10. Qué pena
Feliz,
con cuatro cigarrillos salí,
el
frío en las manos, pensándote.
El
clima, maldito, me dio su permiso:
pensarte
de nuevo, sin ningún juicio.
La
plaza sin luz, el templo cerrado,
la
cruz encendida, el paso callado.
A
una cuadra más abajo, el destino:
muerto
y oscuro, igual que el camino.
El
hostal con la puerta entreabierta,
los
cuartos sin vida, la calle desierta.
Otras
parejas entraban riendo,
y
yo, celosa, por dentro ardiendo.
Una
anciana y una joven me vieron,
¿por
el humo o el luto que no entendieron?
No
lo sé, pero sus ojos se clavaron,
y
mis pasos del recuerdo, regresaron.
Se
agotaron los cigarrillos
esa
fachada me hizo temblar.
¿Qué
gratos recuerdos?, ¿qué travesura?,
una
sonrisa venció la amargura.
Qué
pena,
yo
aquí, sin razón,
reviviéndote
a trozos,
con
tímpanos rotos
de
tanto escucharte
adentro
del pecho,
como
si tu eco
fuera
mi techo.
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