lunes, 5 de abril de 2021


 

JOHANN WOLFGANG VON GOETHE

 


 

La novia de Corinto

 

 

Procedente de Atenas, a Corinto
llegó un joven que nadie conocía.
Y a ver a un ciudadano dirigióse,
amigo de su padre, y diz que habían
ambos viejos la boda concertado,
tiempos atrás, del joven con la hija
que el cielo al de Corinto concediera.

 

Pero es sabido que debemos caro
pagar toda merced que nos otorguen.
Cristianos son la novia y su familia;
cual sus padres, pagano es nuestro joven.
Y toda creencia nueva, cuando surge,
cual planta venenosa, extirpar suele
aquel amor que había en los corazones.

 

Rato hacía ya que todos en la casa,
menos la madre, diéranse al reposo.
Solícita recibe aquella al huesped
y lo lleva al salón más fastuoso.
Sin que él lo pida bríndale rumbosa
vino y manjares, exquisito todo,
y con un “buenas noches” se retira.

 

No obstante ser selecto el refrigerio,
apenas si lo prueba el invitado;
que el cansancio nos quita toda gana,
y vestido en el lecho se ha tumbado.
Ya se durmió… Pero un extraño huésped,
por la entornada puerta deslizándose,
a despertarlo de improviso viene.

 

Abre los ojos, y al fulgor escaso
de la lámpara mira una doncella
que cauta avanza, envuelta en blancos velos;
ciñen su frente cintas aurinegras.
Al ver que la han visto
levanta asustada
una blanca mano la sierva de Cristo.

 

-¿Cómo -exclama-, acaso una extraña soy
en mi hogar, que nada del huesped me dicen?
¡Y hacen que de pronto me acometa ahora
sonrojo terrible!
Sigue reposando
en ese mi lecho,
que yo a toda prisa el campo despejo.

 

-¡Oh, no te vayas, linda joven! -ruega
el joven, que de el lecho salta aprisa-.
Gusté de Baco y Ceres las ofrendas,
pero tú el amor traes, bella corintia.
¡Pálida estás del susto!
¡Ven junto a mí, y veremos
cuán benignos los dioses son y justos!

 

-¡No te acerques a mí, joven! ¡Detente!
¡Vedada tengo yo toda alegría!
Que estando enferma hizo mi madre un voto
que cumple con severa disciplina.
Naturaleza y juventud -tal dijo-,
al cielo en adelante
habrán de estarle siempre sometidas.

 

Y de los dioses el tropel confuso
de nuestro hogar al punto fue proscrito.
Sólo un Dios invisible hay en el cielo,
el que en la cruz nos redimiera, Cristo.
Sacrificios le hacemos,
mas no bueyes y toros son las víctimas,
sino lo más preciado y más querido.

 

Pregunta el joven, ella le contesta,
y él cada frase en su interior medita
-¿Pero es posible tenga aquí delante;
solos los dos, mi bella prometida?
¡Entrégate a mis brazos sin recelo!
¡Nuestra unión, que juraron nuestros padres,
juzgar puedes por Dios ya bendecida!

 

-¡No me toques, que a Cristo por esposa
destinada me tienen! Dos hermanas
me quedan…, tuyas sean…; yo soy del claustro;
sólo te pido de esta desdichada
alguna vez te acuerdes en sus brazos,
que yo en ti pensaré mientras la tierra
tarde -no será mucho- en darme amparo!

 

-¡No! ¡A la luz de esta antorcha juraremos
cumplir de nuestros padres la promesa!
No dejaré te pierdas para el goce,
no dejaré que para mí te pierdas.
¡A la casa paterna he de llevarte!
¡Ahora mismo la fecha convengamos
en que ha nuestro himeneo de celebrarse!

 

Truecan muy luego prendas de amor fiel;
rica cadena de oro ella le entrega;
rica copa de plata de un trabajo
sin par él brinda a la sin par doncella
-Tu cadenilla no me vale;
dame mejor, amada,
un rizo de tu pelo incomparable.

 

De los fantasmas en aquel momento
suena la hora, en tanto que dichosos
ellos se sienten, y el oscuro vino
se brindan mutuamente, y con sus pálidos
labios sorbe la novia el vino rojo.
Pero del pan que con amor le ofrecen,
abstiénese -y es raro-
de probar tan siquiera un parvo trozo.

 

En cambio, al joven bríndale la copa,
que él ansioso y alegre luego apura.
¡Oh qué feliz se siente en aquel ágape!
¡Del amor ambriento estaba y de ternura!
Mas, sorda a sus ruegos,
ella se resiste
hasta que él, llorando, se echa sobre el lecho.

 

Acércase ella entonces; se arrodilla.
-¡Cuánto verte sufrir me da congoja!
Per toca mi cuerpo, y con espanto
advertirás lo que calló mi boca.
¡Cual la nieve blanca,
cual la nieve fría,
es la que elegiste por tu esposa amada!

 

Con juvenil, con amoroso fuego,
estréchala él entonces en sus brazos.
-Yo te daré calor -dice-, aunque vengas
del sepulcro que hiela con su abrazo.
¡Aliento y beso cambiemos
en amorosa expansión!
¡Un volcán es ya tu pecho!

 

Préndelos el amor en firme lazo.
Lágrimas mezclan a su goce ardiente.
De un amado en la boca fuego sorbe
ella, y los dos a nada más atienden.
Con su fuego el joven
la sangre le incendia;
¡mas ningún corazón palpita en ella!

 

Por el largo pasillo, a todo esto,
la dueña de la casa se desliza;
detiénese a escuchar junto a la puerta,
y aquel raro rumor la maravilla.
Quejas y suspiros
de placer percibe;
¡los locos extremos del amor compartido!

