"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 22 de diciembre de 2024
JORGE VALDÉS DÍAZ-VÉLEZ
Orvallo
Parten
los trenes,
a su destino llegan
sin esperanza
las
sonrisas de ayer,
la opacidad sin alba.
CAROLINA ESCOBAR SARTI
Exiliada de ti
Me
voy de tu tierra
de tus raíces
de la patria de tu amor
porque quiero vivir
con las alas extendidas
y la sonrisa puesta.
Me voy de tu vida
buscando la mía.
Dicen que el exilio
es infierno y nostalgia.
¿No es acaso
de donde estoy partiendo?
LUIS BENITEZ
Las líneas del mundo
Quien
ve a las líneas del mundo
unir a la desdicha
con la alegría sin tiempo ni motivo,
a la ceguera del hombre con lo luminoso del hombre,
al cobarde, al justo, al tonto
(que asiste a la ceremonia del crepúsculo
asombrado, muy quieto, flotando sobre el agua),
nunca se vuelve altivo
a contemplar la guerra que incendia
el lugar donde vibra todo esto.
Ya nunca sueña.
Abre los ojos despierto, abre los ojos dormido.
El que ve a las líneas del mundo
servir de trampolín a los pájaros
y de escalera a las almas,
sabe por qué no vuelan
y se guarda de contarlo.
Otro será su interés:
él querrá trepar por ellas
disimuladamente, sin un solo comentario,
sin que nadie note la ausencia del desertor.
Feliz, ignorado por todos,
vagará por la tierra sin nombre
con su precioso secreto, ese momento en que espió:
él conoce signos que lo conocen,
hace su propia ley.
Y por fin, cuando se retira,
como un oscuro bulto con corazones de tormenta,
hacia la tierra oculta en esta misma tierra,
que guarda de toda noche el sol,
no olvida, ni por un momento,
que el tiempo está en su red.
Sabe que no hay milagros, sabe qué cosa son.
Algún día todo será plenitud.
LUIS CERNUDA
A un poeta muerto
Así
como en la roca nunca vemos
La clara flor abrirse,
Entre un pueblo hosco y duro
No brilla hermosamente
El fresco y alto ornato de la vida.
Por esto te mataron, porque eras
Verdor en nuestra tierra árida
Y azul en nuestro oscuro aire.
Leve es la parte de la vida
Que como dioses rescatan los poetas.
El odio y destrucción perduran siempre
Sordamente en la entraña
Toda hiel sempiterna del español terrible,
Que acecha lo cimero
Con su piedra en la mano.
Triste sino nacer
Con algún don ilustre
Aquí, donde los hombres
En su miseria sólo saben
El insulto, la mofa, el recelo profundo
Ante aquel que ilumina las palabras opacas
Por el oculto fuego originario.
La sal de nuestro mundo eras,
Vivo estabas como un rayo de sol,
Y ya es tan sólo tu recuerdo
Quien yerra y pasa, acariciando
El muro de los cuerpos
Con el dejo de las adormideras
Que nuestros predecesores ingirieron
A orillas del olvido.
Si tu ángel acude a la memoria,
Sombras son estos hombres
Que aún palpitan tras las malezas de la tierra;
La muerte se diría
Más viva que la vida
Porque tú estás con ella,
Pasado el arco de tu vasto imperio,
Poblándola de pájaros y hojas
Con tu gracia y tu juventud incomparables.
Aquí la primavera luce ahora.
Mira los radiantes mancebos
Que vivo tanto amaste
Efímeros pasar junto al fulgor del mar.
Desnudos cuerpos bellos que se llevan
Tras de sí los deseos
Con su exquisita forma, y sólo encierran
Amargo zumo, que no alberga su espíritu
Un destello de amor ni de alto pensamiento.
Igual todo prosigue,
Como entonces, tan mágico,
Que parece imposible
La sombra en que has caído.
Mas un inmenso afán oculto advierte
Que su ignoto aguijón tan sólo puede
Aplacarse en nosotros con la muerte,
Como el afán del agua,
A quien no basta esculpirse en las olas,
Sino perderse anónima
En los limbos del mar.
Pero antes no sabías
La realidad más honda de este mundo:
El odio, el triste odio de los hombres,
Que en ti señalar quiso
Por el acero horrible su victoria,
Con tu angustia postrera
Bajo la luz tranquila de Granada,
Distante entre cipreses y laureles,
Y entre tus propias gentes
Y por las mismas manos
Que un día servilmente te halagaran.
Para el poeta la muerte es la victoria;
Un viento demoníaco le impulsa por la vida,
Y si una fuerza ciega
Sin comprensión de amor
Transforma por un crimen
A ti, cantor, en héroe,
Contempla en cambio, hermano,
Cómo entre la tristeza y el desdén
Un poder más magnánimo permite a tus amigos
En un rincón pudrirse libremente.
Tenga tu sombra paz,
Busque otros valles,
Un río donde del viento
Se lleve los sonidos entre juncos
Y lirios y el encanto
Tan viejo de las aguas elocuentes,
En donde el eco como la gloria humana ruede,
Como ella de remoto,
Ajeno como ella y tan estéril.
Halle tu gran afán enajenado
El puro amor de un dios adolescente
Entre el verdor de las rosas eternas;
Porque este ansia divina, perdida aquí en la tierra,
Tras de tanto dolor y dejamiento,
Con su propia grandeza nos advierte
De alguna mente creadora inmensa,
Que concibe al poeta cual lengua de su gloria
Y luego le consuela a través de la muerte.
FRANÇOISE ROY
El planeta Venus velado
Levantó
la tapa de la doceava casa. Se asomó, cometa con su estela de fuego, floración
nocturna que hizo estallar yemas secretas de la noche a la mañana. Surgió del
agua estancada como barco que boga en el muro: la popa también está encendida,
las llamas corren sobre el casco creando en la espuma el reflejo de lo que el
incendiario ha provocado. En aquel año, de unos brotes ocultos en el sótano de
la cárcel, le salieron manos que nunca habían tocado; traían en la palma un
pequeño bosque en llamas, y de sortija, la alianza de los que saben de
cautiverios.
Los
mapas del cielo dibujan sus arabescos y órbitas en el recinto del corazón.
De: “A flor de labios (plaqueta)”.
TRINIDAD MERCADER
No pesantez de carne que se estanca
No
pesantez de carne que se estanca,
sino ligero gesto en el espacio.
Curva que, prisionera,
hienda el aire en el salto.
Ritmo donde las alas
recuperen su brío.
(Los músculos se apresten a salvar los obstáculos.)
Oh, senos fugitivos, detenidos en vuelo
por el ineludible tallo de la cintura.
Oh, cóncavas caderas, verticales al suelo.
Las piernas, incendiadas,
giren sobre los pasos iniciados apenas.
El ritmo irá enervando la amplitud de la falda.
Combos los finos brazos,
enmarcando la audacia de la cabeza.
Combos, en el espacio,
cuando el impulso asalte la perfección del cuello
y en torno a todo gire
la llamarada suelta del cabello.