
elevando mi frente, con vosotros, al sol.
Aquí estoy, con vosotros
fuertes como las rocas de nuestros montes,
y aquí estáis vosotros,
dulces como las flores de nuestra tierra.
¿Cómo van a aplastarme las heridas?
¿Cómo podrá aplastarme la desesperación?
¿Cómo voy a llorar ante vosotros?…
Juro, a partir de hoy, no llorar.

¡Amadísimos míos!:
el alazán del pueblo ha superado
el tropiezo de ayer,
y tras el río, los héroes se yerguen.
Escuchad muy atentos, que el alazán relincha
confiado en su asalto;
que ya escapa al asedio de la oscura desgracia,
y corre hacia su puesto sobre el sol;
mientras compactos grupos de jinetes
le bendicen y juran devoción,
le rocían con humo de limpias cornalinas,
con sangre de corales,
le dan de sus despojos copiosísima alfalfa,
y le aclaman, lanzando:
¡Corre al ojo del sol!
¡Corre, alazán del pueblo!
Que tú eres la señal y el estandarte,
y nosotros la cohorte que te sigue.
Ya no puedes pararse la marea,
la pasión y la ira;
ya no puede caer en nuestros frentes,
sin luchar, el cansancio;
Ni quedaremos quietos,
hasta haber expulsado a fantasmas y sombras.

¡Amadísimos míos!… ¡Candiles de la noche!
¡Hermanos en la herida!
¡Oh, semillas de trigo,
levadura secreta!
El muere para darnos.
Aquí, nos da,
y nos da.
Yo ando vuestros caminos,
y heme aquí, ante vosotros.
Junto y lavo las lágrimas de ayer,
y me planto, lo mismo que vosotros, en mi tierra y mi patria.
Lo mismo que vosotros, voy sembrando mis ojos
en la senda del sol y de la luz.

 

PABLO VERLAINE

 

 

 

Soñé contigo esta noche…

 

 

Soñé contigo esta noche:
Te desfallecías de mil maneras
Y murmurabas tantas cosas…

Y yo, así como se saborea una fruta
Te besaba con toda la boca
Un poco por todas partes, monte, valle, llanura.

Era de una elasticidad,
De un recurso verdaderamente admirable:
Dios… ¡Qué aliento y qué cintura!

Y tú, querida, por tu parte,
Qué cintura, qué aliento y
Qué elasticidad de gacela…

Al despertar fue, en tus brazos,
Pero más aguda y más perfecta,
¡Exactamente la misma fiesta!

 

NOVALIS

 

 


 

Cansado estás y frío, oh extranjero, y no pareces…

 Dedicado a la señora del consejero de minas von Charpentier

 


Cansado estás y frío, oh extranjero, y no pareces
adaptado a este cielo. Vientos más calientes
soplan que en tu patria, y más libre
en otro tiempo se alzaba el pecho joven.

¿No expandiría la vida allí su colorido
por el campo sereno y la eterna primavera?
¿No tendía allí la paz sus densos hilos?
¿No florecía allí eternamente lo que una vez brotó?

Oh, buscas en vano. Se ha hundido
aquella tierra celestial. Ningún mortal
conoce ya el sendero inaccesible
que el mar ha sumergido para siempre.

Muy pocos de los tuyos han logrado
ponerse a salvo del feroz oleaje. Están dispersos
aquí y allá, y esperan
mejores tiempos para reencontrarse.

Ten voluntad y sígueme. Te ha sido
favorable el destino que aquí te ha conducido.
Gentes de tu tierra hay aquí, y que en silencio
celebran una fiesta entrañable.

No puedes sin embargo entender cómo sus corazones
allí se unían. Ves brillar en sus rostros
inocencia y amor, igual
que en otro tiempo allí en la patria.

Más clara se alza tu mirada. La tarde se despliega
como un sueño amistoso, y transcurre veloz
en dulce charla, y entre tanto
tu corazón se funde con la bondad que reina.

Mirad. Está aquí el extranjero. De una misma tierra
a la que pertenecéis se siente desterrado. Horas sombras
han pasado por él. Muy pronto
se ha acabado para él el día feliz.

Con gusto permanece entre los suyos.
Feliz celebra entre ellos la fiesta del hogar.
La primavera, que fresca florece
en torno de sus padres, le cautiva.

Vuelva a celebrarse la fiesta entre nosotros,
antes de que la madre, disgustada, se aleje
de los hijos que lloran, y por sendas oscuras
siga al guía que la lleve a la patria.

Que el hechizo que estrecha vuestro lazo
no ceda, y los que lejos están
lo disfruten también, y todos juntos
caminéis felices por un mismo camino.

Esto es lo que el huésped desea, pero ha hablado el poeta
en su lugar, porque prefiere permanecer callado
cuando está contento y anhela la venida
de los seres que quiere y que están lejos.

Permanecieron amables con el extranjero.
Escasas alegrías le están deparadas.
Rodeado de personas amigas espera con paciencia
el día de su gran nacimiento.

 

 

DESANKA MAKSIMOVIĆ

 

 

 

¡No, no te acerques! Quiero desde lejos…

 


¡No, no te acerques! Quiero desde lejos
quererte y desear tus dos ojos.
Porque la felicidad es bella sólo mientras se espera,
mientras aún queda un atisbo de esperanza.

¡No, no te acerques! Más cariñosos resultan
la dulce inquietud, la espera y el miedo.
Todo es más lindo en la medida que se busca
y es anticipado por la intuición.

¡No, no te acerques! ¿A qué viene eso y para qué?
Tan sólo de lejos todo brilla con el fulgor de la estrella,
la admiración sólo tiene sentido en la distancia.
¡No, que no se me acerquen tus dos ojos!

 

 

DIEGO DE TORRES VILLARROEL

 

 

 

Ciencia de los cortesanos de este siglo

 


Bañarse con harina la melena,
ir enseñando a todos la camisa,
espada que no asuste y que dé risa,
su anillo, su reloj y su cadena;

hablar a todos con la faz serena,
besar los pies a misa doña Luisa,
y asistir como cosa muy precisa
al pésame, al placer y enhorabuena;

estar enamorado de sí mismo,
mascullar una arieta en italiano,
y bailar en francés tuerto o derecho;

con esto, y olvidar el catecismo,
cátate hecho y derecho cortesano,
mas llevarte el diablo dicho y hecho.