jueves, 7 de septiembre de 2017


JOSÉ CORONEL URTECHO




Febrero en la azucena



Ya está seco el camino del río al valle y secos los senderos.
Ya el río enseña el espinazo de piedra de su raudal como
un potrillo flaco la fila de sus vértebras
Ya un friso oscuro marca en los paredones de la orilla el
nivel que alcanzó la crecida en el invierno
Ya brilla el sol en los bancos de arena
Verano

Ahora es cuando salen a calentarse en los bancos
de arena los lagartos. Donde sale una
hembra salen pequeños machos. Sale uno
grande que los ahuyenta con ruidosos
colazos. Como un hombre pesado que in-
tenta hacer la planca, torpemente se
levanta sobre sus cortas patas y avanza
hacia la hembra inconmovible, oscilando
el extremo de la cola. Con la palanca
de su larga trompa quiere volcarla. Va-
rias veces la empuja bajo el codillo.
Por fin la vuelca y la tiene indefensa.
Ahora es cuando bajan las manadas de chanchos de
monte de las montañas a los llanos para
comer coquitos. Se oyen de lejos los
chasquidos de sus dientes. Las crías van
aparejadas a las madres rozándoles las
costillas. Los machos buscan las hembras
cuando sombrean y se bañan en los charcos.
Ahora es cuando los tigres siguiendo a las manadas
de los chanchos amenazan a los ganados
que también han bajado a los llanos. Los
leones pumas cazan terneros. El tigre
osado y el león ya cebado de la carne del
cerdo, roban chanchos caseros junto a los
mismos ranchos del caserío. Se oyen
las hembras bramar de noche y el ronco bramido
bajo los machos. Y el grito, el grito,
el grito insondable del oso caballo.
Ahora es cuando aparece una pareja solitaria
de pelícanos que llegan todos los años
desde el mar. Y las parejas de martimpeñas
bailan con lento paso militar durante días.
Ahora es cuando suben al río los róbalos de
mar para el deshove.
Ahora es cuando encuentran viscosos nudos de
víboras.

CeloEs el tiempo en que abunda la caza en donde quiera.
Cususcos o armadillos cruzan por los senderos
meterse en sus hoyos. Los perros se fasti-
dian de perseguir guatusas. En criques y que-
bradas se ven guardatinajas o tepescuintes.
Se hallan venados en los tacotales. Venados
de ramazón. Venados cabros. Es posible aga-
rrar cachorrillos de tigre y manigordas
o tigrillos de piel de terciopelo. Dantitos pintos y
venaditas temblorosas. Y también nutrias o perros de
agua de piel más suave que la gamuza.
Es el tiempo de las pavas, las perdices, las gongolonas, las
becadas o chochas que llaman chúes los niños y
sobre todo de las palomas. Paloma tora. Paloma
posolera. Paloma azul. Paloma patacona. Y la paloma
penadora que da un quejido breve, profundo y espa-
ciado que no se sabe de dónde viene cambia de sitio
y causa angustia. Es el tiempo que dan los marañones en el marañonal
de Larios Es el tiempo de los nidos y de los huevos de colores.
FecundidadHan florecido todos los árboles. Los corteses
están tupidos de flores amarillas y alzan sus copas en
el sol haciendo alarde de su amarillo apasionado.
Brillan, refulgen a lo lejos como las legendarias cúpu-
las de oro de las siete ciudades. Los robles están
cuajados de crespas flores nacaradas. Laurel y sota-
caballo perfuman todo el aire con la fragancia de sus
blancos ramilletes. El capirote de flores de un blanco
de espuma. El almendro de monte, moradas,
el hombre-grande, rojas. Y la coaba, lilas.
Han florecido los matorrales, las orillas de los caminos, las
cercas, la humilde escoba de sus florecitas amarillentas.
Cuando ha soplado el viento el río se cubre de
flores y hasta las criques arrastran pétalos.
Vuelan abejas y mariposas.
Han florecido las yedras y las enredaderas de la montaña.
Amapolas. Veraneras.
Han florecido las orquídeas.
Polen
Ya desde ahora anuncia el tiempo de Semana Santa, con
un silbido de penitencia, un pajarito pardo casi invisi-
ble.
El pajarito del Espíritu Santo
Misterio.

Verano en La Azucena.



FRANCISCO BUSTOS




Él



Va cómo torbellino revoltoso
mira hacia atrás sonriendo en silencio
botas bien atadas
sin olvidar lágrimas
dobla esquinas sin dejar caer la vista
No hay tormenta disminuyendo latidos
De tantas penas dibujo un océano en sus pálidas mejillas
¡No importo!
pasó el dorso
puño cerrado
mordió el corazón tragando rabia
escupió lahares
Se ha mordido tantas veces
Ya no quiere
Solo quiere
colgar estrellas brillantes
mientras se cruzan  pájaros agitando alas


MARTA JAZMÍN GARCÍA NIEVES




Sapiencias



Cuando estás dentro de mí
No sé si naces
o llegas del pasado.
No sé si el deseo se hunde
o deviene externo.
No sé si dentro de mí existe
lo que buscas.
No sé si una cáscara.
No sé si el amor.
Sé que mi vida tendida
debajo de tu lámpara
es lo mismo que un tabernáculo
de soledades y concurrencias
que se corresponden
como un abrir y cerrar de luces
cuando los ojos no existen
y yo puedo verte.


JUAN SEBASTIÁN SÁNCHEZ




Rito



No muere quien pone
en otra llaga la sombra en ruinas
quien padece la espera
de lanzar la flecha sin cuerpo

tampoco quien descubre el camino
batiendo en la palma de la mano
el designio sin oráculo

no muere quien se ha sentado en silencio
a escuchar el canto del pájaro

y logra comprender la palabra
con lo cual se escribieron todos los miedos



PABLO FIDALGO




París



Yo soy la prueba de que se debe estar en todo
o no estar.
Di adiós a los aplausos, a las formas hechas,
a la buena educación.
¿Cuántas veces has dicho ya me inventaré algo
y no te lo has inventado?

Un día quise que un hombre pintara mi retrato.
Dijo que yo era imposible y en el cuadro escribió:
obsesión con la edad y la muerte, fe inquebrantable,
la venganza es un plato que se sirve frío.

Esta vez el héroe no tiene cara
porque alguien decidió que no la tuviera.
¿Para ti dar la cara por alguien
no es como alegrarte por alguien?
¿Y quién dio la cara?

¿Entiendes por qué quiero estar lejos de la tristeza?
¿Entiendes que yo no hablo
de que te alegres por mí el tiempo habitual,
que eso no sirve de nada?
¿Entiendes que lo que pido es que te alegres
pase lo que pase
por mí
para siempre?

Yo habito mi dolor y tú lo habitas conmigo.
¿Tú no puedes concebir mi existencia
como la prueba de amor definitiva
a todo lo que no puede ser?



VÍCTOR MANUEL PINTO


  

Arriba:



sobre los hombros,
frente a la nuca,
y detrás de los ojos.