El
Ayuwoki me cuenta una historia antes de dormir
Chusco,
el perro que cayó del cielo:
de
ojos asustados y cola torcida
nunca
pensó que el plan era el abandono.
Creyó
paseo, viaje al campo, caminata por las ciudades.
Muy
pronto descubrió que los perros
no
tienen alas ni les es permitido el retorno.
Metió
su cabezota en un agujero
para
protegerse de la lluvia
y de
las burlas de los canarios en las jaulas vecinas.
Ese
perro entendió lo que era ser hombre
porque
tuvo miedo y se sintió lejos de su cálida costumbre.
Pero,
desde una esquina,
oyó
a la naturaleza pronunciar su nombre
y
vio a lo lejos una perrita color marrón
comiendo
sobras en un montículo de basura.
Chusco
nunca antes se sintió tan a salvo y feliz
como
ese día en que perdió el cielo.
Enamoróse de aquella schnauzer caída en desgracia hace
años,
y la
persiguió por plaza y arrabales,
tanto,
que olvidó
el
cielo y su propia caída.
Y en
los ojos de su compañera lanuda
descubrió
que a los perros poco o nada
les
importa regresar a ese cielo de donde
caen.