martes, 3 de octubre de 2017


JORGE LARA


  

De las vicisitudes el macho joven en la borrasca del amor tardío



Por dónde irás gato gris
vis plegada con esa gran bolsa de ayeres y tu cara de triste
dónde perdiste la rotunda moneda el mañana
clama precisas ese ventanal al sol que tu aire acidula
ven a la estera grita ruge aúlla
quién te contiene allí qué te recoge
pobre mustio
ahíto
refugiado sin pudor
escuálido tiburón nuestra sangre olisquea
la vida acomete
imprevisto gavilán a la urbe testigo
tigre ahuyentador de escombros en guardia
fosforece te pido
velocidad turquí de picaflor
deleitable alarido
mira que los días escapan no sé
cuánto más juntos a vivirnos
pero saca de ahoramismo el valor
la camisa de fuerza
quítate esa neblina que te opaca el paisaje
agrisando los labios de fontana invencible
el aural de los santos que se mueren de ganas
la cómoda estatuaria del miedo polvoroso
da tu licor más puro
desciñe la escafandra
beso veneno a beso comparte
oxigénate en ansias
tambores resonantes tempestuosos hirsutos astros fieros en pugna
y desde las hordas oscilando canta



CARILDA OLIVER LABRA




Error de magia



¿Sería aquel beso
ya clavándose
sin que supieras darle cuerda
para que saliese a bailar con el domingo?

¿Sería aquel beso
que no quiso mirar el mediodía
y tú, alarmado,
le echaste muchas cosas a ver si lo arrastrabas:
una corriente de merluzas,
el humo del tabaco,
la saliva?

Un beso, nada más que un beso,
sólo un beso,
el simple juego de los labios,
que huyó una noche como perdido de otra alma
y sin saberlo fue tu penitencia.

Todo por un malabarismo sin fortuna,
por un error de magia,
por un ángel hirviendo en la redoma
que al fin se volvió malo
y te tapó la boca.
¿Así que te moriste, mi amor, de pura hambre,
ahogado por un beso
que nunca supo que tenía alas?




FATIMA VELÉZ




Primera orilla



Alejando al cuerpo
del desprendimiento de sus partes
no pudimos evitar que la marea descendiera
y allí
un hombre tendido
abierto
fragmentado
como todo aquello que intentábamos salvar.
Acercamos la mirada
La limpiamos para confirmar que no fuera otra de sus manchas
-cuerpo de hombre confirmamos-
y entonces abrió su voz
abrió su voz y dijo:
“eso que otros han llamado abismo
es lo que yo llamo tierra adentro”

Y si la tierra tembló mientras él me miraba
no fue porque en su cuerpo resucitaran mis raíces
fue porque de nuevo los cielos eran fértiles
y podíamos sembrar jardines que se ondulaban en la nada
porque dimos vida a los mares que crecieron entre peces
porque el cuerpo se mantuvo firme
y fue evidencia
revelación
de que entonces no era la tierra la que temblaba
sino el silencio.



EDGAR VALENCIA




Parque



     I

Mirar el árbol y sentir la sombra
mirar el árbol y entender
por qué las ramas
se corolan con el viento
y con el ave
que habita un nido en lo profundo
mirar la altura hasta el follaje
sentir el árbol y ver la sombra
verlo todo pues no alcanza
la voz para tocarlo.

Chitón el árbol
que no canta
pero pide.

Chitón la copa
en la aspadura
que levanta el dedo
como queriendo decir.

Mirar la altura hasta el follaje
sentir el árbol y ver la sombra
verlo todo pues no alcanza
la voz para tocarlo.

Aquí donde observo
los nombres que digo
se deshojan.



SILVIA EUGENIA CASTILLERO




Luto



Río abajo esta oscuridad
me horada el corazón,
hunde su garra metálica.
Afilados sus cuchillos
congela cualquier intento
de luz, cualquier anuncio
de bálsamos. Girasoles,
vitrinas rivales,
girones de agua sin luz
me acosan, me acorazan,
cobardes los negros
mis manos abandonan,
ateridos los pasos, la luna
de espaldas balancea algo
inalcanzable. Río abajo me
hundo sin ver mi reflejo,
sólo siento el trafaguear
de la negrura
sobre mi deseo.
Un ronco tocar mis células
—atadas, amordazadas—
hasta que grito. Y
con toques agudos
descompreso mis nervios:
es cuando te abandono.


LEONARDO VARELA




Lanzarote



Sobra decirlo todo, pesa
como lluvia la música
y el incendio se aleja exasperado
por las voces que hurtó
de la memoria. Este, mi aprendizaje
a golpes de molino, a trechos
de espada sin saber
si valía la pena tanto gozo
El cuerpo insiste en su caída,
busca en el vértigo su bandera
y en la desolación
los cantares de siesta
de tu nombre. Tal un amargo vino
que pulsara la boca derramada, las venas
tristes por un mar del Norte


De: “Palabras para sobrevivir en el desierto”