"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 29 de mayo de 2021
CLEMENTINA SUÁREZ
Creciendo con la hierba (IV)
Despacio,
que está madurándose
la criatura de espuma
que se queja en mi entraña.
Copo
a copo
voy cubriendo
de alta atmósfera
lo que vivirá,
aun detrás de la muerte.
La
urgencia de mi paso
es un puro símbolo
—nada es mío—
una flecha me curva
dentro de tu amor.
¿No
sientes deshojarse
pétalos dentro de mis sienes?
¿No sientes que mis manos
te adelantan la rosa,
el aroma y el tacto?
Y
que mi sueño
es una arteria abierta
que calcina al gusano.
Y
que precisas otro nombre
para encontrarte
con la sonrisa
de tu primera niñez.
Era
eso lo que me faltaba decirte,
antes que tu amor
la boca me consuma.
Hablarte
de este doble vivir
en la noche y la trasnoche
de una sollozante bruma.
Nunca
esperes que te traiga
una espina en la mano.
Para venir y para buscarte,
ya había dejado
todos los abrojos.
¡Flota
en la luz de mi relámpago!
No olvides
que el paso frágil
de un milagro rápido huye.
Y que la vida que te pido,
no es tu vida,
sino que la copiosa,
inagotable,
la inmortal vida.
Buscando
voy dentro de tu fondo
al árbol que te viste
y te abraza y te estrecha.
Y tal vez hasta te separa
de tu mejor forma.
CLAUDIA MEYER
Un dolor magno es una pupila
Un
dolor magno es una pupila que siente su propio alumbramiento,
puede verse, incrédula, presta,
como el carmín de la boca que aborrece de otras conquistas.
Alfanjes por besos. El vacío por el trópico de dos tactos seduciéndose.
Lágrima o la noche mísera, un pensamiento tocado por compases distantes.
La marea busca a gritos lo tangible de su roce,
en la espera guarnecida por la opresión.
El ancho pecho permite el pálpito de la vida indefensa,
la tiranía de la piel que se estremece.
No sólo el azul y las desdichas amo,
sino los propósitos que cavan sin tregua su propia sepultura:
amo la embriaguez de la tristeza,
la delicia del dolor ante todo lo que amanece.
LILIAM JIMÉNEZ
Once años de exilio
Salí
de mi país, por primera vez, en 1945, muy joven, herida por la fría realidad
del medio ambiente, sin ninguna experiencia, ávida de conocimientos, alentada
por sueños y poblada de anhelos profundos.
Once
años lejos de mi patria me enseñaron a ver, con claridad, que la persona que se
dice humanista debe vivir, debe luchar, debe soñar en función de su propio
pueblo. Y solamente así es capaz de sobrevivir y de vencer a la muerte.
Once
años de ausencia de mi propio país, me demostraron con precisión que las manos
que laboran a diario en el campo y en la fábrica, son las manos que hoy se
alzan victoriosas con el nuevo mensaje de la vida.
Once
años fuera de este ambiente salvadoreño, me sirvieron de escuela para llegar a
descubrir el camino justo del hombre y la profunda razón de su existencia.
Once
años maduraron sobre mi cuerpo, sobre mi corazón y mi conciencia, como maduran
lentamente los frutos dorados por el sol entre los árboles.
Once
años llenaron mi voz y mi palabra de minerales esencias, aprendí a modelar los
ecos, a responder al tiempo, y a soportar el azaroso camino de los que pugnamos
por expresar al pueblo. Un lenguaje interior se ha desatado en mi propia
conciencia, nacido del antiguo dolor del hombre y transmitido de generación en
generación en ese angustioso éxodo del hambre.
Yo
no soy más que un producto humano de la sociedad contradictoria de esta parte
Occidental del mundo. Estoy viviendo, inmersa, una época brillante de
transiciones históricas. Golpea fuertemente en mis sentidos el drama de estos
pueblos; y respiro, como si fuera un aire de tormenta, los vientos que ahora se
desatan con el siglo.
Abro
los poros hacia el mundo y percibo con el tacto la nueva realidad que se
avecina. La tibia y antigua voz del hombre de mi raza ha penetrado en mis oídos
y me ha entregado indefensa en la corriente de sus aguas.
Abro
los ojos y caben en ellos todos los paisajes; abro mi pecho y cabe todo el
Cosmos. Conmovida contemplé el Izalco, subí la parte más alta de los
Cuchumatanes; azotada por emociones diversas atravesé el atlántico, vi los
grandes lagos de Suiza y volé sobre el Cáucaso; admiré Siberia, y estremecida
llegué hasta el Asia donde la China guarda sus tesoros antiguos. ¡Qué sed
Abierta! ¡Qué inmensidad de sueños!
GUSTAVO CAMPOS
Cambié de sitio
Cambié
de ciudad,
pero el reflejo fue el mismo.
A cambio di los libros
que no cupieron en mi viaje.
Busqué la paz.
Y me dije:
Tú, que no sabes,
¿podrás?
Cuando quise abandonarme
junto al polvo
ya no lo merecía…
A otros les habrá sido fácil.
A otros.
Cuando sonrío
¿aún percibo mi sonrisa de niño?
A otros les habrá sido fácil.
Siempre a otros.
Y te llamo.
Pero ni cuando eres
pájaro herido
vuelves.
Y busco.
Incansablemente busco.
Adonde vaya ofrezco un hermoso sol.
Y tengo sed.
Busco en qué creer.
Pero esas migas de luz, ¿quién, de mí, las saca?
Adonde vaya un hermoso sol.
Adonde vaya un hermoso y único sol.
ELISA HUEZO PAREDES
A la silla de ruedas
Guardiana
de los libros: Ya cerrados
los fríos brazos de brillante acero
quietas las ruedas. Fijos y callados
los goznes rechinantes, mustio el cuero.
Evocadora
fiel de los cuidados
últimos del vivir bajo el alero
que guarda imagen, risa y ceño amados,
postrer amor que siempre fue el primero…
Descansas
hoy, el freno detenido,
más bien paralizado tu crujido
en el ir y venir de aquella mano
que
dejara su huella en el gemido
del dolor y el placer de haber vivido:
espejo del final de un ser humano.
PAULA LÓPEZ
Primera lluvia
Hace
un mes, cayó la primera lluvia.
Hace un mes, cayó la primera lluvia.
A dondequiera que caminemos
nos encontramos con los árboles
colmados de hojas verdes.
Madre,
yo estoy aquí,
para cantar frente a tus ojos.
Madre, yo estoy aquí,
para cantarte al oído.
No
estoy sola.
Le dije al viento que venga conmigo
para que así, mientras canto,
el viento juegue con tu pelo.
No
estoy sola.
Le dije al rocío que venga conmigo
para que así, mientras canto,
el rocío caiga sobre ti.
No
estoy sola.
Le dije a la luna que venga conmigo
para que así, mientras canto,
la luna te alumbre.
¡Mira!
¡Cómo cae el sereno sobre las hojas verdes!
¡Mira! ¡Cómo te acaricia el rocío!
¿Qué
necesitamos?
Nada necesitamos.
¿Qué
necesitamos?
Nada necesitamos.
Versión de Alan R. King y Jorge Ávalos.