"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 24 de marzo de 2022
MARÍA GARCÍA DÍAZ
Nacimientos
III
Soy
el hambre
y en el hambre persevero.
¿Para qué me habéis traído aquí,
a este revoltijo abigarrado?
¿Tan solo para abrazarme?
¿Para qué otro cuerpo de leche
perpetuando la inercia?
¿Tan solo para abrazarme?
La ternura ha desprendido un halo
de hielo y saliva incombustible.
De: “Suave la matriz”
EDUARDO ESCOBAR
La flecha inmóvil
Desde
estas alturas de mi vida,
con terror explicable,
cargado de memorias marchitas,
imágenes de amigos muertos,
asuntos que se han ido olvidando pero que siguen ahí,
pudriéndose en alguna parte adentro
Lleno
de ecos,
de añoranzas de noches gloriosas,
y de ruidos de pequeñas hazañas
y de canciones recordadas a medias, en harapos,
me
parece escuchar detrás de mí,
los grillos de los caminos que debí seguir,
el trajín del camino que no tomé,
el rumor de otros ocios,
el estruendo de otros oficios afamados,
y el alboroto de las flautas
de unas fiestas de las que estuve ausente
Podría
ver, delante de mí, si me volviera, ahora,
lejos y extraño, aquel que rehusé ser hace tiempos,
de quien me separaron el azar, o la desconfianza,
si volviera ahora el rostro de ahora
Si diera la vuelta, vería la otra cara de mi vida,
las sendas que dejé vírgenes, las vías de otros sueños
y de otros propósitos: pero no puedo demorarme,
ni siquiera para contemplar
el fulgor apagado de aquellas cosas a las que renuncié
por necesidad, capricho o desdén, o por simple descuido
Es
demasiado tarde
Queda poco tiempo para la nostalgia
Para esos lujos masoquistas
Para esos vanos ejercicios del corazón
A
tientas, en estas costumbres que hice mías,
que ya son como mis vestidos y son como mis máscaras,
bajo el cielo incógnito como una burla,
en estas cumbres yermas,
sin una estrella o una flor en el horizonte
en descomposición,
podría ver, si me volviera, allá, donde jamás iré,
otros interiores, otras penumbras,
otros jardines de perfumes igual de rutinarios,
y otras fuentes soporíferas,
y el resplandor a medio fuego de las otras vidas
que me negué a vivir,
las de mis yoes no gozados
Oigo
en mí el ladrido cariñoso de sus perros guardianes
Los gorgoritos burlones de sus loros en las estacas
Podría ver, si así quisiera, solo tendría que volverme,
los campanarios de otra risa
los adoratorios de otros dioses distintos de los míos
y unas tabernas y el trepidar de una industrias de males
y de bienes,
y otras calles ardientes que jamás pisaré
y los hijos robustos que no tuve
o que me arrancaron con embrujos
o me fueron dejando solo
o que yo abandoné por fastidio
Detrás
de mí presiento ahora la presencia activa de los caminos
que dejé de lado en una intersección sin referencia, otra
plenitud del ser que no es la mía, que jamás será mía, pero que
me pertenece de un modo oblicuo y misterioso
Pero
los arrepentimientos son una pérdida de tiempo,
a estas alturas,
en el desorden de esta otra forma del mundo que elegí
o adonde mi destino me trajo
No nos queda más remedio, querida sombra,
que seguir andando, por estos atajos de perdidos,
detrás de una verdad oscura e improbable del mundo
Regresar
sería fatal para los dos
Sin nada confiable, más que las alegres tinieblas
y este impalpable no saber,
insaboro e impuro,
que se ha convertido en nuestro tesoro
Olvidemos
lo otro, los afectos renunciados,
las certezas abolidas,
as satisfacciones intocadas que no tuvieron apariencia para
nosotros
Y sigamos andando mientras anochece
Tal
vez al final del extravío alguien aún espera
AQUILINO VILLEGAS HOYOS
Balada de la mala reputación
Turba
de burdos y patanes,
canalla vil de altos y bajos,
especieros ricachos, truhanes,
letrados sin letras, pingajos,
voy a hablaros sin ton ni son
y sin muchísimos afanes
de mi mala reputación.
Por
Apolo y sus santos manes
juro, burgueses, estropajos,
inmundos, judíos, gañanes
periodistas que me dais tajos
rudos, vendidos arrendajos,
juro, repito, que razón
tenéis en hablar, perillanes,
de mi mala reputación.
Yo
piso la tierra, rufianes,
duro y seco; no los cascajos
hieren mis plantes que titanes
graves destripan renacuajos,
por caminos y por atajos
sin ninguna mala intención.
No me guardo con talismanes
de la mala reputación.
Mi
lengua azota, ganapanes,
y espolvorea los andrajos
de vuestras almas; mis desmanes
son carmines espantajos
que me quitan los calandrajos
de delante; tenéis razón
en helaros hasta los cuajos
por mi mala reputación.
Envío:
¡Príncipe! Échame diez jayanes
a las barbas, o una legión
de piojosos y hambrientos canes:
¡guay! con los fieros ademanes
de mi mala reputación.
Los
estetas pelafustanes
que vais royendo los zancajos
a una plebe de almas inanes
cuyo espíritu, cual dornajos
inmundos, huele a cebo y ajos,
prestadme también atención
que allá va el hueso, horda de canes,
de mi mala reputación.
Y
los que escondéis entre alanes
un alma mediocre, de bajos
sueños, alma de sacristanes;
los que apagáis entre lazajos
rojos y rezos, y cintajos
los latidos del corazón,
creed ¡oh dulces alacranes!
en mi mala reputación.
Sople,
soplen los huracanes
sobre mi frente, que los gajos
de los enhiestos arrayanes
aman tan solo, y no los bajos
líquenes pisados de grajos.
Como el ápice de un peñón
que me azoten los huracanes
de mi mala reputación.
CARLOS VÁSQUEZ TAMAYO
35
Viven
en nosotros innúmeros,
si pienso o siento, ignoro
quién es quién piensa o siente.
Soy tan sólo el lugar
donde se siente o piensa.
Tengo
más de un alma.
Hay más yos que yo mismo.
Existo, sin embargo,
indiferente a todos.
Los hago callar: yo hablo.
Los
impulsos cruzados
de lo que siento o no siento
porfían en quien soy.
Los ignoro. Nada dictan
a quien me sé: yo escribo.
CLAUDIA GONZÁLEZ CAPARRÓS
en
los bordes de algo que termina, uno ya no sabe si saltar
o quedarse a mirar cómo las ruinas crecen
Y si ya nunca dejo la puerta abierta no es porque no tenga esperanza
sino
porque no creo en las puertas
RODOLFO USIGLI
3
Y el
fuego es un baile a solas
que
nunca encuentra pareja—
no
le duran las que toma
por
eso siempre las deja.
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