sábado, 2 de julio de 2016


ALÍ CHUMACERO




Diálogo con un retrato



Surges amarga, pensativa,
profunda tal un mar amurallado;
reposas como imagen hecha hielo
en el cristal que te aprisiona
y te adivino en duelo,
sostenida bajo un mortal cansancio
o bajo un sueño en sombra, congelada.
En vano te defiendes
cuando tus ojos alzas y me miras
a través de un desierto de ceniza,
porque de ti nada existe que delate
si por tu cuerpo corre luz
o un efluvio de rosas,
sino temor y sombra, la caída
de una ola transformada
en un simple rocío sobre el cuerpo.
Y es verdad: a pesar de ti desciendes
y no existe recuerdo que al mundo te devuelva,
ni quien escuche el lánguido sonar de tus latidos.
Eres como una imagen sin espejo
flotando prisionera de ti misma,
crecida en las tinieblas de una interminable noche,
y te deslíes en suspiros, en humedad y lágrimas
y en un soñar ternuras y silencio.

Sólo mi corazón te precipita
como el viento a la flor o la mirada,
reduciéndote a voz aún no erigida,
disuelta entre la lengua y el deseo.
De allí has de brotar hecha ceniza,
hecha amargura y pensamiento,
creada nuevamente de tus ruinas,
de tu temor y espanto.
Y desde allí dirás que amor te crea,
que crece con terror de ejércitos luchando,
como un espejo donde el tiempo muere
convertido en estatua y en vacío.
Porque ¿quién eres tú sino la imagen
de todo lo que nutre mi silencio,
y mi temor de ser sólo una imagen?



AMANTE ELEDIN




Efecto mariposa



El efecto mariposa desató mareas:
                                 Tu marea,
Y no pasa por mí,
Aunque espere como una estación abandonada
          El silbato de la locomotora.
En medio de la vida, como isla;
Todas las corrientes:
                     Tus corrientes
Pasan en la distancia;
Y no zozobro, y no me inundo,
                 Pero me ahogo de no ser tumbado:
De no ser desbastado y repartido como un tesoro.

Lo posible de una explosión;
                           En la espera de esperar,
Que en las alturas del Nepal
La serpiente sueñe con el ojo del águila,
                        Y que arrastre su temblor
Hasta mi temblor al verte pasar.
Que todo se venga encima
                         Y nada caiga sobre mí,
Como si fuera un cuerpo lejano,
                           Sin fuerza gravitacional
Donde todo flotara eternamente.

La mariposa que nació en el Big-bang,
                          O el gusanillo del volcán
Aún no se agitan en mi dirección.
Parece que estoy anclado fuera del vacío,
                              En un espacio paralelo,
Donde el caos original no me toca,
y la ola del amor revienta lejos de la orilla.
En esta espera,
               En que se vislumbra
Lo posible de lo imposible:
Lo que no alcanza la ley de las probabilidades.
Mientras el universo se expande, y el espacio se llena,
Cada vez más de vacío,
Me he detenido en un mundo paralelo;
Congelado el Big-crunch,
Mirando por mi ventana
Como se alejan las galaxias



JUAN DE DIOS PEZA




Mi Mejor Lauro



Con sus seis primaveras muy ufana,
quebrando con sus pies las hojas secas,
me recitó en el campo una mañana
mi hija mayor : Fusiles y muñecas.

Repitiendo mis versos no sabía
que colmaba el mayor de mis antojos;
no me culpéis si oyéndola sentía,
lágrimas en el alma y en los ojos.

¡Bien! exclamé, mi niña me interpreta
mejor que todos aunque a nadie cuadre;
yo juzgarla creí como poeta,
y la estaba juzgando como padre.

Llegó la estrofa aquella en que la nombro
y bajando hacia el suelo la mirada,
vi de pronto ponerse, con asombro,
su faz, más que una fresa, colorada.

¿Qué tienes? pregunté, ¿por qué haces eso?
¿Por qué ya nada de tu labio escucho?
Y ella me respondió, dándome un beso:
-Me callo aquí, porque te quiero mucho.

Nada valdrá tan cándida respuesta
para el que en altas concepciones fijo,
medir no pueda, en ocasión cual ésta,
a donde alcanza el corazón de un hijo.

Puedo deciros la verdad desnuda:
como en mis versos comprendió mi duelo,
por no hacerme sufrir quedóse muda,
por no verme llorar, miraba al suelo.

Yo, alabando el poder de su memoria,
comprendí, perdonadme lo indiscreto,
que los mejores lauros de la gloria
son los que se cosechan en secreto.

Vale más a mis ojos, siempre fijos
en la eterna verdad no en falsos nombres,
la lágrima arrancada por mis hijos
que todos los aplausos de los hombres.