 

Inmóvil junto al quicio permanece
la sorprendida vieja, y a su oído
llega el eco de ardientes juramentos
que su senil pudor hieren de fijo.
-¡Quieto, que el gallo cantó!
-¡Pero mañana a la noche!…
-¡Vendré, no tengas temor!

 

No puede ya la vieja contenerse;
la harto sabida cerradura abre.
-¿Quién es la zorra -grita- en esta casa
que al extranjero así se atreve a darse?
¡Fuera de aquí, en seguida!
Mas, ¡oh, cielos!, al punto reconoce
al fulgor de la lámpara a su hija.

 

De encubrir trata el frustrado joven
a su adorada con su propio velo,
o con aquel tapiz que a mano halla;
pero ella misma saca, altiva, el cuerpo.
Y con psíquica fuerza,
con un valor que asombra,
larga y lenta en el lecho se incorpora.

 

-¡Oh, madre! ¡Madre! -exclama-, ¿de este modo
esta noche tan bella me amargáis?
De este mi tibio nido, mi refugio
sin pizca de piedad ¿a echarme váis?
¿Os parece poco llevarme al sepulcro
al lograr apenas la flor de mis años?

 

Mas del sepulcro mal cerrado un íntimo
impulso liberóme; que los cantos
y preces de los curas, que acatáis,
para allí retenerme fueron vanos.
Contra la juventud, ¡agua bendita
de nada sirve, madre!
¡No enfría la tierra un cuerpo en que amor arde!

 

Mi prometido fuera ya este joven
cuando aún de Venus los alegres templos
erguíanse victoriosos. ¡La palabra
rompisteis por un voto absurdo, tétrico!
Mas los dioses no escuchan
cuando frustrar la vida de su hija
una madre cruel y loca jura.

 

Por vindicar la dicha arrebatada
la tumba abandoné, de hallar ansiosa
a ese novio perdido y la caliente
sangre del corazón sorberle toda.
Luego buscaré otro
corazón juvenil,
y así toda mi sed han de extinguir.

 

 

SELAM WEARING

 

 

 

Por si no vuelvo

 

 

Está en el salón,
sobre la mesa, una nota en una servilleta
(a lápiz):
aquí yace un hombre que luchó hasta el final;

 

porque yo sé que todo acaba,
pero me gusta pensar que estoy equivocado.

 

 

 

GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA

 


 

Deseo de venganza
(Soneto escrito en una tarde tempestuosa)




¡Del huracán espíritu potente,
rudo como la pena que me agita!
¡Ven, con el tuyo mi furor excita!
¡Ven con tu aliento a enardecer mi mente!

¡Que zumbe el rayo y con fragor reviente,
mientras -cual a hoja seca o flor marchita-
tu fuerte soplo al roble precipita.
roto y deshecho al bramador torrente!

Del alma que te invoca y acompaña,
envidiando tu fuerza destructora,
lanza a la par la confusión extraña.

¡Ven... al dolor que insano la devora
haz suceder tu poderosa saña,
y el llanto seca que cobarde llora!

 

 

 

ANTONIO LUCAS

 

 

 

Lisboa

 

 

Bajas de la muerte, de la dura selva de la página

en blanco,

    sabes del nocturno mausoleo del martes

y de la rosa, de los claustros sumergidos,

    de las lanzas y los yunques de origen absoluto,

de las patas de paloma

como dólmenes oscuros.

  Querías hacer del tiempo capitel helado,

hacer acanto de mis manos temblorosas,

de mi soledad hacer un ramo

de acápites borrachos; pero sé del amor, de su ágil color negro,

del lugar donde los dedos se abren

como escarcha,

  de sus gestos de río, de la sonora soledad

  de tus puñales; sé de tu alianza de luz

y de septiembre, sé del miedo manuscrito…

Enséñame el cadáver de la muerte con su sangre

de jueves bocabajo y el trono del espacio

        del que nunca hemos hablado,

esa poética oculta como una obsesión dulce

        donde has escrito

tu música quebrada.

 

 

De: “Fuera de sitio”

 

 

VASKO POPA

 

 


La casa en mitad del camino

 

 

1

 

Nuestra casa está en mitad del camino

Que une el primer sol con el último

 

Nuestra negra suerte de doradas manos
Fue nuestro único arquitecto

 

Imaginó parece un puente celestial
Una balanza de sol quizás
Y resultó una casa

 

 

2

 

Desde entonces surgen espectros en el camino
Y seres peligrosos y altisonantes
Y comerciantes de sol

 

Desaparecen las casas hermosas
En la lucha entre cielo y tierra
En el rechinar de la oscuridad
En el grito de socorro de la luz
En el pataleo de los cascos sobre el techo

 

 

3

 

Cada tanto el cielo se separa de la tierra
La casa aparece de nuevo en mitad del camino
Aparece hermosa

 

Sí como un puente celestial
Como una balanza de sol

 

 

4

 

El camino sigue ocupado en sus cosas
Une el primer sol con el último

 

Sólo los vientos
Que sirven en torno a la casa
Dispersan el hedor de los cuernos ardidos

 

 

JUAN ANDRÉS GARCÍA ROMÁN

 

  

 

¿Y si nos vamos
tú y yo a un pueblo
a esperar el pan
a la hora del pan

 

bandadas dibujadas
en los platos de un trazo
agricultura
románicaymarrónyrrosa

 

y a la tarde
de un como sol de té
nos decimos Qué has hecho
pues he pintado esto
o has visto qué bonito

 

que desde aquí se ve
estevalleestevalleestevalle
y volamos

volamos tú y yo
en un carro
tirado por un solo
pajarico que canta?