sábado, 17 de agosto de 2019


RABINDRANATH TAGORE





Ramillete

(Del poeta bengalí Satyendranaz Dayta)
    


  Mis flores eran como leche, miel y vino.
  Las até con una cinta dorada, en ramillete,
  pero burlaron mi cuidado vijilante y huyeron lejos;
  y solo me queda la cinta.
  Mis canciones eran como leche, miel y vino.
  Estaban presas en el ritmo de mi corazón palpitante,
  pero tendieron sus alas y huyeron lejos, ¡tesoros de mis horas          ociosas!,
  y mi corazón late en silencio.
  La hermosa que amé era como leche, miel y vino.
  Sus labios, como el rosa del alba; sus ojos, negros como abeja.
  Yo callaba mi corazón, no fuera a asustarla, pero ella se fue,
  como mis flores y mis canciones; y me ha dejado mi amor solo.



RAMIRO FONTE





Viajero



En este lugar extraño
Penó doce lunas. Tres riachuelos partieron.
Uno se fue hacia el otoño,
El otro besó los arenales del verano y las quillas vencidas,
El tercero dos ciudades             
Y un jardín
-El que llamamos Sur-.
Pero ninguno fue secreto manantial
Donde bebe la aurora y calma tu sed
            
Aquel dolor de escalas partiendo a ningún lugar
No pudieron borrarlo
De las íntimas bahías en las que fue tan feliz.
Por el tiempo de las lluvias
Regresó a los edificios
Que bajan hacia el mar cuando diciembre,
Con una llaga de playas y en su corazón
(Colmado hasta las orillas de cúpulas y viento)
No había tristeza.
Con la moneda del canto pagó bien sus deudas,
Quisiera ser nadie en las páginas que el Tiempo
Repasa como las luces de la estación más amada.
Escuchó a los oráculos y no quiso seguirlos.
Es dura la soledad a la orilla de algún puerto mientras esperamos
Y el resplandor deshace las telas de la alta noche.
             

De: “Designium”



SERGIO BADILLA CASTILLO





Alicia



Moustakis es Alicia en Buenos Aires
vecina itálica de las juderías del Once
postrero amor de edad de eternos dioses
Es la juventud que perturba al extranjero en su camino
el año de Perón viejo               muerto de viejo
no hay nada más que hacer         está todo dicho
tus ojos imperdonan mi escapada y algo aumenta
el dolor nocherniego
huyo con un delito imputable en los pliegues del alma
con el rostro oscurecido de impudicias
ferido       ímprobo           frágil
y  el último beso se deslía en una inquieta pesadumbre
La afición vehemente se inmuta en mi cuerpo
Confunde             conturba
en una tienda de campaña
los dos en San Antonio de Areco y Güiraldes
la noche entera cayéndose en estrellas y aerolitos
el fogón lleno de lumbres                 el asado de tira
y Alicia turgente en su pecho



JOSÉ ELGARRESTA





Carta abierta a un poeta



Hoy un amigo me ha regalado su último libro
y lo que dice el libro es que, en definitiva,
sólo querría volar alto en el cielo,
pero se ve reducido a arrastrarse por el fango
que es la vida cotidiana, la de todos los días,
y lo más terrible es que uno se acostumbra
y termina pensando que eso es lo bueno,
chapotear en el barro, y lo otro realmente
no deja de ser una bobada, fantasías infantiles.
Tiene razón mi amigo, hay algo llamado supervivencia
y en su nombre la especie sacrifica al individuo,
la estrella devora a la estrella y el universo se fagocita a sí mismo,
pero como ninguno de nosotros es el universo
nadie sabe de qué va todo eso y pasa de saberlo,
uno se conforma con hallar un hueco y allí,
sin sacar la cabeza del fondo, por si se la pisan,
aguantar mecha hasta la consumación de los siglos,
que es como algunos optimistas llaman
a los pocos momentos que nos quedan de vida.
Bien, tal vez esto sea así y hasta pueda considerarse
un resumen cabal del pensamiento humano,
al menos en cuanto a sus efectos en la mayoría de la gente,
pero debo señalar que un poeta, como mi amigo,
es un grano de arena en la máquina del mundo
y no se contenta con hacerla chirriar,
lo cual es bastante incluso para muchos sabios,
sino que necesita salir de su agujero
y cagarse en los engranajes de la máquina
y saber si, cuando muera, su cabeza reposará en otra cuna
o en la cesta del verdugo, segada por la guillotina de la nada.
Está claro que a los poetas,
aparte de deleitar a la concurrencia con armónicas estrofas,
lo que nos gusta es incordiar,
dar un toque desgarrado al sonido del arpa,
en una palabra: aguar la fiesta.
Es así y nadie tiene la culpa de ello.
Además, si fuera de otra forma,
es posible que incluso hubiera fiesta,
pero no invitados.


