"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 26 de agosto de 2025
ABDULLA PASHEW
En
el funeral de un poema
Mi
cabeza era mar,
pensamientos,
como pequeños peces,
hundiéndose y flotando hasta la mañana,
tiré mi red en el mar:
Pescó un solo pez.
Y éste,
girando de lado a lado,
murió.
SHERKO BEKAS
El
reloj
Cuando
era un niño,
Mi mano izquierda deseó,
buenos vestidos similares a los de los hijos de nuestro vecino.
Tener un reloj.
Lloré.
Mi madre podía solamente morder
mi muñeca:
Con sus dientes,
ella dibujaría un reloj.
Ah, ¡me encantó!
Cuando era un niño,
El significado de la felicidad era:
en el baño, las burbujas,
las linternas de verde y rojo que hice
inflando la espuma de jabón.
Cuando era un niño,
en invierno,
en el calor del hogar,
me sentaba
mirando las brasas,
brillantes y florecientes,
Deseé,
como un niño,
entrar en las brasas,
sentarme,
¡hacerlas mi casa!
Cuando era un niño, muchas tardes
me enviaron a la casa de la señora Manija
a comprar pepinillos.
Eso sabía tan delicioso porque,
después de mirar sobre el hombro,
en el espinazo del callejón,
en uno o dos tragos,
colaba el jugo del vaso.
Cuando era un niño,
el amor significaba para mí:
La noche antes de la fiesta,
hasta la mañana, hasta que se abrían mis ojos,
Conmigo, en un abrazo,
dormían mis zapatos nuevos.
Cuando crecí,
mi mano izquierda vio
muchos relojes reales, hermosos
Pero ninguno como el reloj
grabado por los dientes de mi madre
en mi brazo superior y delantero,
ninguno podía complacerme tanto.
Cuando crecí,
ninguna de las cuarenta lámparas y luces de mi habitación
podría, como las burbujas de la espuma de jabón,
hacerme reír.
Cuando crecí,
no hice ningún fuego en mi cocina,
un hogar donde vivir.
Cuando crecí, la falta de comida
tenía el sabor del jugo de los pepinillos.
Cuando crecí,
no vestí camisas, corbatas y trajes nuevos.
En mi cama,
como mis zapatos de fiesta,
esos que mis ojos veían con anticipación
dormía conmigo, en un abrazo…
¡Ninguno de ellos, ninguno de ellos!
MATÍAS JOSÉ MORALES
Qué
suerte la tierra:
tapíz de un corazón roto
Te recomiendo que de un agujero negro
saques mejores cosas que sudados cuerpos.
Los buenos consejos siempre
son los dados por perros: ignora, dobla
la cola, come toda la basura que puedas.
¿Notaste que nos pagan
no con dinero, sino con rostros de viejos?
¿Será eso lo que piensan queremos?
Recuerdos, como cuando bajo una estela
de nobles químicos en el cielo dijiste
eras buena persona con un puñal en la mano.
Te miré extrañado, nunca había visto a alguien tan tierno
y, a la vez, combustible. En ese momento no lo entendí:
ahora cuando escucho canciones sobre algo
que no fue, te imagino sonreír en alguna playa
llena de sueños y soldados muertos.
ALEJANDRO SEBASTIANI VERLEZZA
viaje
tú
te despides
con discreción
listo para vislumbrar
el camino en las mareas.
BENJAMIN PÉRET
Háblame
El
negro de humo el negro animal el negro negro
se han dado cita entre dos monumentos a los muertos
que pueden parecer mis orejas
donde el eco de tu voz de mica marina
repite indefinidamente tu nombre
que se parece tanto a lo contrario de un eclipse de sol
que yo me creo cuando tú me miras
una "espuela de caballero en un ventisquero" cuya puerta
abrieras
con la esperanza de ver escaparse una golondrina de
petróleo inflamado
pero de la espuela brotará un manantial de petróleo ardiente
si tú lo quieres
como una golondrina
quiere la hora de verano para tocar la música de las
tormentas
y la fábrica como haría una mosca
que sueña con una telaraña de azúcar
en un vaso de ojo
a veces azul como una estrella veloz reflejada por un huevo
a veces verde como un manantial rezumando de un reloj
JÓZSEF ATTILA
Mamá
Desde hace una semana, en mi mamá
sólo pienso, abstraído; en mi mamá.
Con la chirriante cesta a la cintura,
iba siempre al desván en su premura.
Yo era un hombre sincero todavía:
chillaba, pataleaba. Le decía:
deja para otro ese pesado y gran
bulto, mi madre, y llévame al desván.
Sola se iba a tender, calladamente,
sin regañarme, sin mirarme, ausente.
Y las ropas crujían, luminosas,
revoloteando en lo alto, jubilosas.
Aunque para llorar es tarde ya,
sé cuan inmensa eres, mi mamá.
Flota en lo alto su agrisado pelo
y echa su añil en el agua del cielo.
