viernes, 10 de diciembre de 2021


 

JAVIER VICEDO ALÓS

 

 

Ruinas

 

 

Me estudio en el espejo: el cabello en retirada, la nariz cada vez más tosca y retorcida, la espalda curvándose como preguntando. Cada vez más feo y decrépito, más pobre en imagen; más dichoso. Según se arruina mi cuerpo, cuanto más insignificante es mi apariencia, más crecido siento el goce de existir. Para confundirme con la realidad que pasa he de desnudarme por completo, ser la nada visible y el todo emocionado. El tiempo da sabiduría porque nos despoja de la forma. Me estudio en el espejo y admiro esta sabiduría del sentir, del repudiar cualquier molde. No se trata de vivir a ciegas, negando la realidad; se trata de vivir con otros ojos, los que ven más allá del espejo.

 

 

ROBERTO ARIZMENDI

 

 

 

Deletreo tu nombre

 


Te tengo por el juego en que te nombro

la palabra que formo te aprisiona;

doblego así con una lluvia ritual

tu lejanía vestida de esperanza.

 

Enfrento las distancias sin medida

como un baluarte donde te vigilo;

la luna empieza a desleír su polvo

la noche aprende a construir su nombre.

 

Sueño, así, en medio del barullo

donde tu voz no existe, mas la escucho

y surge entonces vendaval sin nombre

donde acomodo mi desesperanza.

 

Mi semen de ansiedad que no dormita

busca el aroma blanco de tu vientre;

el amor es un rito sin medida

y la brisa nocturna su regazo.

 

De: “Desafío contra el olvido”

 

 

BEATRIZ RUSSO

 

  

Envejecer

 

Ella entró en la habitación y se miró en el espejo. Después abrió un cajón, cogió una foto y pensó: Ya falta menos para que no nos parezcamos en nada.

 

CHRYSTIAN ZEGARRA

 

  

3 Figuras en la base de una crucifixión

(imitación de bacon)

 


1

El ojo es el límite del universo

pero los párpados la línea central que lo dividen

en la piel del gato sarcófago

las calles con diluvio horizontal

mojan los miembros amputados de una ciudad obscena

su cinturón ramifica un bosque de objetos irreales

en el caldero de la mente

la locura es el principio de la forma

esta noche verás caballos ebrios jinetes

como manchas de tiza hundiéndose en lo gris

hasta no ser

estrangula todo resto de miedo

toda tu humana perversidad

en la esquina cóncava un buey invierte su cuerpo

bajo el humus del agua su rostro con orejas de hombre

con voz piedra de hombre

mastica mis puros instintos animales

me castra con la sombra de su desnudez

en un sablazo de odio

para crucificar una bestia

es necesario que tu grito se ahogue entre sus muslos

hasta que la sangre nos separe

 

2

Me enseñas a dibujar esta ciudad desde tu abrazo zurdo

un manojo de voces hierve en cada piedra

o en el aleteo de una langosta verde

la lluvia procrea murciélagos

sobre nuestras cabezas

bajo del árbol donde colgué de espaldas

tres días en negro

bajo de mi propia frente usurpada por la amnesia

gotas de barro forman una imagen que se desdobla

más allá de los pedregales

anularte en la conciencia y en el tiempo

anularte en el óxido sumergido en mi piel

como una daga oblicua que propicia el placer de la venganza

o la hecatombe

la irrealidad me conduce a una jaula cautiva por domadores ciegos

en el circo de nadie

hacia la tierra que me otorga un cuerpo inhumano

un rostro que incendia con pureza

el agua mágica de tu nombre

 

3

Hacia la tarde el fardo empieza a figurar desnudo

en el abismo de su camisa de fuerza

lo que ven los dientes se escribe con sangre

o con el veneno que inyecta un suicida deforme

entre mis venas iniciáticas

el muro naranja me adiestra en la sustitución de tu presencia 

en otra funeraria ceremonia

de insectos que zumban mi membrana

y la disuelven

abro el capullo mi rostro se despoja de identidad

ahora la luz no es un alacrán moreno

como ojo de pez

es la materia que rasga pelusas terrenales

bajo el vértice o la raíz del tronco primitivo

mi cráneo ha virado hacia el anonimato

escupo una mueca adherido a mi corteza sin ojos

a mi esqueleto sin brazos

a lo que me devora con rabia entre sus fauces

la dualidad es el sentido de la forma

he aprendido a convivir con el embrión que me fornica

que me tiende sin miedo entre la grama

como un bulto picoteado por pájaros o nubes

sin reposo

desde el pedestal de heno se yergue un cuello metálico

la bestia renace invicta

por tercera vez

 

De: “El otro desierto”

ROBERTO COREA TORRES

 

  

 

muchacha del verano catalán

  


Debajo del alero:

ojos claros escudriñando,

la espera,         ella

ni siquiera imagina otros ojos

apropiándose de sus latitudes.

  

Nunca estas miradas

harán reunión.

  

Entre el polvo de los edificios

se cuelga el murmullo,

un vino tinto

recorre los monumentos, salobre.

  

Aguarda muchacha

los menjurjes en la cara

no quitan tu verdad de niña,

escuálido cuerpo

temblando

entre el Mediterráneo y el Vallés.

 

Sí diablilla, date cuenta:

no es la silueta de hilo,

no es tu cintura,

no son las exiguas caderas,

sólo es la mirada triste de infancia

desde que te conocí,

sólo es el color de tu piel

el reflejo dorado que

amarro como horizonte,

sólo es tu imagen

reverberando en el pavimento

de esta ciudad que me llama,

que me lleva por tus callejas.

 

De: “Ahora que ha llovido”

JOSÉ MÁRMOL

 

  

poema 24 al ozama:

acuarela

 

superficie de luces agotadas donde apenas el sonido de la sombra suena. yo te nombra ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo invernal. el Ozama que fluye por cada objeto a la deriva es una historia. el Ozama que sube del fondo de la noche hacia mi palabra. un pez flota suspenso entre la imaginación y un escarceo brillante de hojas secas. el Ozama refugio del miedo de la noche y de toda la pobreza de unos   hombres. largo testimonio de secretas temporadas de amor y de todo excremento vertedero. yo te nombro ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo invernal. cuando en la orgía de las horas oscuras no queda diferencia y el amanecer estalla en su maravilla cotidiana. cuando el silencio penetra el aire ancho y el murmullo de los troncos y las piedras. el río que hay en el Ozama empieza a sudar leche de luna y baba. empieza a mostrar sus ahogados. sus ángeles suicidas. sus dioses imperfectos. sus luases orinados. sus vírgenes violadas por murciélagos y sapos. los lanchones de hueso dejan la superficie cantando su retorno hacia lo profundo. todo mi cuerpo. toda mi memoria contenidos por el río que corre en el Ozama. todo mi ser desgonzado y transido. superficie de luces diluidas por donde ya no se oyen las rancias velloneras. yo te nombre ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo fatal.

 

De: “La invención del día”