SILVIA EUGENIA CASTILLERO





La marea



Entre Eloísa y lo posible
se interpone una luz vacilante;
un temblor
nocturno y denso
se apropia de la habitación,
donde Abelardo
es costra desprendida
de marea índigo sofocante en los ojos:
mientras más combinadas
las facciones, más disueltas.


JOSÉ REGIO





Cartas de amor



¡Óyeme! si es que aún
Me puedes tolerar,
En este papel rasgado
Por las aristas de mi alma,
¡Ay! ¡las absurdas intrigas
Que te quisiera contar!
¡Ay, los enredos,
Los miedos
Y las luchas en que medito,
Sea o no sea por eso,
Sin descansar
Un momento...!
Quien sufre piensa, y el tormento
No es sufrir, es pensar.
El pensamiento
Hace tragar el vómito de hiel...
¡Oye! si soy cruel
En este papel quemado
Con los incendios de mi alma,
Es de rabia porque en balde
Te intento decir sin falsedad
Cosas que, dichas, ya no son verdad...
¿Busco yo decirlas
O intento esconderlas?
¿Busco yo decírtelas
O busco la vanidad
De hablarme más a mí, de modo que me oigan
Esos mismos que desprecio
Y cuya alabanza me es cara?
¡No me creas!
Lo que digo
Antes o después, lo peso;
¡Y no! ¡no es a ti a quien me declaro!
Sé que no me entiendes.
Sé que en cuanto mejor te revelo
Mi mundo profundo,
El fondo del mar,
Los limos de mi pozo,
El antro que es sólo mío (siendo, a pesar de todo, nuestro)
Menos me entenderás,
Tú, ¡mi mitad!
Por eso no me es sino vanidad
Mi amor, mi pretexto
De este miserable texto...
¿Ves cómo soy?
Pero soy peor que esto.
Sabe que si me acuso
Es sólo por el vicio antiguo
De lamerme las manos y arañarme el pecho
¡De exhibirme al Cristo!
Sábete a mi respecto,
Que voy más allá de lo que digo.
Sabe que los males que ahora uso,
Como quien usa
Peluca o dentadura
Son la pintura
Que esconde los más verdaderos,
De otro tenor...
¡Y sabe que soy peor!
Sabe, si es que no lo sabías,
Que tu amor por mí me hizo alcanzar el amor.
Que a ti... ¡quién sabe si te amo!
Sé que me dejan solitario
Ante el gritar de los mundos y de los siglos;
Sé que mi camino es un calvario;
Sé que el silencio
Me ha de sepultar en vida;
Sé que el pavor, la noche, el frío
Serán el jardín de mi ermita;
Sé que siento compasión por mí.
Queda tú, sabiendo así,
¡Querida!
Porque te llamo.
Pero, ¿amarte?
¡No, mi vida,
No! Me redujeron a esto
Sólo a mí me amo.
Ámame tú, si puedes,
Sin intentar esconderme:
Podrías creer que me encontrabas,
Y entonces yo te perdería, y tú tendrías que perderme...
Al menos tú... ¡desiste
A la sobrehumana prueba que te pido;
La más heroica!
La más oscura y más triste
Es esa, y este es mi precio.
Más que el despecho, el odio, la incomprensión
De aquellos por los que pasé sereno,
Extendiendo la mano, afable,
Al frío, pérfido, amable
Apretón de su mano;
Me hiere,
Me pesa en el corazón,
El frustrado amor de los que me interpretan.
¡Ay, bien quisieron amarme!
¡Bien lo intentaron!
Pero nunca me perdonaron
El no ser dominados
Y el no poder dominarme...
Y así nuestro amor fue una lucha
De dos cobardes abrazados.
Entre tú y yo.
Tan profundo es el contrato
Que no puede haber disputa.
No es el pacto
De un pobre apretón de manos:
Entre nosotros, sí o no.
¡Desnúdame... ve si me quieres!
¡Desnúdame con desvergüenza
Que es la hermana del desespero!
¡Ve si me quieres
Sabiendo que yo no te quiero,
Ni te merezco,
Ni merezco ser amado
Por la peor
De las mujeres... !
¿Podrás amarme así?
(¿Cómo explicarme?)
Por alguna cosa que yo fuera,
Pero ¡no por mí, no por mí!

Te beso los pies, mi amor.