martes, 28 de noviembre de 2017


ÁNGEL CARLOS SÁNCHEZ




Adormecidas palabras sueñan despertar



1

Éste es un poema de bajo presupuesto
o quizá es un sueño que ha pasado de moda
aunque tiene sus misterios igualmente:
advertimos que a falta de metáforas
le hemos puesto vidrios de colores,
un espejo algo viejo, deslucido,
una nube muy blanca
y un pequeño cacto casi seco.
A falta de un buen ritmo
repetimos una y otra y otra vez
la palabra silencio
y a cada rato usamos el qué,
muchos artículos, la “i” griega.
El libro del que forma parte
no llegará a tener la cantidad
de cuartillas que exigen en los premios.
Por otro lado, importa poco:
quién sabe cuáles
sean realmente los criterios
para asignarle esos dineros a uno sólo.
Igualmente es poca la poesía
para gastarla así,
por algunas monedas de plata.
Ya se dan cuenta
que recurrimos sin temor hasta a la prosa.
Lo importante es que el poema
tendrá en algunos lados agujeros suficientes,
no para admitir por ellos
el flujo de la luz o la belleza
sino para que permita ver
cómo hasta la palabra más reseca
es capaz de mostrarnos el mundo.


De: “Sueños de bajo presupuesto”



ALEJANDRA LERMA




Hemos tardado mucho en construirnos



Hemos tardado mucho en construirnos
los derrumbes, por el contrario, son instantáneos

Siglos sobre eternidades para que existan las ciudades
años de resistencia para dar forma al amor
y sólo se requiere un pequeño segundo
menos
una milésima
y todo habrá acabado

No valdrán oraciones
ni llantos hondos
la esperanza es un traje raído

Quedaremos igual que en el principio
desnudos
sangrantes
desposeídos de todo
creyendo que el vacío es la carga más pesada de llevar.


MARGARITA MEJÍA




Después nada



I

Descubro el puente
por donde el poema se abisma

giran ruedas
y en ellas los demonios

duele el roce
triunfa el miedo


II

Me despierta en un sueño
tu boca en mi seno

reclamas en público
tu potestad sobre mi cuerpo
y yo te la niego

Después nada

el sol brilla de pronto
una tarde cualquiera

nos cruzamos en la calle
y caminamos

dando pasos sobre el suelo caliente
como si pisáramos espinas.




ANGÉLICA HOYOS GUZMÁN




Lugares comunes



El hambre es nuestro alimento,
nuestra hermandad.
En la cocina fabricamos las miserias.
Se nos llena el abismo
con pasos apresurados
de paranoicos
en la prisión de un cuerpo
ajado por la lluvia.

No nos salva
ni la primera estrella de la noche
ni el rayo de la mañana
a través de los cristales
para bendecir un pan viejo.

El tiempo se nos escapa
en el basurero que apila los adioses,
allí donde mueren mujeres mientras escribo.

Los niños aprenden a caminar antes del bombardeo.
Poco importa esta letra de nada
este mundo entierra a sus hijos con los ojos abiertos
para mirar más de cerca.

La caligrafía se abandona al guiso del bistec
amargo entre sus tejidos.

Ni siquiera somos dignos de la queja
el alarido fugaz no nos resigna.

Al final Dios nos espera
para decirnos que él no es el principio.

A mediodía se esconden los fantasmas
con su traje repulsivo que amenaza con iluminar todo.

La bulla del tráfico persiste en lo que no seremos.

Es la diana de los sueños astillados.

Nos demuele
como pelota de hierro al edificio
de cualquier construcción defectuosa y telúrica.

En esta soledad multiplicada
nos abandonamos a la inercia de una palabra
que apenas balbuceamos.

Un calambre abdominal nos acecha
nos deja ausentes
abriendo la palma de la mano
en una avenida muy familiar.


ANGELA VALLE




Revuelo



Mira que tu llegada
Me ha aturdido los pájaros del alma…
Que tu sola mirada
Causo revuelo a mis aves enlutadas…
Mi aletear insólito
Se ha dejado escuchar con tu presencia.
Mira que temblorosas
Buscan el nido y lloran al no hallarte.
Debes saber que han huido
Sacudidas por vientos inauditos
Las golondrinas de mis sueños, lejos
Desde que tu has venido.
Ven, encierra una a una
Con amorosa mano las bandadas
Que asustadizas vuelan
Y por la tarde de la vida anidan
Bajo tu alero, amor, y para siempre.


ADRIANO DEL VALLE




Al lago mayor



El reino mineral, vítreo, derrama      
su doblado país, cúbico apenas,      
y eslabonando peces y, azucenas      
boga el reloj, el pétalo y la escama.      

La luna, deshojándose, embalsama      
raíces de balizas y cadenas.      
Calafatean lagartos y sirenas.      
Zarpa el trino al socaire de la rama.      

Se abre de par en par al embeleso      
el agua sosegada entre las flores,      
con goznes de suspiros y amapolas.      

Dulce molusco, al aire se abre el beso      
y derrumban los peces voladores      
sus castillos de escamas en las olas.