miércoles, 12 de noviembre de 2025


 

HUGO LINDO

 

 

XXV

 

 

En la quinta estación,
la del olvido,
se detiene el coloquio de las sombras.

El invierno pasó,
muerto de frío.
Nadie se acuerda ya de su blancura.

Atrás, el tiempo se ha tendido,
muerto,
a no saber, a no soñar, a nada.

Y aquí están los viajeros.
Los de siempre:

—¿Quién eres tú?
¿De dónde?
¿Y a qué vienes?

Calla el viento en las copas de los árboles,
y nadie quiere responder.

Primero fue el otoño,
antes que el hielo.
Y en remolino de oro
dejó caer sus pétalos.

—¿Quién eres, di, quién eres?

Y anteayer,
el estío,
lanza y fuego.
La panoja dorada, el sol ardido,
el amor en la palma de las manos,
la brasa cenital del mediodía.

—Te pregunto tu nombre
y el origen
de tus pies, de tu frente, de tus ojos.

Tiembla en el cielo oscuro,
arriba,
lejos,
una rosa de plata.

—¿Mi nombre?
¿Tuve yo un nombre, acaso?
¿Y en qué tiempo?

En la más alta rama,
abre el búho tenaz su ojo de vidrio.

 

De: “Sólo la voz”

 

 

ASSIA DJEBAR

 

  

Un país sin memoria

 

 

Un país sin memoria es una mujer sin espejo
Bella pero que no lo sabría
Un hombre que busca en la oscuridad
Ciego pero sin creérselo

Mi antepasado un día perdió su noble cabeza
En el combate entre los guerreros
Decapitado su cuerpo ante la mujer fue arrojado
Por el enemigo francés
Fue en mil ochocientos setenta
O setenta y uno
He vuelto a encontrar esa fecha
Diez años después
De que la más anciana de la familia me contara la epopeya
Fue… ¿cuándo mamaíta se produjo esa cólera?
Era el año de la gran miseria
Cuando las mujeres parían antes de tiempo
Cuando los niños de hambruna morían
Y los hombres también en la guerra

Mi antepasado un día perdió su noble cabeza
En el combate entre los guerreros
Y la historia contada se repite
Rocío sobre las hojas de la noche
Pupilas en el blanco de los ojos del olvido
Maravillas en los sueños de una niñez atenta
Y la historia se repite junto a la brasa
Con palabras quebradas
Y voces que se buscan
Y ancianas despreciadas
Porque no hablan francés

Un país sin memoria es una mujer sin espejo
Un hombre que busca en la oscuridad.

  

De: “Poemas para una Argelia feliz”

Versión de Souad Hadj-Ali Mouhoub.

 

Nota: Assia Djebar, seudónimo de Fatma Zohra Imalayene

 

ENRIQUE JARAMILLO LEVI

 


 

Simultaneidades inconexas

 

 

I

Tengo la reiterada impresión
de que día con día
hacia atrás navega el tiempo.
Lenta a veces, veloz otras,
se va metiendo por los vericuetos
de cuanta cosa existe
incluido cada resquicio
de mi ser atribulado.

 

II

Los espejos, que sin duda
tienen su propio ámbito,
no registran el proceso
aunque sí me reflejen,
lo cual es peor.
Por eso sé que sería
del todo inútil su abolición.

 

III

La escritura, en cambio,
solidaria a su manera,
comprende al menos
cómo cada instante envejezco.
Sabe que con cada palabra
que plasmo en este poema
–inevitablemente provisional–
se me fortalece la respiración:
ésta que me mantiene vivo
un tramo más, al menos uno.

 

IV

Cada instante
que transcurre furtivo
procurando evadir
dentro o fuera de la escritura
el paso ominoso del tiempo
sabe,
contundente,
que una vez más
en las tinieblas de la noche
y en seguida cada día que empieza
para casi enseguida desaparecer,
empiezo a morir.

 

 

RAFAEL SARAVIA

 

 

 

Esta revolución mía nació con la insignia de la derrota y por eso siempre triunfa desde abajo. No pide nada más que poder decir con suavidad. No necesita mucho más que silencio para conquistar el discurso. Cuando grita lo hace con un blues o una gaita ancestral, siempre traspasando el indecoroso precepto del entendimiento. A veces se me escapa. Siempre con cierta vocación mesiánica. Intuye que si yo la sigo su realidad ya se justifica. Y casi siempre me convence.

 

AICHA DJELLAB

 

 

 

La orfandad me dispersa como hojas de otoño
mientras rebusco mi poesía en las brasas, me aso como el pan
La edad son flores que la nostalgia desmorona en el jardín de un corazón apasionado
Hemos envejecido después de tu muerte, padre
Como han envejecido nuestros días, nuestros sueños y nuestra vida reluciente
Con tu ausencia la casa se ha hendido y hundido
sus puertas… sus paredes han menguado por carecer del cariño de tus manos
se ha convertido en ruinas que gimen entre los dientes de los años
Nos has dejado… sin nadie que nos apoye en los momentos de fragilidad
sin ningún corazón que nos proteja de nuestros miedos
mientras el viento está a punto de volar nuestro techo.

 

De: “Fragmentos de mí misma”

Version de Souad Hadj-Ali Mouhoub.

 

 

EDINSON ALADINO

 

 

 

Gastón Baquero se convierte en pez

 

 

El pez de tinta morada,
el pez que trasegó por las aguas del Caroní,
el pez que vio los colores del leopardo
y aspiró el perfume de las flores de abedul,
el pez que siguió un río balsámico
por las selvas del Indostán
y despertó convertido en un niño,
el pez que es una isla milenaria
o un jardín asirio retoñando en Madrid,
el pez que rememora con la escritura del poeta
las otras vidas en donde era feliz.