sábado, 20 de septiembre de 2014

MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA

 

Frente a frente

 
Oigo el crujir de tu traje,
turba tu paso el silencio,
pasas mis hombros rozando
y yo a tu lado me siento.
Eres la misma: tu talle,
como las palmas, esbelto,
negros y ardientes los ojos,
blondo y rizado el cabello;
blando acaricia mi rostro
como un suspiro tu aliento;
me hablas como antes me hablabas,
yo te respondo muy quedo,
y algunas veces tus manos
entre mis manos estrecho.

¡Nada ha cambiado: tus ojos
siempre me miran serenos,
como a un hermano me buscas,
como a una hermana te encuentro!
¡Nada ha cambiado: la luna
deslizando su reflejo
a través de las cortinas
de los balcones abiertos;
allí el piano en que tocas,
allí el velador chinesco
y allí tu sombra, mi vida,
en el cristal del espejo.

Todo lo mismo: me miro,
pero al mirarte no tiemblo,
cuando me miras no sueño.
Todo lo mismo, peor algo
dentro de mi alma se ha muerto.
¿Por qué no sufro como antes?
¿Por qué, mi bien, no te quiero?

Estoy muy triste; si vieras,
desde que ya no te quiero
siempre que escucho campanas
digo que tocan a muerto.
Tú no me amabas pero algo
daba esperanza a mi pecho,
y cuando yo me dormía
tú me besabas durmiendo.

Ya no te miro como antes,
ya por las noches no sueño,
ni te esconden vaporosas
las cortinas de mi lecho.
Antes de noche venías
destrenzando tu cabello,
blanca tu bata flotante,
tiernos tus ojos de cielo;
lámpara opaca en la mano,
negro collar en el cuello,
dulce sonrisa en los labios
y un azahar en el pecho.

Hoy no me agito si te hablo
ni te contemplo si duermo,
ya no se esconde tu imagen
en las cortinas del techo.

Ayer vi a un niño en la cuna;
estaba el niño durmiendo,
sus manecitas muy blancas,
muy rizado su cabello.
No sé por qué, pero al verle
vino otra vez tu recuerdo,
y al pensar que no me amaste,
sollozando le di un beso.

Luego, por no despertarle,
me alejé quedo, muy quedo.
¡Qué triste que estaba el alma!
¡Qué triste que estaba el cielo!
Volví a mi casa llorando,
me arrojé luego en el lecho.
Todo estaba solitario,
todo muy negro, muy negro,
como una tumba mi alcoba,
la tarde tenue muriendo
mi corazón con el frío.

Busqué la flor que me diste
una mañana en tu huerto
y con mis manos convulsas
la apreté contra mi pecho;
miré luego en torno mío
y la sombra me dio miedo...
Perdóname, si, perdona,
¡no te quiero, no te quiero!

 

 

SALVADOR DÍAZ MIRÓN


 

A M...

 
¿Detenerme? ¿Cejar? ¡Vana congoja!
La cabeza no manda al corazón.
Prohíbe al aquilón que alce la hoja,
no a la hoja que ceda al aquilón!

¡Cuando el torrente por los campos halla
de pronto un dique que le dice: atrás,
podrá saltar o desquiciar la valla
pero pararse o recular... jamás!

¿Por qué te adoro y a tus pies me arrastro?
¿Por qué se obstinan en volverse así
la aguja al norte, el heliotropo al astro,
la llama al cielo y mi esperanza a ti?

 

 

JOSÉ JUAN TABLADA

 

En otoño

 
La lluvia obstinada y fría
de aquella tarde brumosa,
¡desbarató muchos nidos
y deshojó muchas rosas!

