jueves, 13 de agosto de 2015

PAZ MOLINA




Artista



Vacío de mí mismo (tengo anteojos de astronauta y
zapatos de buzo)
equivoco una vez más el camino

Solemne como un mármol
me instalo en los lugares públicos más visibles
dispuesto a las minuciosas miradas con que intentan
definir mis piruetas los examinadores.

Inexperto y contrito
gesticulo y ofrezco mi vil mercadería
atributos de fraile proviciano,
medallas inservibles,
y un sin número de buenas recomendaciones.

En un paso de baile
inaguro el ritmo presuntuoso
y ostento un galardón inapreciable
tras mis pasos sucumben los estetas
atónitos de fraude.

 

AMADO NERVO

 


Jaculatoria de la nieve


¡Qué milagrosa es la Naturaleza!
Pues, ¿no da luz la nieve? Inmaculada
y misteriosa, trémula y callada,
paréceme que mudamente reza
al caer... ¡Oh nevada!:
tu ingrávida y glacial eucaristía
hoy del pecado de vivir me absuelva
y haga que, como tú, mi alma se vuelva
fúlgida, blanca, silenciosa y fría.


 

 

CHARLES BAUDELAIRE


 

De Spleen e Ideal
 

25. La cabellera


¡Oh vellón, que rizándose baja hasta la cintura!
¡Oh bucles! ¡Oh perfume cargado de indolencia!
¡Éxtasis! Porque broten en esta oscura alcoba
Los recuerdos dormidos en esa cabellera,
La quiero hoy agitar, cual si un pañuelo fuese.

Languidecientesasias y áfricas abrasadas,
Todo un mundo lejano, ausente, casi muerto,
Habita tus abismos, ¡arboleda aromática!
Tal como otros espíritus se pierden en la música,
El mío, ¡oh mi querida!, navega en tu perfume.

Lejos iré, donde árbol y hombre, un día fuertes
Fatalmente se agostan bajo climas atroces;
Firmes trenzas, sed olas que me arranquen al fin.
Tu albergas, mar de ébano, un deslumbrante sueño
De velas, de remeros, de navíos, de llamas:

Un rumoroso puerto donde mi alma bebiera
A torrentes el ruido, el perfume, el color;
Donde naos surcando el oro y el moaré,
Abren inmensos brazos para estrechar la gloria
De un puro cielo, donde vibre eterno calor.

Y hundiré mi cabeza sedienta de embriaguez
En ese negro océano, donde se encierra el otro,
Y mi sutil espíritu que el vaivén acaricia
Os hallará otra vez, ¡oh pereza fecunda!
¡Infinitos arrullos del ocio embalsamado!


Oh cabellos azules, oscuros pabellones
Que me entregáis, inmensa, la bóveda celeste;
En las últimas hebras de esas crenchas rizadas,
Confundidos, me embargan los ardientes olores
Del aceite de coco, del almizcle y la brea.

Durante edades, siempre, en tu densa melena
Mi mano sembrará perlas, rubíes, zafiros,
Para que el deseo mío no puedas rechazar.
¿No eres, acaso, oasis donde mi sueño abreva
A sorbos infinitos el vino del recuerdo?

De: Las flores del mal
(Versiones de Antonio Martínez Sarrión)

 

PEDRO SALINAS

 


Poesía



¿Tú sabes lo que eres
de mí?
¿Sabes tú el nombre?
                            No es
el que todos te llaman
esa palabra usada
que se dicen las gentes,
si besan o se quieren,
porque ya se lo han dicho
otros que se besaron.
Yo no lo sé, lo digo,
se me asoma a los labios
como una aurora virgen
de la que no soy dueño.
Tú tampoco lo sabes,
lo oyes. Y lo recibe
tu oído igual que el silencio
que nos llega hasta el alma
sin saber de qué ausencias
de ruidos está hecho.
¿Son letras, son sonidos?
Es mucho más antiguo.
Lengua de paraíso,
sanes primeros, vírgenes
tanteos de los labios,
cuando, antes de los números,
en el aire del mundo
se estrenaban los nombres
de los gozos primeros.
Que se olvidaban luego
para llamarlo todo
de otro modo al hacerlo
otra vez nuevo son
para el júbilo nuevo.
En ese paraíso
de los tiempos del alma,
allí, en el más antiguo,
es donde está tu nombre.
Y aunque yo te lo llamo
en mi vida, a tu vida,
con mi boca, a tu oído,
en esta realidad,
como él no deja huella
en memoria ni en signo,
y apenas lo percibes,
nítido y momentáneo,
a su cielo se vuelve
todo alado de olvido,
dicho parece en sueños,
sólo en sueños oído.
Y así, lo que tú quieres,
cuando yo te lo diga
no podrá serlo nadie,
nadie podrá decírtelo.
Porque ni tú ni yo
conocemos su nombre
que sobre mi desciende,
pasajero de labios,
huésped
fugaz de los oídos
cuando desde mi alma
lo sientes en la tuya,
sin poderlo aprender,
sin saberlo yo mismo.

 

 

 

JULIO FLÓREZ ROA


 

(LXI de Gotas de Ajenjo)

 

Blanco velo que al mármol importuna,
Flota sobre la frente inmaculada
Y tersa de la virgen desposada,
Como un vago crepúsculo de luna.
Sutil como las gasas de la cuna
De la niñez que duerme sosegada,
Y luego cual la niebla aletargada
Sobre el glauco cristal de la laguna.
¡Calma, oh novia, tu ardor, calma tu anhelo,
Y expira, antes que alumbre el nuevo día
Marchita tu inocencia, flor de cielo!
¡Y en vez de aquella toca tan sombría
Que ponen a las muertas, aquel velo
Lleva intacto a la tumba negra y fría!

 

RAÚL GÓMEZ JATTIN


 



Instantáneo relámpago
Tu aparición.
Te asomas súbitamente
En un vértigo de fuego y música
Por donde desapareces.

Deslumbras mis ojos
Y quedas en el aire.