"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 25 de mayo de 2022
CARLOS MARZAL
Las cosas han cambiado
Las
cosas han cambiado,
y todo sigue igual que ha estado siempre.
Sabías que una vida no era lugar bastante,
para lo que una vida debía merecer,
y hoy sigue sin bastarnos.
Antes no había
lugar al que negar, no había sombra, puerto,
un más allá del viaje donde decir ya basta,
hemos dado por fin con el final del túnel,
y hoy el túnel, el puerto, la sombra y el final
están igual de lejos.
Suma y sigue.
En el amor no había
nada distinto al resto de las cosas,
pero sí era distinto
ese juego violento al que apostar la vida,
y que a veces movía las estrenas,
la luz de la conciencia, y al que hoy sigues jugando,
y en él te va la vida.
Las palabras no ofrecen
la nave que abre el mundo, ni hoy ni entonces,
pero algunas palabras, al trazar una historia,
con su amarga beneza, que no nos abre el mundo,
nos lo hacen habitable.
De unos tiempos sin gloria
a otros sin gloria.
Tal como sucedía
ayer, quien se equivoca no ha de volver atrás.
Sólo el orgullo nos mantiene en pie,
y el miedo a empeorar en adelante.
Las cosas han cambiado.
Y ni más sabio,
ni deseos más puros,
ni más fuerte.
Todo es igual.
Han cambiado las cosas.
Nada de lo que diga importa demasiado,
y todo sigue en el lugar de entonces.
FRANCES HARPER
la madre esclava
¿Escuchaste
ese chillido? Se elevó
tan
salvajemente en el aire,
que
parecía como si un corazón agobiado se
rompiera
de desesperación.
¿Viste
esas manos tan tristemente juntas,
la cabeza inclinada y débil,
el
estremecimiento de esa forma frágil,
esa mirada de dolor y pavor?
¿Viste
el ojo triste e implorante?
Cada
una de sus miradas era de dolor,
como
si una tormenta de agonía
azotara
el cerebro.
Es
una madre pálida de miedo,
Su
hijo se aferra a su costado,
Y en
su kyrtle trata en vano
de
esconderse Su forma temblorosa.
Él
no es de ella, aunque ella soportó
por
él los dolores de una madre.
Él
no es de ella, aunque su sangre
corre
por sus venas.
Él
no es de ella, pues manos crueles
pueden
desgarrar con rudeza
la
única corona de amor hogareño
que
une su corazón roto.
Su
amor ha sido una luz gozosa
Que
sobre su camino sonrió,
Una
fuente que brota siempre nueva,
En
medio del desierto salvaje de la vida.
Su
palabra más ligera ha sido un tono
De
música alrededor de su corazón,
Sus
vidas un riachuelo fusionado en uno—
¡Oh,
Padre! deben separarse?
Lo
arrancan de sus brazos circulares,
Su
último y afectuoso abrazo.
¡Vaya!
nunca más sus ojos tristes
mirarán
su rostro lúgubre.
No
es de extrañar, entonces, que estos gritos amargos perturben
el
aire que escucha:
es
una madre, y su corazón
se
rompe en la desesperación.
LUIS ROGELIO NOGUERAS
Labios sim beijos
Otra
boca besa la boca que mi boca ya no besa
otras manos tocan las manos que mis manos
ya no tocan
otros ojos se miran en los ojos que ya no ven
mis ojos
boca
que te fuiste
manos que se fueron
ojos que se fueron
mi
mano escribe el poema
que mi boca no quiere repetir, no
que mis ojos no quieren leer, no
mi mano escribe el poema de tu boca
(que tampoco repetirá tu boca)
el poema de tus ojos
(que tampoco leerán tus ojos)
el poema de tus manos
(que tus manos no tocarán)
se
fue la boca, sí
se fueron las manos, sí
se fueron los ojos, sí
sólo
queda el poema
manco
ciego
mudo
FRANCISCO MADARIAGA
Empalme de caminos
Suave
como las moscas o las ratas de la colina,
así cantaba el leproso Hilarión contra su sangre.
Una avispa alazana le bordeaba el vino
y el hurón de un gitano le rondaba la carne.
¡Ah
tiempos, en Julio!
Un mendigo en la helada forastera.
Su
ataúd es la alborada
El
tiempo arrasará todas las rosas:
las florecidas,
las heridas,
las que tienen los labios del verano
como cortaderas carmesíes,
pero volverá el amor de las recolectoras de las rosas,
y la caridad encendida del color del horizonte,
donde se prenden las lámparas de las palmeras al paso del ferrocarril,
oloroso de ciudades y de esteros.
Pasa el entierro del cuerpo de un sueño,
pero su ataúd es la alborada.
HORACIO CASTILLO
Tuerto rey
Esta
mosca que desova en el pantano
y vuela de mejilla en mejilla, de párpado en párpado,
ha traído la peste a nuestros ojos: ya no vemos
las nubes sobre los techos de la aldea,
la sombra de la garza remontando la corriente.
Pero al atardecer, cuando bajamos a la orilla del río
y el tuerto coronado de oro repite su relato,
descubrimos a través de su boca grandes señales en el cielo,
sangre de su ojo que sueña por la tribu.
ZÉNO BIANU
Antes
de reinventarme
Al infinito
Piedra libre
Libre de cabalgar la brisa
Libre
De no solamente tensar las cuerdas
Mas de tensar la música
Hasta crear
Un muro de ruido negro
Y hacer descender las notas
Del paraíso
En un sexo de loba.
