"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 18 de noviembre de 2015
EUNICE ODIO
Si pudiera abrir mi gruesa flor...
Yo no me dejar humillar por las cosas irracionales:
penetrar lo que haya en ellas de sarcasmo hacia mí
haré que las ciudades y civilizaciones se me rindan.
W. Whitman
En un lugar de la Mancha de cuyo nombre
no quiero acordarme...
Cervantes
no quiero acordarme...
Cervantes
Eunice andaba en el sueño
con zapatos de vigilia,
¡ay, Eunice, por tus pies
te van a negar el día!
Eunice Odio
con zapatos de vigilia,
¡ay, Eunice, por tus pies
te van a negar el día!
Eunice Odio
Si
pudiera abrir mi gruesa flor
para ver su geografía íntima,
su dulce orografía de gruesa flor:
si pudiera saltar desde los ojos
para verme, abierta al sol,
si no me golpeara de pronto, en la mejilla,
esta reunida sombra,
esta orilla de silencio
que es lo que ciertos pañuelos a la lágrima,
un aposento blanco, descubierto.
Si pudiera quedarme abierta al sol
como el sencillo mar
y alta, recién nacida hija del agua,
creciera mi color al pie del agua.
Por qué no he de poder desnudarme los pies
en una casa en que los alfabetos ascienden
por el labio a la palabra, y en que duendes de menta,
sirven té verde y florecida sombra.
Por qué no he de poder
desnudarme los pies en una casa
en que todos los días
un año desviste su estatura melancólica,
y en que la costa azul de un relicario
guarda el retrato de un vecino de mayo que se ha ido.
Sin embargo
no puedo desnudarme los pies en esta casa
ni poner sobre la mesa el corazón.
Pero puedo abrirme como una flor
y saltar desde los ojos para verme,
abierta al sol.
Granada, Nicaragua, Junio 12 de 1946
para ver su geografía íntima,
su dulce orografía de gruesa flor:
si pudiera saltar desde los ojos
para verme, abierta al sol,
si no me golpeara de pronto, en la mejilla,
esta reunida sombra,
esta orilla de silencio
que es lo que ciertos pañuelos a la lágrima,
un aposento blanco, descubierto.
Si pudiera quedarme abierta al sol
como el sencillo mar
y alta, recién nacida hija del agua,
creciera mi color al pie del agua.
Por qué no he de poder desnudarme los pies
en una casa en que los alfabetos ascienden
por el labio a la palabra, y en que duendes de menta,
sirven té verde y florecida sombra.
Por qué no he de poder
desnudarme los pies en una casa
en que todos los días
un año desviste su estatura melancólica,
y en que la costa azul de un relicario
guarda el retrato de un vecino de mayo que se ha ido.
Sin embargo
no puedo desnudarme los pies en esta casa
ni poner sobre la mesa el corazón.
Pero puedo abrirme como una flor
y saltar desde los ojos para verme,
abierta al sol.
Granada, Nicaragua, Junio 12 de 1946
PEDRO SALINAS
Pensar en ti esta noche
Pensar
en ti esta noche
No era pensarte con mi pensamiento,
Yo solo, desde mí. Te iba pensando
Conmigo, extensamente, el ancho mundo.
El gran sueño del campo, las estrellas,
Callado el mar, las hierbas invisibles,
Sólo presentes en perfumes secos,
Todo,
De Aldebarán al grillo te pensaba.
No era pensarte con mi pensamiento,
Yo solo, desde mí. Te iba pensando
Conmigo, extensamente, el ancho mundo.
El gran sueño del campo, las estrellas,
Callado el mar, las hierbas invisibles,
Sólo presentes en perfumes secos,
Todo,
De Aldebarán al grillo te pensaba.
¡Qué
sosegadamente
Se hacía la concordia
Entre las piedras, los luceros,
El agua muda, la arboleda trémula,
Todo lo inanimado,
Y el alma mía
Dedicándolo a ti. Todo acudía
Dócil a mi llamada, a tu servicio,
Ascendido a intención y a fuerza amante.
Concurrían las luces y las sombras
A la luz de quererte; concurrían
El gran silencio, por la tierra, plano,
Suaves voces de nubes, por el cielo,
Al cántico hacia ti que en mí cantaba.
Una conformidad de mundo y ser,
De afán y tiempo, inverosímil tregua,
Se entraba en mí, como la dicha entera
Cuando llega sin prisa, beso a beso.
Se hacía la concordia
Entre las piedras, los luceros,
El agua muda, la arboleda trémula,
Todo lo inanimado,
Y el alma mía
Dedicándolo a ti. Todo acudía
Dócil a mi llamada, a tu servicio,
Ascendido a intención y a fuerza amante.
Concurrían las luces y las sombras
A la luz de quererte; concurrían
El gran silencio, por la tierra, plano,
Suaves voces de nubes, por el cielo,
Al cántico hacia ti que en mí cantaba.
