domingo, 11 de octubre de 2015

JOSÉ JUAN TABLADA




Los gansos



Por nada los gansos
tocan alarma
en sus trompetas de barro.


JULIÁN DEL CASAL




6. Nihilismo



Voz inefable que a mi estancia llega
en medio de las sombras de la noche,
por arrastrarme hacia la vida brega
con las dulces cadencias del reproche.

Yo la escucho vibrar en mis oídos,
como al pie de olorosa enredadera
los gorjeos que salen de los nidos
indiferente escucha herida fiera.

¿A qué llamarme al campo del combate
con la promesa de terrenos bienes,
si ya mi corazón por nada late
ni oigo la idea martillar mis sienes?

Reservad los laureles de la fama
para aquellos que fueron mis hermanos:
yo, cual fruto caído de la rama,
aguardo los famélicos gusanos.

Nadie extrañe mis ásperas querellas:
mi vida, atormentada de rigores,
es un cielo que nunca tuvo estrellas,
es un árbol que nunca tuvo flores.

De todo lo que he amado en este mundo
guardo, como perenne recompensa,
dentro del corazón, tedio profundo,
dentro del pensamiento, sombra densa.

Amor, patria, familia, gloria, rango,
sueños de calurosa fantasía,
cual nelumbios abiertos entre el fango
sólo vivisteis en mi alma un día.

Hacia país desconocido abordo
por el embozo del desdén cubierto:
para todo gemido estoy ya sordo,
para toda sonrisa estoy ya muerto.

Siempre el destino mi labor humilla
o en males deja mi ambición trocada:
de no verla llegar ya desconfío,
y más me tarda cuanto más la ansío
y más la ansío cuanto más me tarda.


De "Bustos y Rimas":



MARÍA ROSAL




Hortus clausus



Érase un cráter dulce, almibarado,
era un hueco ancestral, grieta festiva,
érase cicatriz con lomo y giba,
érase una quimera de cuidado.

Era un cuenco de anís certificado,
érase una hendidura en ofensiva,
érase sombra astral, vuelta en ojiva.
Era un pozo sin fin, nunca saciado.

Érase del placer audaz distrito,
era volcán umbrío, cordillera,
era de los deleites el garito.

Era, según se mire, una chistera
guarida de ilusión. Fuera delito
que no llevara el mundo por montera.


IDA VITALE




Obstáculos lentos



Si el poema de este atardecer
fuese la piedra mineral
que cae hacia un imán
en un resguardo hondísimo;

si fuese un fruto necesario
para el hambre de alguien,
y maduraran puntuales
el hambre y el poema;

si fuese el pájaro que vive por su ala,
si fuese el ala que sustenta al pájaro,
si cerca hubiese un mar
y el grito de gaviotas del crepúsculo
diese la hora esperada;

si a los helechos de hoy
-no los que guarda fósiles el tiempo--
los mantuviese verdes mi palabra;
si todo fuese natural y amable...

Pero los itinerarios inseguros
se diseminan sin sentido preciso.
Nos hemos vuelto nómades,
sin esplendores en la travesía,
ni dirección adentro del poema.


De "Reducción del infinito" 2002



JAIME SILES




semáforos... semáforos
                                                      a Pedro Laín Entralgo


La falda, los zapatos,
la blusa, la melena.
El cuello con sus rizos.
El seno con su almena.

El neón de los cines
en su piel, en sus piernas.
Y en los leves tobillos,
una luz violeta.

El claxon de los coches
se desangra por ella.
Anuncios luminosos
ven fundirse sus letras.

Cuánta coma de rimmel
bajo sus cejas negras
taquigrafía el aire
y el aire es una idea.

El cromo de las motos
gira a cámara lenta.
Destellos, dioramas,
tacones, manos, medias.

Un solo parpadeo
y todo se acelera.
El carmin es un punto
y es un ruido la seda.
La falda, los zapatos,
la blusa, la melena
se han ido con la luz
verde que se la lleva.

En un paso de cebra
-la ví y dije: ¡ella!
Y todos los motores
me clavaron su espuela.

El semáforo dijo
hola y adiós. Y era
muy pronto para todo,
muy tarde para verla.

El ámbar me mordía
los ojos y las venas
y la calle tenía
resplandor de pantera.

En qué esquina de yodo
su mirada bucea.
En qué metro de níquel
o burbuja de menta.

Ningún libro me dice
ni quién es ni quién era.
Ni su nombre ni el mío
intercambian fonemas.

Lloran los diccionarios,
lloran las azoteas
y dicto mis mensajes
en una lengua muerta.

Ha llegado hasta junio
y estoy en las afueras.
La costura del cielo
tiene blondas de niebla.

Las boquitas pintadas
dejan polvo de estrellas
en el borde de un vaso
boreal de ginebra.

Escrito en cuneiforme
el perfil de sus ruedas
los taxis amarillos
tatúan la alameda.

La noche me maquilla
con su breve tormenta
de bares y de hoteles
sonámbulos que tiemblan.

Otoño de terrazas
vacías y de mesas,
de toldos recogidos
y sillas genuflexas.

Los lápices de labios
con la aurora despiertan.
Los espejos los miran
dibujar sus dos letras.

En un paso de cebra
la ví y dije: ¡ella!
y todos los motores
me clavaron su espuela.

Ésta es la misma calle.
Ésta, la misma acera.
Y la hora, la misma.
Sólo ella no es ella.

La falda, los zapatos,
la blusa, la melena.
El cuello con sus rizos.
El seno con su almena.

¿Y la coma de rimmel
bajo sus cejas negras?
El aire me grafía
aún su silüeta.

Esculpida en el ámbar
-de algún paso de cebra
fosforece su piel,
fosforecen sus medias.


De "Semáforos, semáforos" 1990



LUIS CERNUDA



  
Quisiera saber por qué esta muerte...


Quisiera saber por qué esta muerte
al verte, adolescente rumoroso,
mar dormido bajo los astros ciegos,
aún constelado por escamas de sirenas,
o seda que despliegan
cambiante de fuegos nocturnos
y acordes palpitantes,
rubio igual que la lluvia,
sombrío igual que la vida es a veces.

Aunque sin verme desfiles a mi lado,
huracán ignorante,
estrella que roza mi mano abandonada su eternidad,
sabes bien, recuerdo de siglos,
cómo el amor es lucha
donde se muerden dos cuerpos iguales.

Yo no te había visto;
miraba los animalillos gozando bajo el sol verdeante,
despreocupado de los árboles iracundos,
cuando sentí una herida que abrió la luz en mí;
el dolor enseñaba
cómo una forma opaca, copiando luz ajena,
parece luminosa.

Tan luminosa,
que mis horas perdidas, yo mismo,
quedamos redimidos de la sombra,
para no ser ya más
que memoria de luz;
de luz que vi cruzarme,
seda, agua o árbol, un momento.