jueves, 18 de septiembre de 2025

CARLOS CASTILLO ARMAS


 

SARAI CAVERO PACCO

 


 

10. Qué pena

 


Feliz, con cuatro cigarrillos salí,

el frío en las manos, pensándote.

El clima, maldito, me dio su permiso:

pensarte de nuevo, sin ningún juicio.

La plaza sin luz, el templo cerrado,

la cruz encendida, el paso callado.

A una cuadra más abajo, el destino:

muerto y oscuro, igual que el camino.

El hostal con la puerta entreabierta,

los cuartos sin vida, la calle desierta.

Otras parejas entraban riendo,

y yo, celosa, por dentro ardiendo.

Una anciana y una joven me vieron,

¿por el humo o el luto que no entendieron?

No lo sé, pero sus ojos se clavaron,

y mis pasos del recuerdo, regresaron.

Se agotaron los cigarrillos

esa fachada me hizo temblar.

¿Qué gratos recuerdos?, ¿qué travesura?,

una sonrisa venció la amargura.

Qué pena,

yo aquí, sin razón,

reviviéndote a trozos,

con tímpanos rotos

de tanto escucharte

adentro del pecho,

como si tu eco

fuera mi techo.

 

 

EMMA VAMARÍ

 

 

Las fantasmas de Santa Mónica (fragmento)


VIII

 

Chunches nacimos, mamá.

Mamá Mónica.

Chunches nacimos entre las piernas

  y chunches nos habíamos de morir.

Virtud del arte, tal vez,

  o pena de la astucia;

el arte sabe descollar en los chunches

que nítidos llegan a las cuerdas enmohecidas

y las poesías se empujan por papiros vitrificados,

miran al cielo, te llaman

irradiados por la ira, tu sangre,

la arena que quedó en penumbras

al alzarse la cruz, y allí estuvimos, mamá, ¿te acuerdas?

¿Te acuerdas de la espalda de María

corriendo entre nuestros dedos como esa arena?

No nos consta qué tanto de igual o distinto

tienen aquellas nubes a las que hoy

durmieron en tu mirada.

Mamá, te esperamos

chapeadas y taquicárdicas bajo el mediodía,

pero llegaste tarde a este tu santuario.

Si nos buscas, podríamos encontrarnos

en esta Puebla metamorfoseada,

o entre las pisadas fantasmagóricas

de nosotras: los chunches nuevos.

 

 

 

 

FABIÁN GUERRERO OBANDO

 

 

V

 

Veo esa caja por dentro. La oscuridad abajo

 


Veo esa caja por dentro. La oscuridad abajo

Y lo que recoge.

El polvo que gira lento como si tomara aire

O temiera algo.

 

Si fuera posible,

Limpiaría la caja para neutralizarlo.

 

Pero es crudo el tejido epidérmico

Que se acumula en el fondo.

 

Esto gris en lo pardo.

 


De: “Tardía calma”

 

 

JAIME SÁNCHEZ MARÍN

 


 

El modelo rojo, 1937

 

 

flotando en los últimos vapores del Alzheimer

recorriendo un sendero intuido en un campo de portafotos

como lápidas de arcilla heridas por luces que parpadean

mamíferos lentos cercan desde arriba mi conciencia

erguida sobre baldosas rojas

descalza frente a los troncos negros

aún humeantes

arrancando la piel borrada de una naranja

  

De: “Magritte”

 

 

NAIM FRASHËRI

 

 

El tiempo ido

 

 

Descansado y sosegado

me echo a un lado a sollozar,

con corazón abrasado,

no hay consuelo en mi pesar.

Cual ave que cae y muere

cubre el terreno la nieve,

bajo el alar se guarece

y mísera permanece.

Ves cómo cae la nevada

y el infortunio disciernes,

mundo insulso, sombra vana,

a afanarte no te atreves.

No ves ni flores ni hojas,

por doquier más frío y hielo,

calma esta la vida toda,

desolado el universo.

Clara de huevo la tierra,

ni hojas ni capullos gasta

tu corazón, pasión negra,

es como flor encarnada.

No ves familia ni amigos,

tampoco niños ni hogar,

tu esperanza ha fenecido,

como el rayo al irradiar.

Gacha tienes la cabeza,

cierras los ojos, meditas

y suspiras mientras piensas

con añoranza infinita.

No creas que está dormido

cuando lo veas calmoso,

cabizbajo y abatido,

que está despierto del todo.

Dice para sus adentros:

¡ah, se fue, huyó el buen tiempo,

lo que quiero, vano intento,

no ha de volver ni queriendo!

¡Ay, árboles venerables,

os veo sin flor ni hojas,

pelados y miserables,

secos y yermos de fronda!

Como vosotros truncado,

dije en mi desierta vida:

¡cuántas hojas me arrancaron

que, al caer, pierdo de vista!

Vosotros campos y montes

que no esperaba alterados,

poco a poco, lentamente,

parece que habéis mudado.

Ah, sois otras al parecer,

tú, luna, lindas estrellas,

de cuando os miraba ayer,

de un negro velo cubiertas.

Mi tiempo de la niñez,

a la carrera pasaste,

al mismo Dios te rendiste

y de mí tú te olvidaste.

Tú todo me lo mostraste,

lo bueno, fuerte y hermoso

mi gozo multiplicaste

y me hiciste deseoso.

¡Y este infausto corazón

en este tiempo mezquino

continuamente asustado,

ya no parece ni el mismo!

El tiempo nos arrebata,

lo querido y que tenemos,

¡Ah, que farsa más ingrata,

como fuimos no seremos!

¡Hágase cuanto tú ordenes,

Señor nuestro por los siglos!

¿Por qué a los ojos se viene

el pobre tiempo que es ido?

 

Versión de María Roces González

 

JAVIER CLAURE COVARRUBIAS

 


 

La vida es la vida como un rayo en caída 

 

 

La vida es la vida como un rayo en caída

nadamos en el vientre materno

y adivinamos en las noches de mil lunas

el día de los tiempos

para jugar a las rondas de Mistral.

La vida es la vida como un rayo en caída

abrigamos ilusiones y cuidamos a nuestros hijos

caminamos a tientas

con la faena del diario vivir en la nuca

y muchas veces hacia un espejismo

que ha brotado de los troncos dolientes del planeta.

La vida es la vida como un rayo en caída

plantamos árboles para ver en sus frutos nuestros sueños

guardamos recuerdos en las fotos

nada es eterno en la rueda de la existencia

nadie tiene la verdad absoluta

el sable que nos protege

es también el que juzga y nos castiga.

La vida es la vida como un rayo en caída

pasan los años, pasan las nubes, pasan los barcos

somos agua

somos fuego

somos aire

y somos tierra.

 

De: “¿De qué espejo está hecha la vida?”