martes, 27 de octubre de 2020

JOSÉ MARÍA PARREÑO



 

De poder elegir...

 

 


De poder elegir

sería una brizna

una gota

una gata

 

belleza

o no belleza

sin esfuerzo

armonía inédita

de la casualidad

 

de poder elegir

habría sido un paul klee:

un universo de colores libres

roturado sin vergüenza ni pena

un espacio tensado con humor

 

de poder elegir:

una patria digna

un rictus jovial

un pecho bastante para el corazón

 

de poder elegir

 

LUIS ZALAMEA BORDA

 


 

Germinación del alba

 



Dueña de los crepúsculos,

tú en mí todo lo sabes y me has visto llorar.

conoces mi congoja cuando la tarde llega

meciendo entre su eclipse mi diaria solitud.

Es el instante de la partida, la fuga del poniente

que tú ya has compartido

en mi zozobra viva, en mi sed de vagar.

 

Ah niña que sollozas entre mis brazos trémulos,

tu miras a la tarde como se mira el hijo,

como se mira el pan.

Y me miras a mí desde tu inmediata lejanía

como se mira el fuego, como se mira el mar.

(Mirada incierta, en espera,

como trigo sin pilar ante el molino.)

 

Señora del ocaso,

vuelve hacia mí tus ojos

a la hora tremenda del ciprés,

en que la luz se alarga, en que todo se va.

Dime con tu mirada que tú ya no me dejas,

que estás siempre conmigo

cuando los potros de la noche oímos cabalgar.

 

Y tú estarás aquí.

No viviré en cada atardecer mi escape

ni ahogará entonces las sombras mi cantar.

Estás aquí, realidad y mujer,

y eres en la penumbra

el sosiego anhelado,

el faro vislumbrado,

el ancla suspensa entre la luz.

 

 

CARLOS LOPEZ NARVAEZ

 

 

 

En azul

 



Azul como el delirio, azul como la hora

en que cruza tu sombra mi fiebre desvelada;

azul como el más bello cuento de Scherezada,

azul como la noche de una leyenda mora.

 

Azul como la llama convulsa que devora

la mirra alucinante de la orgía sagrada,

parece que de todo lo azul fuese formada

la veste que te ciñe sensual y triunfadora.

 

De cálidas neblinas irrigan un paisaje

fugaz y caprichoso los visos de tu traje;

el aire entre sus pliegues tornasola suspiros ...

 

Y bajo la tormenta que aviva el sortilegio,

tu cuerpo resplandece, desnudo, lácteo, egregio,

prisionero en un móvil palacio de zafiros.

 

 

AUSIÁS MARCH

 

 

 

Busquen las gentes fiestas con alegría...

 



Busquen las gentes fiestas con alegría,

alabando a Dios, entremezclando deportes;

que plazas, calles y deleitosos jardines

se llenen con los relatos de grandes gestas;

y vaya yo los sepulcros buscando,

interrogando a las almas condenadas,

que me responderán, pues no están acompañadas

sino por mí en su perenne lamento.

 

Cada cual busca y quiere a su semejante;

por esto no me agrada el trato con los vivos.

Al imaginar mi estado, se tornan esquivos;

como de hombre muerto, de mí toman espanto.

El rey ciprio, prisionero de un hereje,

no es a mis ojos desventurado,

pues lo que quiero jamás será logrado;

de mi deseo médico alguno podrá curarme.

 

Como Prometeo, a quien el águila come el hígado

y siempre brota de nuevo la carne,

y jamás termina el pájaro de devorar;

más fuerte dolor que éste me tiene asediado,

pues un gusano me roe el pensamiento,

otro el corazón, y de roer no cesan,

y su trabajo no podrá interrumpirse

sino con aquello que es imposible de lograr.

 

Y si la muerte no me infiriese la ofensa

-alejándome de tan placentera visión-,

no le agradecería que vista de tierra

mi desnudo cuerpo, quien no piensa perder

el placer, pues tan sólo imagina

que mis deseos no pueden cumplirse;

y si mi postrera hora ha llegado,

término tendrá también el bien amar.

 

Y si en el cielo me quiere Dios albergar,

amén de verle, para cumplir mi deseo

será preciso que allá me sea dicho

que mi muerte vos tenéis a bien llorar,

arrepintiéndoos de que por vuestra poca merced

muriese un inocente, mártir por amaros:

pues el cuerpo del alma separaría

si en verdad creyese que de ello os doleríais.

 

Lirio entre cardos, vos sabéis y yo sé

que bien puede morirse por amor;

si creéis que en tal dolor me hallo,

no os excederéis, poniendo en ello plena fe.

 

 

Versión de José Batlló

 

FERNADO CHARRY LARA

 

 

 

Jardín nocturno

 


 

La mancha del cielo azul, sombras de árboles, sombras de nubes,

y alrededor muros, ruinas, piedras que en el silencio

son frío, si la mano, si el pensamiento las roza.

De noche, retraído y apasionado,

contemplar desde allí lo lejano.

Olvidado de sí, hambriento del mundo,

vagar entre luces, ciudades, veranos. Mas luego como

cuando uno, sin saberlo,

extiende por mares su corazón

y regresa al solo sitio en que sueña:

                                                               ha pasado

el tiempo, y sin embargo

está el fulgor lunar sobre la vida. Así ilumina,

así entristece viril

al hombre la soledad de su delirio.

 

 

De: "Los adioses"

 

SAINT KABIR


 

 

84

 


 

El Mendigo mendiga, pero no alcanzo a verlo.

¿Qué le pediré al Mendigo? Me da sin que yo le pida nada.

 

Kabir dice:

Soy suyo, y dejo que se cumpla el destino.