miércoles, 13 de junio de 2012

JULIA DE BURGOS





Agua, vida y tierra




Yo fui estallido fuerte de la selva y el río,
y voz entre dos ecos, me levanté en las cuestas.
De un lado me estiraban las manos de las aguas,
y del otro, prendíanme sus raíces las sierras.

Cuando mi río subía su caricia silvestre
en aventuras locas con el rocío y la niebla,
con el mismo amor loco que impulsaba mi sueño,
lejos de sorprenderlo, me hospedaba en las sierras.

Pero si alguna sombra le bajaba a los ojos,
me repetía en sus aguas hasta dar en la arena,
y era mi grito nuevo como un tajo en el monte
que anegaba las calles y golpeaba las puertas.

A veces la montaña se me vestía de flores
e iniciaba en mi talle curvas de primavera.


Quién sabe en qué mañana se apretaron mis años
sobre senos y muslos y caderas de piedra!

Se treparon mis ojos al rostro de los árboles
y fueron mariposas sus vivas compañeras:
así es como en los prados voy buscando las flores,
y alas pido en las almas que a mi vida se acercan.

Mis dedos arañaron la fuerza de los riscos,
y juraron ser índices de mis futuras vueltas;

por eso entre los cuerpos doblados de los hombres,
como puntales puros de orientación se elevan.

Yo fui estallido fuerte de la sierra y el río,
y crecí amando el río e imitando la sierra...

Una mañana el aire me sorprendió en el llano:
ya mi raíz salvaje se soltaba las riendas!
Pálidas ceremonias saludaron mi vida,
y una fila de voces reclamaron la prenda...

Mis labios continuaron el rumor de las fuentes
donde entrañé mis años y abastecí las venas.
De ahí mi voz de ahora, blanca sobre el lenguaje,
se tiende por el mundo como la dio  la tierra!


ESDRAS PARRA






En esta tierra que llena mis oídos...



En esta tierra que llena mis oídos
                  donde un pájaro canta
en medio de la luz que florece bajo la brusca nieve
o en el polvo sin origen
veo el pensamiento que se forma en el agua
la huella del oro impresa en el viento
el tiempo que nunca tiene razón
y jamás me revela lo que hace
y derriba mis defensas.


HUMBERTO GARZA






Yo no quisiera cantar...



Yo no quisiera cantar
porque mi voz ha dejado
un rastro de sombra negra
en el blancor de tu paño.
Por ti, me volví poeta,
por ti, recorrió sonámbulo,
y en total desequilibrio
el trote de mi caballo. 

Aquella luz mañanera
que se despertó llorando
sobre encendidos claveles
y delicados geranios,
era tu rostro, y el brillo
de las alas de tus pájaros
batiéndose en maceteros
de rojo y blanco pintados. 

Hoy, es historia pasada,
de algo que vivió en mis campos,
de algo que vibró en mis cuerdas
al soplar vientos helados. 

Ya no quisiera cantar,
los mástiles de mis barcos
no pasearán sobre el verde
de tus inmensos océanos.
Mis peregrinos tampoco
harán caso a los badajos
que pegan sobre los bronces
de tus campanarios altos.
La luz de mi plenilunio
al caer sobre tus lagos
ignorará los rumores
del ruiseñor y sus cantos. 

Aspirarás la fragancia
en las flores de amaranto,
y al entrecerrar los ojos
comprenderás que te falto.
En tus pétalos rosados,
por lluvias, ¡ajados tanto!
se reflejará el recuerdo
de mi evidente quebranto.
Tú dirás: “Ferviente amigo,
¡ven a mí, te estoy llamando!
hoy los pies de mi memoria
quieren de tu césped blando;
¡ven a mí, ferviente amigo!
¡ven a mí, te estoy llamando!
quiero desandar caminos
que hoy estaba recordando.”

Yo estaré lanzando redes
en relinchos de caballos,
con escalofríos inmensos
y los ojos extasiados.
Yo estaré soñando yeguas
de respiros agitados,
sufriendo de blancas lunas
los enfermos rayos claros.
El martirio de tu ausencia
me dará un sabor amargo,
y el brillo de tu memoria
como un astro ya apagado
no perturbará jamás
mi ser desequilibrado.

DAVID BUSTOS





La luz que no es luz asomándose en la abertura



¿Dónde irás ahora después del espantoso amor?
La luz no es luz cuando penetra lo oscuro
y si lo oscuro son estas líneas mal escritas
es Vallejo y los susurros de Gelman
el tabaco de Gelman
la herida de Gelman.
Si lo oscuro es gracias a lo oscuro
y en eso nos movemos y comemos.
Dónde irás ahora amor
que la lluvia es todo un cielo

cayendo de a poco.


AMANTE ELEDÍN





Para no morir tengo las calles



Para no morir tengo las calles,
Me llevan desde mis deseos a mis sueños.
Tengo mis manos para construirme la vida
Y mis pies para trepar a sus peldaños.
Tengo la luna anidada en mis ojos;
Su mantel, su espejo y su faro.
Pero a veces muero sin que lo sepa,
Quedo sordo y ciego;
Quedo mudo como el tronco de un árbol viejo.
Ni el claro de la luna me reanima,
Ni la brasa del sol; ni el café bien servido.
Nada me devuelve la vida cuando he muerto.
Otras veces resucito abruptamente.
Me cae la amanecida; la lluvia me despierta.
En mi ventana busco mi respuesta.
Sobre mi espejo escribo: ¿Quién anda por ahí?
Al silencio, que entre mis sábanas reposa, le pregunto:.
Al final de ese pasillo, una voz me dice tu nombre