"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 28 de julio de 2018
CARILDA OLIVER LABRA
Hombres que me
servísteis de verano
Ese que no dejó de ser mi amante
y al que le debo siempre sepultura,
uno a quien nunca quise lo bastante;
aquél, obra de sueño, conjetura...
Alguien me jugó a nada y tuvo suerte,
otro que no ha venido de la guerra,
éste donde converso con mi muerte
porque me lo disputa hasta la tierra.
¡Salid de la memoria evocadora
con vuestro amor, pues tengo frío ahora!
Sabed todos que os llevo de la mano.
Vuestras sombras estallan como un mito
de vez en cuando aquí. Sois lo bendito,
hombres que me servisteis de verano.
Ese que no dejó de ser mi amante
y al que le debo siempre sepultura,
uno a quien nunca quise lo bastante;
aquél, obra de sueño, conjetura...
Alguien me jugó a nada y tuvo suerte,
otro que no ha venido de la guerra,
éste donde converso con mi muerte
porque me lo disputa hasta la tierra.
¡Salid de la memoria evocadora
con vuestro amor, pues tengo frío ahora!
Sabed todos que os llevo de la mano.
Vuestras sombras estallan como un mito
de vez en cuando aquí. Sois lo bendito,
hombres que me servisteis de verano.
ANTONIO PLAZA
A
Loreto
(En su día)
Feliz el que recuerda al llegar a su cumpleaños,
las horas que vinieron preñadas de placer;
feliz quien no ha sufrido terribles desengaños;
feliz el que no bebe la copa de la hiel.
Feliz el que recoge sin pena en su camino
las flores de la vida que el cielo perfumó;
feliz el que no lucha con bárbaro destino,
feliz el que no pierde, luchando, el corazón.
Feliz el que acaricia la faz de la esperanza;
feliz el que se duerme soñándose feliz:
feliz el que despierto contempla en lontananza
bordados de placeres, brillante porvenir.
Feliz el que transita su ruta de ilusiones,
llevando ante los ojos la venda de la fe;
feliz el que no sabe qué negras decepciones
arrancan esa venda. Feliz el que cree.
¿Eres feliz, Loreto? ¿Iguales y tranquilas
tus horas se desprenden, trayéndote quizá,
ventura tras ventura? ¿O acaso en tus pupilas,
del infortunio sientes lás lágrimas temblar?
Yo miro en tu semblante un algo que entristece,
señora, yo adivino que no eres tú feliz:
tal vez una esperanza en tu alma desfallece;
tal vez, una creencia ha muerto para ti.
¿Por qué si Dios te hizo tan buena como hermosa,
tus ojos impregnando con luces del Edén:
por qué permite, dime, que pena silenciosa
tu corazón trucida, simpática mujer?
¿Por qué misterio triste tu seno deposita?
¿Por qué te enluta el alma la noche de pesar?
¿Y por qué todos sufren, Loreto, en la maldita
tierra, en la que se vierte de lágrimas raudal?
Nunca hablas de tu pena; pero sé que padeces,
aunque quieras tu alma de mártir esconder.
A mí con tu tristeza, señora, me entristeces,
que yo también padezco al verte padecer.
Feliz si yo pudiera, hermosa infortunada,
derramar en tu herida un bálsamo feliz,
y tus pesares todos leer en tu mirada
y al quitártelos todos, tomarlos para mí.
Feliz fuera, Loreto, si acaso conocieras
cuánto mi pecho apena tu negro padecer,
y como te comprendo también me comprendieras,
que dos infortunados compréndense muy bien.
Perdona si me atrevo tu pena a recordarte
en la bendita fecha que marca tu natal;
ojalá que pudiera de gloria coronarte,
y a tus pequeñas plantas el goce encadenar.
Coplero sin fortuna, sólo tengo mi lira,
que bárbaro destino de luto la cubrió;
por eso es triste el canto, señora, que me inspira
el afecto que siente por ti mi corazón.
Dios quiera que tranquila resbale tu existencia;
Dios te dé más placeres que goces me dio a mí;
Dios haga que te halaguen con su divina esencia
las flores purpurinas, encanto del abril.
Dios quiera que recuerdes, en cada cumpleaños,
las horas que pasaron preñadas de placer;
Dios quiera que no sufras terribles desengaños;
Dios quiera que no apures... la copa de la hiel.
(En su día)
Feliz el que recuerda al llegar a su cumpleaños,
las horas que vinieron preñadas de placer;
feliz quien no ha sufrido terribles desengaños;
feliz el que no bebe la copa de la hiel.
