miércoles, 5 de diciembre de 2012

OSCAR NIEMEYER






Poema de la curva:




No es el ángulo recto que me atrae
Ni la línea recta, dura e inflexible,
Creada por el hombre.
Lo que me atrae es la curva libre y sensual
La curva que encuentro en las montañas
De mi país,
En los cursos sinuosos de sus ríos,
En las olas del mar,
En el cuerpo de la mujer preferida.
De curvas está hecho el universo.
El universo curvo de Einstein.

SARA DE IBÁÑEZ





Isotermia



Te supe un condenado otoño
al ras de las cortezas
en el sinuoso curso de meandros

Choque brutal de pupilas perplejas
vorágine apretando estupro con el cielo
acunándonos el vértigo Iniciados babilonios

te supe a media voz Con un deseo mágico
rozándonos tobillos los secretos más
profundos del pecado

Sabía que existías
que te extendías grave en severos firmamentos
que conjugabas hechizos y serpientes

Que mecías tu cuerpo entre sombras ajenas y neblina
que tu gula era salvaje
que te enviaba Belili el infernal

Me convenció tu juego irreverente
tu descarnada afrenta Tu azul arcano
tu ser de sorpresiva ráfaga encantador heraldo

Y pregunté mil cosas esa noche
Era otoño Contestabas de perfil
repasando obrajes de tu lengua por mis labios

Desbaratamos trágicas hipótesis empanadas ordalías
amable triunfó la rosa de los vientos
y mi mano fue a tu mano

Sentimos nos unía la línea el tiempo el color
Robando el paraíso lo trepamos entre estelas jeroglíficas
colmamos tabernáculos de Ishtar con corderos y un buey blanco

Ondulando recíprocos por una ciencia infusa
por una rara geometría acortando distancias de mortales
ufanos entre sables curvos propicia luna vino en cráteras

Tu calor era regresando del exilio
Incontenidas pasiones estallaban las arterias
Isotérmicos derruimos prologales muros del temor o la vergüenza

Aquella noche la primera Era otoño
Estación para gente de «savoir vivre» de «savoir faire»
Nosotros

Aquella vez se perdieron tus ojos en los míos
y yo sin detener el alma
logré despedazar a tu tristeza


ROBERTO JUARROZ






Voy a alargar caminos de caricia...



Voy a alargar caminos de caricia,
con algo de dulzura entre los dientes
y un garabato tibio en los cabellos,
para que el poco sueño que aún nos queda
no se nos caiga.

Voy a alumbrar tu rostro mientras duermes
y mirarlo al revés, donde no duerme.

Voy a juntar raíces por el aire,
catálogos de nieves que no caen
y sitios para párpados.

Voy a tomar al hombre por el centro
y tirarlo a rodar, a ver si llega.
Voy a tomarme a mí, ya me he tomado,
para enlazar de nuevo los cristales
con un redondo material sin tiempo.

Voy a cortar las puntas de la vida
como unas uñas demasiado largas.



MARÍA ROSAL





Negaciones



No he venido a decirte que me escuches, a ti, embaucador,
                     tarado, charlatán de feria.
No he llegado hasta aquí a regalarte el aroma secreto de mis muslos,
pues dormitan las fieras y es preciso una recia armadura a su contagio.
No he venido a leerte las palabras que escribo por la noche,
                    cuando sueñan las hoces con un campo de espigas.
No he venido a que me hables, amordazado, infeliz, alma
                    destartalada.
No he venido a que me mires, ni a que me aprietes fuerte
                    contra los pernos de tu caja torácica.
No, no he andado desde la lejanía del desierto para besar la
                    deslumbrante antorcha de tu osario.

Entonces... ¿A qué has venido -me preguntas-
                   a qué tanto disfraz, tan triste maquillaje?

De "Otra vez Bartleby"

ENRIQUE AZCOAGA






Me canta el corazón como le canta...



Me canta el corazón como le canta
la savia fiel al árbol florecido;
me canta porque llego al presentido
cendal de tu ternura. No quebranta

la angustia mi canción, que nada espanta
a un corazón que canta prometido.
Me canta el corazón como invadido
de la tibieza fresca que te encanta.

Turba mi ser la alondra de tu vida
y el llanto arrepentido cae a tierra,
pues soy una congoja hecha armonía.

Me canta en las entrañas la encendida
balada de la dicha y se destierra
la niebla que hace al alma compañía.   


FERNANDO PAZ CASTILLO





El espíritu es trágico...



El espíritu es trágico
pero el cuerpo es bello
y solemne
bajo el hilo de plata del silencio
que oculta entre cenizas las palabras,
las palabras
que duelen y se alejan
como el pensamiento, y como el ala
graciosa,
fúlgida tierra que al volar se queda
entre el aire y la luz,
signo del pie divino y de su fuga
que delata a su paso la belleza,
la eterna aspiración de la belleza,
entre el rencor del hombre
y la conciencia audaz,
desveladora
que, sin asirla del todo,
vive de ella esclava.

Esclavitud sublime que lo salva
de aquella lenta ducha dolorosa
del ser primero,
de aquella triste angustia desolada
del hombre sin pasado;
de aquella amarga realidad viviente,
del hombre, sólo hombre:
triste vivir del alma sin amor,
perfección del creador y de lo creado.