domingo, 22 de mayo de 2016


ESDRAS PARRA




Cada dificultad me condiciona...



Cada dificultad me condiciona
pero cómo evitarlo
cómo cerrar los ojos
y que no me importe morir
que el abismo pregunte por mí
y en cada puerto donde toque tierra
y sé que nada me pertenece
comience mi historia
y que ésta sea un regreso al polvo
a través de hilos oscuros.




CELIA VIÑAS OLIVELLA




Canción tonta de los niños en marzo



Marzo, marcero,
buen carpintero,
luz sin arrugas,
cuchillo al viento.
Ventecico murmurador,
marzo, marcero,
verde el color.
Marzo, marcero,
sol pinturero,
las margaritas
oro en el suelo.
Ventecico murmurador,
nieve en la sierra
y el ruiseñor.
Marzo, marcero,
gran caballero,
sombrero azul,
flor en el pelo.
Ventecico murmurador,
crece la espiga,
nace la flor ...
¿Qué quieres, marzo,
marzo, marcero?
La anunciación.
San Gabriel quiero,
y San José
venga el primero.
     


ANA MUELA SOPEÑA




Llanto por Beirut

                       A las víctimas del 12-N



Los muertos nos escuchan en sus tumbas
y nos piden que oremos por la paz.

Somos la unión del mundo
en nuestra luz.

Entonamos plegarias
por la hermandad de hombres y mujeres.

El atentado de Beirut
nos sume en el dolor más infinito.

Sabemos de memorias
que acaparan el árbol de la sombra:
los muertos nos escuchan.

El Líbano se viste de luto riguroso,
el mundo se conecta
y solloza por todas las víctimas...


MARIANELA PUEBLA



  
Encadenada



A un espacio infinito que tácitamente muestra sus barreras.
Encadenada a brazos legendarios que aprietan con gélidos comandos.
A un paso aventurero y al rumor de adioses que se quedan
impregnados  a las paredes del alma.


Vivir sintiendo el peso de cadenas que no  dan libertad
y te obligan a seguir el mismo deber día a día,
cargando dolores milenarios escondidos en la impunidad del tiempo.
De madre a hija, de madre a hija,
pecados impuestos por un mundo que te fuerza a inclinar la cabeza,
sin derecho a rebelarte,
pendiendo sobre ti el peso de la condena, la tortura o la muerte,
como si los siglos no hubieran pasado y todo fuera una cruel pesadilla.


Sin embargo, bajo  el telón del progreso
estás ahí, desvalida, viviendo el ayer, la esclavitud del sexo,
encadenada a una privación injusta en el avance de la tecnología,
sufriendo la miseria que reglas masculinas han elaborado para ti.
Sin  futuro,
como alimaña de carga, entregas a tus hijos
que se desparraman por  un mundo desagradecido
y traspasas tus dolores a las hijas que seguirán los caminos del hombre,
imposición que  se destaca en el Medio Oriente, África,
en las comunidades indígenas,
bajo las tiranías.


Encadenada a una existencia primitiva y  aberrante
sin ver la luz, sin horizonte.
Un laberinto deshabitado de rincones para el descanso.
Una cárcel construida para ti
sin tu consentimiento,
ajena y desprovista  de lo más elemental para subsistir
el rigor del suplicio.


Encadenada,
atada,
humillada.
Sin protección, sin voz ni lugar, siempre al paso del amo,
del hombre que te compró,
del que te cambia por un saco de trigo.
Del que se queda con tu inocencia.
Vas por un camino de ciegos, sordos y mudos
masticando tu desdicha,
lapidada públicamente por atreverte a amar.
Sometida a la circuncisión de tu clítoris a temprana edad.


¿Quién eres,
que recibes tantos vejámenes año tras año?
¿Cuándo acabarás por  rebelarte en masa 1, protestar hasta el infinito,
dar vuelta a la moneda 2, tomar las riendas de tu vida?
¿Cuántas más de ti tendrán que morir sacrificadas,
en manos de un carcelero,
verdugo,
asesino?
¿Cuántos días de las madres faltan para que  recibas
el trato afable, el respeto que mereces? ¿Las llaves de tu libertad?



EMILIO PRADOS




Cantar triste



Yo no quería,
no quería haber nacido.

Me senté junto a la fuente
mirando la tarde nueva...

El agua brotaba, lenta.
No quería haber nacido.

Me fui bajo la alameda
a ocultarme en su tristeza.

El viento lloraba en ella.
No quería haber nacido.

Me recliné en una piedra,
por ver la primera estrella...

¡Bella lágrima de estío!
No quería haber nacido.

Me dormí bajo la luna.
¡Qué fina luz de cuchillo!

Me levanté de mi pena...

(Ya estaba en el sueño hundido).

Yo no quería,
no quería haber nacido.


JAIME LABASTIDA



  
Como dura puerta                                          Para Valentina



Aprieto mis espuelas
en el ijar de consonantes,
me simplifico de este modo longitudes.
Sé lo que digo.
Me brotan letras unidas en un signo:
el de tu nombre.
Y estoy como mareado
de tanta resonancia total.
Maduré para ti horas enteras
y llegué a tu camino por derecho.

Y sin lóbrega luz me voy ahora
hasta tus pasos.
Sosténme, te sostengo.
Apóyate, me apoyas.
Caminemos ya juntos,
pueblo, mujer míos.

 
De "La feroz alegría" 1965