Allá en la desierta sala
frente a la ventana gótica,
los dos solos. Él callado;
ella pálida y tediosa
finge desdén, y sus ojos
están tristes y no lloran,
y las crueles palabras
que de su garganta brotan
quieren vibrar y acarician,
quieren herir y sollozan...
La falta es nube de estío
y las nubes se evaporan
cuando surge el sol radiante;
pero ella piensa orgullosa:
¡Cuando al corazón lastiman
las faltas no se perdonan!
Él medita que al agravio
las rodillas no se doblan,
y ambos callan pensativos
frente a la ventana gótica...
¿Por qué no arrojan la máscara
si al cabo los ojos lloran?
¿Por qué enmudecen los labios
si las almas están rotas?

¡Ay, en vano los recuerdos
tienden el ala y remontan
los horizontes azules
de las horas venturosas!
En vano recuerda ella
el despertar en la alcoba,
cuando de la serenata
se desprendían las notas
¡y sobre del blanco alféizar,
aparecía en la sombra
una mano que se alzaba
con un puñado de rosas!
En vano el galán medita
en las palabras ansiosas,
en la frente pensativa
y en los besos de su novia.

Los recuerdos vuelven tristes
con las alas temblorosas,
y ateridos se acurrucan
otra vez en la memoria...
¡Ella firme piensa en que
las faltas no se perdonan,
y él se obstina en que al agravio
las rodillas no se doblan!
Mientras, en alas del viento
las hojas secas sollozan
por esa lluvia que sigue
cayendo en la noche umbrosa,
¡desbaratando los nidos
y deshojando las rosas!

 

 

SALVADOR RUEDA



El cisne


Visión impecable de nácar riente,
ara de alabastro y hostiario viviente,
cisne, frágil arco de la idealidad;
alma que desfila bajo de tu cuello
digna es del gran triunfo de gozar lo bello
y del sol que alumbra la inmortalidad.

Sagrario que viertes pulcritus divina,
filtro idealizado de luz cristalina,
de las fuentes triste clarificador;
tu lección de blanco, viste de pureza,
viste armonía, viste de belleza,
y abre castas risas de bondad y amor.

Tu blancor teológico lava de pecado,
y, oración de plumas, tu ropón nevado
habla de una eterna casta religión:
la que da a las almas la naturaleza,
la que da alegría, la que da belleza,
la que de blancuras viste la ilusión.

Gracia de los cielos en tus plumas llueve,
en tus plumas hechas de oración y nieve,
que a la boca invitan cual para rezar;
hecho tu plumaje de altos resplandores,
no está profanado ni por los colores
y su luz ni el iris se atreve a tocar.

 

 

 

AMADO NERVO

 

El fantasma y yo

 

Mi alma es una princesa en su torre metida,
con cinco ventanitas para mirar la vida.
Es una triste diosa que el cuerpo aprisionó.
y tu alma, que desde antes de morirte volaba,
es un ala magnífica, libre de toda traba...
Tú no eres el fantasma: ¡el fantasma soy yo!

¡Qué entiendo de las cosas! Las cosas se me ofrecen,
no como son de suyo, sino como aparecen
a los cinco sentidos con que Dios limitó
mi sensorio grosero, mi percepción menguada.
Tú lo sabes hoy todo..., ¡yo, en cambio, no sé nada!
Tú no eres el fantasma: ¡el fantasma soy yo!




 

 

MEDARDO ÁNGEL SILVA



Llamé a tu corazón... y no me ha respondido...

 
Llamé a tu corazón... y no me ha respondido...
pedí a drogas fatales sus mentiras piadosas...
en vano! contra ti nada puede el olvido:
he de seguir de esclavo a tus plantas gloriosas!

Invoqué en mi vigilia; la imagen de la Muerte
y del Werther germano, el recuerdo suicida...
y todo inútilmente! el temor de perderte
siempre ha podido más que mi horror a la vida!

Bien puedes sonreír y sentirte dichosa:
el águila a tus plantas se ha vuelto mariposa,
Dalila le ha cortado a Sansón los cabellos;

mi alma es un pedestal de tu cuerpo exquisito;
y las alas, que fueron para el vuelo infinito,
como alfombra de plumas están a tus pies bellos!


 

 
Del "Libro del amor"