Negó a mi numen su fulgor el genio,
en el drama veraz de mis dolores
el fondo de mi hogar es el proscenio
y mi padre y mis hijos los lectores.

No busco un lauro que mi frente ciña
ni pide aplausos mi laúd ingrato;
pero... ¿por qué me olvido de la niña
que suspendió turbada su relato?

Pronto volvió su faz a estar serena
y a brillar en sus labios la sonrisa,
porque el placer lo mismo que la pena
pasan sobre los niños muy de prisa.

-Tus versos voy a continuar diciendo-
y con más firme voz soltóse hablando;
¡inocente! los dijo sonriendo
y entonces yo los escuché llorando.

Al terminar, sintiendo hecho pedazos
por el dolor mi corazón ardiente,
me interrogó cruzándose de brazos
y mirándome el rostro frente a frente.

-¡Ay! dime padre, cuando tú escribiste
los mismo versos que de oírme acabas
¿porqué estabas mirándome tan triste?
Al mirarnos jugar ¿en qué pensabas?

y ¿por qué? -respondí- tan preguntona
¿indagas los misterios de mi lira?
-Porque soy, tú lo has dicho, una persona
que charla, que comenta, y que suspira.

-¡Brava razón! ¡Confórmame con eso!
¿No eres la que, si el duelo me avasalla,
se me cuelga del cuello, me da un beso,
se le saltan las lagrimas y calla?

-¡Yo soy! ¡yo soy! me contestó orgullosa,
y haciéndome olvidar penas y agravios,
se me colgó del cuello cariñosa,
cerró sus ojos y besó mis labios.

Corrió alegre después tras otros niños
quebrando con sus pies las hojas secas
y dejándome besos y cariños
en premio de Fusiles y muñecas.


JUAN LOZANO Y LOZANO




Amanecer



Rosa ha tenido un vértigo, un incierto
malestar, un temblor desconocido,
y ella, para explicar, se ha referido
a un hartazgo de frutas en el huerto.

Pero algo siente en su anterior despierto
que trece abriles pareció dormido,
y nebulosamente ha colegido
que algo nace en su ser, y que algo ha muerto.

Cierra a llave la alcoba confidente,
y temerosa y deleitosamente
delante del espejo se desnuda.

Luego siente rubor, y, remordida,
en la noche más bella de su vida,
rompe a llorar, inconsolable y muda.



RAINER MARIA RILKE




Sepulcro de una muchacha joven



Lo recordamos todavía. Es como si todo esto
tuviera que ser una vez más.

Como un árbol en la costa de los limones
llevabas tus pequeños pechos leves
hacia adentro del murmullo de su sangre
de aquel dios.

Y era tan esbelto
fugitivo, el que mima a las mujeres.

Dulce y ardiente, cálido como tu pensamiento,
cubriendo con su sombra tu flanco juvenil
e inclinado como tus cejas.

Versión de Jaime Ferrero Alemparte



MICHEL LEIRIS



  
Bella



Para descubrir la existencia de los extasiados filones
en las móviles profundidades de tu cuerpo
mis dedos son varitas mágicas

Insólitas serpientes de la cólera

mis muebles se odian en mi dormitorio
y sus grandes batallas inmóviles recuerdan
las de nuestras manos las de nuestros labios
las de febriles vapores que brotan a medianoche en los puertos
las de mansiones que invisiblemente se rajan de alto en bajo
cuando los pasos de una mujer demasiado bella resuenan

Ella era hermosa como el día

Belleza es la corona ardiente
es el rumor que recorre el árbol
del corazón a la corteza por la albura
Belleza es el esplendor de una boca que se pliega
herida por los remolinos de un lenguaje en excesivo amargo
como son todas las lenguas que pretenden decir alguna cosa

Ella era bella como un espejo
un deformante espejo donde se miran igualados por la común irrealidad
los que son feos y aquellos que poseen una insensata elegancia

Los espejos se empañarán cuando sus labios hayan concluido
de dar en el espejito del bolso ese precario signo de vida
los espejos madurarán
porque madura cuanto se empaña

Y en efecto
es la muerte eterna quien -royendo cuerpos y rostros-
otorga a algunos ese encanto inolvidable
de las viejas cosas que han perdido el dorado Extremos de cordón roto
Troceados corazones Ojos perdidos Cortadas uñas
Amo cuanto se deshace
maduros frutos que caen a tierra a tiempo de enmascarar su fracaso en la noche
Oh inalterable blancura de las tenues aureolas
Cuerpos destruidos Marchitos rostros
Inseguras estatuas roídas por la lluvia y los hongos
No amo sino vuestra forma devastada
pareja a cuanto el amor amengua y decolora


Versión de Antonio Martínez Sarrión