miércoles, 25 de mayo de 2022

FRANCES HARPER

 

 

 

 

la madre esclava

 

 

¿Escuchaste ese chillido? Se elevó

   tan salvajemente en el aire,

que parecía como si un corazón agobiado se

   rompiera de desesperación.

 

¿Viste esas manos tan tristemente juntas,

   la cabeza inclinada y débil,

el estremecimiento de esa forma frágil,

   esa mirada de dolor y pavor?

 

¿Viste el ojo triste e implorante?

   Cada una de sus miradas era de dolor,

como si una tormenta de agonía

   azotara el cerebro.

 

Es una madre pálida de miedo,

   Su hijo se aferra a su costado,

Y en su kyrtle trata en vano

   de esconderse Su forma temblorosa.

 

Él no es de ella, aunque ella soportó

   por él los dolores de una madre.

Él no es de ella, aunque su sangre

   corre por sus venas.

 

Él no es de ella, pues manos crueles

   pueden desgarrar con rudeza

la única corona de amor hogareño

   que une su corazón roto.

 

Su amor ha sido una luz gozosa

   Que sobre su camino sonrió,

Una fuente que brota siempre nueva,

   En medio del desierto salvaje de la vida.

 

Su palabra más ligera ha sido un tono

   De música alrededor de su corazón,

Sus vidas un riachuelo fusionado en uno—

   ¡Oh, Padre! deben separarse?

 

Lo arrancan de sus brazos circulares,

   Su último y afectuoso abrazo.

¡Vaya! nunca más sus ojos tristes

   mirarán su rostro lúgubre.

 

No es de extrañar, entonces, que estos gritos amargos perturben

    el aire que escucha:

es una madre, y su corazón

   se rompe en la desesperación.

 

 

 

 

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