Feliz el que recoge sin pena en su camino
las flores de la vida que el cielo perfumó;
feliz el que no lucha con bárbaro destino,
feliz el que no pierde, luchando, el corazón.
Feliz el que acaricia la faz de la esperanza;
feliz el que se duerme soñándose feliz:
feliz el que despierto contempla en lontananza
bordados de placeres, brillante porvenir.
Feliz el que transita su ruta de ilusiones,
llevando ante los ojos la venda de la fe;
feliz el que no sabe qué negras decepciones
arrancan esa venda. Feliz el que cree.
¿Eres feliz, Loreto? ¿Iguales y tranquilas
tus horas se desprenden, trayéndote quizá,
ventura tras ventura? ¿O acaso en tus pupilas,
del infortunio sientes lás lágrimas temblar?
Yo miro en tu semblante un algo que entristece,
señora, yo adivino que no eres tú feliz:
tal vez una esperanza en tu alma desfallece;
tal vez, una creencia ha muerto para ti.
¿Por qué si Dios te hizo tan buena como hermosa,
tus ojos impregnando con luces del Edén:
por qué permite, dime, que pena silenciosa
tu corazón trucida, simpática mujer?
¿Por qué misterio triste tu seno deposita?
¿Por qué te enluta el alma la noche de pesar?
¿Y por qué todos sufren, Loreto, en la maldita
tierra, en la que se vierte de lágrimas raudal?
Nunca hablas de tu pena; pero sé que padeces,
aunque quieras tu alma de mártir esconder.
A mí con tu tristeza, señora, me entristeces,
que yo también padezco al verte padecer.
Feliz si yo pudiera, hermosa infortunada,
derramar en tu herida un bálsamo feliz,
y tus pesares todos leer en tu mirada
y al quitártelos todos, tomarlos para mí.
Feliz fuera, Loreto, si acaso conocieras
cuánto mi pecho apena tu negro padecer,
y como te comprendo también me comprendieras,
que dos infortunados compréndense muy bien.
Perdona si me atrevo tu pena a recordarte
en la bendita fecha que marca tu natal;
ojalá que pudiera de gloria coronarte,
y a tus pequeñas plantas el goce encadenar.
Coplero sin fortuna, sólo tengo mi lira,
que bárbaro destino de luto la cubrió;
por eso es triste el canto, señora, que me inspira
el afecto que siente por ti mi corazón.
Dios quiera que tranquila resbale tu existencia;
Dios te dé más placeres que goces me dio a mí;
Dios haga que te halaguen con su divina esencia
las flores purpurinas, encanto del abril.
Dios quiera que recuerdes, en cada cumpleaños,
las horas que pasaron preñadas de placer;
Dios quiera que no sufras terribles desengaños;
Dios quiera que no apures... la copa de la hiel.
DOUGLAS TÉLLEZ
Confesiones de un caníbal arrepentido
“Soy Paul McCartney y soy vegetariano”
La
serpiente se sacude con un puño de plumas entre las mandíbulas.
Ignora
el nido y los cascarones donde estuvieron los pequeños petirrojos.
En los
perfumados jardines isabelinos no hay repugnantes depredadores.
De las
alcantarillas y aguas del Támesi emergen las ratas grises, arrastran
secas
truchas voladoras.
“Soy Paul Mcarney, soy vejetariano”
Como
legumbres frescas y tomo té con galletas de soya.
Doy de
comer a las palomas que se cagan en la plaza de Trafalgar Square
y pinto
las manchas borradas del leopardo.
Como
todo Sir con espada, escudo, escopeta, caballo,capa, sombrero
y
veloces mastinés.
Salgo
tras la escurridiza zorra o lo fugaces patos que aterrizan en los lagos.
“De
esto hace muchos años”…
Un día
mientras pescaba…
Se
iluminó mi corazón de protestante, remotas voces sacudieron
el aire
húmedo, gritándome:
Help! i need somebody
Help! not just anybody
Help! you know i need someone
Help!
Help! not just anybody
Help! you know i need someone
Help!
La boca
del pez herida por el anzuelo, las burbujas de sangre manchando el azul
de la
tarde….
“Mientras
recogía al pobre pez me di cuenta: ‘Estoy a punto de matarlo, simplemente por
el placer efímero que esto me aporta’.
Los
mastines escarbaban la guarida de la fatigada zorra, seguramente temblaba
al
escuchar el silbato y los disparos que convocan la estampida de la jauría.
Los
patos caían al lago con los cuellos torcidos por los perdigones, leales los
perros
se
tiraban al agua para congraciarse con sus nobles amos.
Hubo
pato a la Pekinese en la mesa de los señores.
