"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 10 de octubre de 2022
STELLA SIERRA
Libre
y cautiva
Por
sentirme despierta en la cautiva
morada oscura de tu sangre, llevo
este amargo laurel de gajo nuevo
y esta miel de cilicio rediviva.
Y no
quiero saberme fugitiva
de la celda de amor en que me muevo:
porque el ángel te encuentre, yo renuevo
mis llamadas de intacta sensitiva.
Extenderás
tu mano, que —impasible—
quiere lograr la flor indivisible:
su cauto aroma velará tu frente.
Como
cierva te huí. ¡Qué te encadena
más ese afán de hallarme en la colmena,
carcelera celosa de tu mente!
HENRI MICHAUX
Una
vez más venid
Venid,
palabras miserables
para expresar lo más miserable aún
para expresar al caído, al devastado, al desfigurado
al tres veces más temible que en la sombra se prepara.
Para
expresar los montes de vergüenza que han surgido de súbito
a cortarle el paso al horizonte
la jaula por todos lados, para expresar a Judas,
para expresar a un Judas multiplicado, a un Judas compañía
a los denarios que no les queda mucho por correr tras los Judas.
Para
expresar las hojas caen
los frentes crujen
las estaciones se apagan
los caminos se agotan
el invierno a golpes de cuero azota a la gran manada.
Para
expresar brazos, estómagos, juicios en el torno
y millones de millones de hombres enteros en el torno
y millones y millones carcomidos por la plaga
la plaga, la plaga de la caída
o clavados, silenciosos, contemplando el lomo partido de sus futuros.
Contemplando
sobre todo la alta Estatua que tras la derrota de los suyos
se ha venido abajo sobre su propio pedestal
sus restos duelen. Sus restos torturan. Sus restos nos persiguen.
Llega la noche. Los ecos se alejan. El frío crece.
Un gran cuerpo desgarrado, torpe, tendido permanece.
ANNA DE NOAILLES
V
Muertos
que me fueron queridos, no sean celosos,
vuestra cenicienta voz me seduce y me llama,
estoy todavía con ángeles en la escalera,
no he podido venir tan rápido ante vosotros,
pero estoy tambaleante.
Mientras
la luna juega con las olas de los mares
y lleva al océano de una orilla a la otra,
mi aliento está retenido entre los seres vivos,
todavía no he podido esconderme del aire,
sin embargo ya voy…
De:
“El honor del sufrimiento”
SAINT-JOHN PERSE
Para
celebrar una infancia
¡Palmeras…!
Entonces te bañaban en el agua de hojas verdes;
y era también el agua verde sol, y las sirvientas de tu madre,
altas mozas lucientes, meneaban sus cálidas piernas cerca de tu temblor…
(Hablo de una alta condición, antaño, entre los trajes, en el reino de gigantes
claridades.)
¡Palmeras…!
¡y la dulzura
de una vejez de las raíces…! la tierra
entonces deseó ser más sorda, y el cielo más
profundo en donde los árboles demasiado grandes,
fatigados de un oscuro designio, anidaban un pacto
inextricable…
(He tenido este sueño, en la estimulación: una segura
permanencia entre las telas entusiastas.)
Y las altas
raíces curvadas celebraban
la partida de los prodigiosos caminos, la invención de las bóvedas y las naves,
y la luz entonces, en más puros hechos fecunda,
inauguraba el blanco reino al que lleve tal vez un cuerpo sin sombra…
(Hablo de una alta condición, antaño, entre hombres y sus hijas, que masticaban
cierta hoja.)
Entonces, los hombres tenían
una boca más grave, las mujeres tenían brazos más lentos;
entonces, de nutrirse como nosotros las raíces, grandes bestias taciturnas se
ennoblecían;
y más largos sobre más sombra se levantaban los párpados…
(Tuve ese sueño, nos ha consumido sin reliquias.)
De:
“Imágenes para Crusoe”
MANUEL JULIÁ
Fotos
de un álbum de terciopelo
Cuánto
esfuerzo y cuántos días y cuántos años para llenar este álbum de años muertos.
Días desperdigados como hebras de cortinas viejas. Tardes perdidas en la
soledad. Patios y sombras. Sonrisas y manzanos. Ojos velados por la grisura del
tiempo. Manos metidas en bolsillos de chaquetas tan viejas como el amor, que se
resiste a huir por un pasillo negro que hay más allá, o más adentro del
terciopelo. Cuánta muerte viva en sonrisas de mujeres que ya no están. Todas
murieron y ya no pueden abrazarme y sujetarme entre sus grandes pechos.
Peinados ilusos de vida quieren derrotar a la muerte con una mirada que todavía
tiene la belleza. Cuerpos de niños y ancianos mirándose. Se quedan quietos en
el camino y son lo mismo, peregrinos que no saben hacia dónde se dirigen, pero
que en cualquier lugar se detienen y sonríen felices porque así es la vida. Hay
que reír frente a esa mano que detiene el tiempo. La muerte está tan lejos de
estos ojos que recuerdo mirando segundo a segundo la soledad de los claveles.
El primer beso. La primera caricia. La primera mirada lasciva. Todo tiene la
temperatura glacial de la ausencia. Todos los habitantes del álbum vuelan por
la muerte, viven en este edificio de terciopelo, en un lugar en el que todos
los rostros son ya penumbras amando la eternidad de un recuerdo.
De:
“Madre”
ÁLVARO TATO
Anoches
Dos
perros medio a muerte medio en juego
que
escarban en la tierra de la piel,
dos
lenguas de la torre de Babel
que
hallan su nombre y que lo olvidan luego,
dos
olas rotas en su rumbo ciego,
dos
hondos pozos donde hierve miel,
dos
zarpazos de tinta en el papel,
dos
inmortales pájaros de fuego,
dos
volcanes, dos náufragos, dos rosas…
pero
justo después de haberlo hecho,
cuando
la realidad vuelve a las cosas,
el
tiempo al mundo y el aliento al pecho,
tan
solo dos personas sudorosas
de
la mano y en paz mirando al techo.