Una conformidad de mundo y ser,
De afán y tiempo, inverosímil tregua,
Se entraba en mí, como la dicha entera
Cuando llega sin prisa, beso a beso.
Y
casi
Dejé de amarte por amarte más,
En más que en mí, inmensamente confiando
Ese empleo de amar a la gran noche
Errante por el tiempo y ya cargada
De misión, misionera
De un amor vuelto estrellas, calma, mundo,
Salvado ya del miedo
Al cadáver que queda si se olvida.
Dejé de amarte por amarte más,
En más que en mí, inmensamente confiando
Ese empleo de amar a la gran noche
Errante por el tiempo y ya cargada
De misión, misionera
De un amor vuelto estrellas, calma, mundo,
Salvado ya del miedo
Al cadáver que queda si se olvida.
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
El
pontífice
Vivo
en el descalabro.
No he podido aliar mi voluntad
a una ortodoxia
firme, clara y segura.
Dudo y persisto en la búsqueda
de un cordel pendiente del aire,
de lo innombrado,
de lo que da sentido a la noche lunar,
a la mañana descubierta por pájaros sedientos,
a la tarde sentada en la banca del parque,
a tu calma cuando al final del amor
te ocupa la plenitud del cuerpo.
No puedo aceptar
el orden preciso de las creencias.
Cuarenta y seis años en el mundo
me han dejado la certidumbre
de que aquí hay un engaño,
un retorcido truco,
algo que sobrecoge al desamor,
algo trivial y blando,
algo tan natural como la sangre.
A nada puedo aferrarme
y no protesto o me doy por vencido.
Tal vez esta búsqueda
y la certeza del engaño
sean una oscura forma
de la gracia.
No he podido aliar mi voluntad
a una ortodoxia
firme, clara y segura.
Dudo y persisto en la búsqueda
de un cordel pendiente del aire,
de lo innombrado,
de lo que da sentido a la noche lunar,
a la mañana descubierta por pájaros sedientos,
a la tarde sentada en la banca del parque,
a tu calma cuando al final del amor
te ocupa la plenitud del cuerpo.
No puedo aceptar
el orden preciso de las creencias.
Cuarenta y seis años en el mundo
me han dejado la certidumbre
de que aquí hay un engaño,
un retorcido truco,
algo que sobrecoge al desamor,
algo trivial y blando,
algo tan natural como la sangre.
A nada puedo aferrarme
y no protesto o me doy por vencido.
Tal vez esta búsqueda
y la certeza del engaño
sean una oscura forma
de la gracia.
FINA GARCÍA MARRUZ
CARMELINA SOTO
Rosa roja
Eres la sangre en breve arquitectura
de corazón al viento acostumbrado.
Amor en rojo y en aroma pura
nostalgias de gorrión enamorado.
Quién te hizo rosa-fuego en la verdura
esperanzada y férvida del prado?
Y ese sufrir de espinas y dulzura
y jardín por alondras clausurado?
En tu clara bondad de miel caliente,
sombra casi de fruto sugerente
entre nubes y pájaros soñando.
Y en tu llama de sangre perseguida,
indefinidamente indefinida,
sigues por tu perfume caminando.
Eres la sangre en breve arquitectura
de corazón al viento acostumbrado.
Amor en rojo y en aroma pura
nostalgias de gorrión enamorado.
Quién te hizo rosa-fuego en la verdura
esperanzada y férvida del prado?
Y ese sufrir de espinas y dulzura
y jardín por alondras clausurado?
En tu clara bondad de miel caliente,
sombra casi de fruto sugerente
entre nubes y pájaros soñando.
Y en tu llama de sangre perseguida,
indefinidamente indefinida,
sigues por tu perfume caminando.
CARLOS EDMUNDO DE ORY
Abre
hermano la puerta de este libro
alza la tapa de este baúl
que tienes cerca de tu mano morfinómana.
Suspira con educación
quita la mano de la oreja
lee despacio mi alud de cuentos de hadas
que has abierto un baúl de hechicería.
Respira en la pocilga de mi música
los violines en polvo
llora conmigo al recitar mis penas
mis cadenas mis venas mis antenas
mis pañuelos planchados con mis pies
y sabrás por qué soy el poeta sin sueldo
dejado en la frontera con una lavativa.
alza la tapa de este baúl
que tienes cerca de tu mano morfinómana.
Suspira con educación
quita la mano de la oreja
lee despacio mi alud de cuentos de hadas
que has abierto un baúl de hechicería.
Respira en la pocilga de mi música
los violines en polvo
llora conmigo al recitar mis penas
mis cadenas mis venas mis antenas
mis pañuelos planchados con mis pies
y sabrás por qué soy el poeta sin sueldo
dejado en la frontera con una lavativa.
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