miércoles, 19 de octubre de 2016


RICARDO RUBIO




Alrededores



Las aves
en la tarde,

las azucenas
y el silencio,

el fondo rojizo
del infinito,

todos habitan
este pequeño corazón.



ANTONIO MACHADO




Horizonte



En una tarde clara y amplia como el hastío,
cuando su lanza blande el tórrido verano,
copiaban el fantasma de un grave sueño mío
mil sombras en teoría, enhiestas sobre el llano.

La gloria del ocaso era un purpúreo espejo,
era un cristal de llamas, que al infinito viejo
iba arrojando el grave soñar en la llanura...
Y yo sentí la espuela sonora de mi paso
repercutir lejana en el sangriento ocaso,
y más allá, la alegre canción de un alba pura.


CINTIO VITIER




Estamos



Estás
haciendo
cosas:
música,
chirimbolos de repuesto,
libros,
hospitales
pan,
días llenos de propósitos,
flotas,
vida,
con tan pocos materiales.
A veces
se diría
que no puedes llegar hasta mañana,
y de pronto
uno pregunta y sí,
hay cine,
apagones,
lámparas que resucitan,
calle mojada por la maravilla,
ojo del alba,
Juan
y cielo de regreso.
Hay cielo hacia delante.
Todo va saliendo más o menos
bien o mal o peor,
pero se llena el hueco,
se salta,
sigues,
estás haciendo
un esfuerzo conmovedor en tu pobreza,
pueblo mío,
y hasta horribles carnavales, y hasta
feas vidrieras, y hasta luna.
Repiten los programas,
no hay perfumes
(adoro esa repetición, ese perfume):
no hay, no hay, pero resulta que
hay.
Estás, quiero decir,
Estamos.



JESÚS MUNÁRRIZ

  


Fugaz retorno



Volver a la ciudad lejana de la infancia,
par entre pares otra vez,
recobrar aquel puesto hace tiempo perdido,
ámbito acogedor en días fríos,
tejido de costumbres y de complicidades.
Rememorar rincones olvidados,
rostros desdibujados, calles, nombres,
maneras y expresiones.
Borrar tanta distancia en unas horas
de feliz reencuentro.
Pasear por aceras familiares
y jardines que siguen
alzando aquellos árboles
que la memoria guarda en dulces entresijos.
Ser otra vez aquel que fue, que fuiste,
página ya pasada de una historia
que te trajo hasta aquí,
hasta este día,
niño por unas horas
en tu vieja ciudad,
en el fondo la misma, pero tan diferente,
y partir, partir pronto,
recobrar los quehaceres de otro mundo
lejos de estos paisajes que evidencian
con su presencia brusca
su diario desgaste, el paso de los años,
al tiempo que tu propio deterioro.


De: "Esos tus ojos"


MANU CÁNCER





La canción almorávide



Quise buscar la oración almorávide
para llorar exactamente a la hora del desierto.
Quiero decirte ahora
que sigo amándote y que el avión se fue.
Tengo una carta
para ti:
te he querido y he muerto.
La oración de los viernes y el llanto de los viernes
se parecen a verte
y recordarte.

  

ELADIO CABAÑERO



  
El cielo aquel pintado con tizas de colores...



El cielo aquel pintado con tizas de colores;
el sol que se empozaba tantos jueves
para los largos temporales
"Cuando se empoza el sol en jueves,
antes del domingo llueve..."
Aquellas calles largas con carros y viñeros;
el pregonero del Ayuntamiento
y el tío del "rabiche"; el carro
del "alhigue" cuando los carnavales;
las barberías con aquellos frascos
llenos de sanguijuelas coleantes;
el miedo de las noches del invierno
desiertas por el cierzo y los fantasmas;
las uvas, las espigas, la Glorieta,
la feria, el corralazo de los títeres...
¿Era aquél Tomelloso?
¿Era yo aquél, aquel de por entonces?
No me recuerdo bien. No tengo pruebas.
Era antes de la guerra. Mucha gente
no viviría bien, seguro, pero
el tiempo de los niños es hermoso,
y aunque la vida va a su mejoría
-según dicen- y hay tantos nuevos sueños:
viajar a la luna y los planetas;
inventar pan para que no haya pobres,
nueva fe en nuevos pechos,
aquel tiempo consuela a los que fuimos
niñez y luego muerte en nuestra infancia.
Antes que lo perdiéramos,
aquel niño de todos y de nadie
jugó por todo el pueblo, entre bidones
y cubas y trujales, en las fábricas,
en las destilerías de alcohol,
donde el vino zurría y se quemaba,
mientras nosotros -aúpa- nos saltábamos
montoneras de orujo, eras de lías.

Y el campo, ¿cómo era
antes de que aquel cielo, aquellos hombres,
se fueran a la guerra para no volver nunca?
Vendimiadores tiempos,
una vez en las viñas, vendimiando, una noche
-quiero acordarme, pero ha tanto tiempo-
en la pequeña casa, acabada la cena,
todos bien avenidos se embromaron,
se tiznaron jugando al "San Alejo",
con la sartén tocaron seguidillas
y jotas a la luz de los candiles;
y luego se acostaron en-parva por el suelo,
que ya no se cabía
sino en las alambores y en la cuadra.
Eran caras alegres como nunca haya visto.
Era antes de la guerra y yo tenía
de cuatro a cinco años.
Muchos ya no volvieron para echar hato los lunes
para irse de semana, de vendimia.
El cielo no volvió ni fue ya claro.
La gente se hizo dura,
y a los niños dejaron de querernos.
Y nosotros, mis primos, mis amigos,
no volvimos tampoco de la guerra:
de repente crecimos, fuimos otros,
nos perdimos igual que se perdieron
de vista, hacia el Oeste, tantas cosas.