El pez
salta al agua, no sobrevivirá con ese tajo que le partió la boca.
He
cumplido con las leyes divinas, he hecho mi acto de caridad,
he
devuelto una vida a la vida.
Escucho
voces remotas, dispersas en el bosque gritándome
desde
la garganta de la serpiente.
Help! i need somebody
Help! not just anybody
Help! you know i need someone
Help!
Help! not just anybody
Help! you know i need someone
Help!
“Fue como una iluminación para mí. Al ver a
ese pez asfixiarse, entendí que su vida era tan importante para él, como la mía
lo es para mí”
La
tortuga avanza hacia la cámara, levanta vuelo, las luces de las antorchas
iluminan
las veredas de los depredadores en el Amazona, la sabana africana y
el
desierto australiano…
Los
monos desollados parecen niños suplicando piedad al verdugo que blande
la
navaja. Cuelgan las vísceras de sus vientres abiertos de un solo tajo.
Las
cabezas de cerdos cuelgan repugnantes en las carnicerías bávaras,
las
piernas ahumadas, los jamones, los embutidos manchegos, las tiendas
de
pájaros disecados, los traficantes de pieles y colmillos…
Las
mujeres de Munich, Copenhague, Paris, Madrid, Milán, Roma, Londres, Berlín, New
York y Viena.
Lucen
felpudos abrigos en conciertos
y
bienales, en galas de beneficencias a fabor de la protección de los osos
polares y
las
serpientes del Sahara.
Los
filetes de tilapia importados de la cuenca del lago Victoria,
los
filetes de tortuga de las antillas, los filetes de res de Uruguay
Brasil
y Argentina…
Los
huevos de codorniz, el caviar que consumí durante días.
Los
salmones noruegos, las langostas, los sesos de monos…
He aquí
a un arrepentido caníbal, a un depredador domesticado.
“Soy Paul McCartney y soy vegetariano”
MIGUEL VEYRAT
Unificó el poeta
el mundo
que en cada uno
se dispersa
o aniquila -oculto
hasta la gloria
de la noche
final
celebrada
ruina o simetría. Halló
también
la lengua donde
terminan
todos
los lenguajes -en
la vertiente
oculta
inhabitable del aire.
IRMA TORREGROSA
Usos del paraguas
Por la tarde,
una sale a cumplir los pendientes y descubre que le extraña. La lluvia cae
fuerte
mientras camino hacia el paradero del autobús. Abro el paraguas y
(Sonrío y llueve más fuerte: el recuerdo moja
mis pies.)
todo el
trayecto se llueve hasta pintar las calles del centro. Bajo, y paso a paso voy
cayendo
en la
cuenta de que yo compré este paraguas porque estaba en mi mapa. Yo estaba en el
suyo y
usted no traía un paraguas. El mío es lo suficiente para ambos, le dije.
(Caen, caen, caen recuerdos como pintura-
caen como nosotros, como estrellas, como
besos-y temo hallarte en cada gota. Las
líneas de la acera las dejan correr, perderse,
alejarse: transformarse en mariposas para que
vuelen).
El
paraguas susurra al viento y yo me pierdo entre los edificios en los que le
imagino:
(Ahí está, camina hacia donde estoy y se va,
así como llegó. Así como regresa, así como se
vuelve a ir).
Yo no
lo sé, pero tal vez este paraguas es tan grande porque también me esconde de usted:
paso a
través de todo eso que me llueve…. a quién engaño, pues:
Nunca
regresó esa parte de mí que se fue en sus ojos el día último.
El
paraguas y yo hemos caminado no se cuanto: las fotografías.
(Me toma una fotografía con el paraguas que a
usted le encantaba jugar mientras fingía
que cantaba bajo la lluvia como Sinatra).
El
sonido del tráfico es el piano de Calamaro que suena en este andar.
Usted,
a pesar de que le olvido en cada paso, está. Me sigue, o tal vez lo imagino
para no
sentir nostalgia.
Llego y
no soy capaz de correrle. Dejo el paraguas en la puerta del lugar: le dejaría
por un
rato y
probablemente se me olvide.
Ahora
no puedo: me sigue lloviendo.
JUAN JOSÉ MACÍAS
5
¡nada de preocupaciones!
¡al diablo con las preocupaciones!
¡si temo romper algo lo abato lo muelo
de una buena vez!
oh vida
madre de las demoliciones
señora de las devastaciones
yo soy tu hombre yo soy tu
hecatombe
nada conservo de lo que recibo
me quedo con lo que no he tenido:
la vacua arcilla de lo que no he sido
el cúmulo en trozos de lo que no me das
De: “Expansión de
las cosas infinitas”
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