jueves, 24 de octubre de 2019


JULIAN PRZYBOŚ





Hacia la montaña



1

Arrojé la ciudad como una piedra
detrás de mí
y antes de que cayera

abrí mis oídos.

La montaña: recién articulado
el silencio del mundo.


2

El exceso de la tierra invadió el cielo.
El horizonte
circula por encima de mi frente
y pesa cada vez más.
Con la fuerza de dos manos
cargo mi cabeza.

Como si me hubiera aplastado
la cumbre caída de la tierra.


ALFONSO CORTÉS





Las piedras



Las piedras ¡ah!, las piedras tienen un secreto
dolor que se muestra como en carnes vivas
cuando en su egoísmo doliente y discreto
parece que no hacen de la vida caso
y ante el tiempo se alzan sordamente esquivas,
como si quisieran impedirle el paso.

Resignadamente mudas ante el viento
y el agua, no incuban otro pensamiento
que el de ser rebeldes a su propia suerte
y sufrir altivas su destino ciego,
más allá del agua, del viento y del fuego,
sin ansias, sin fuerzas, sin vida, sin muerte.

Es un prometeico suplicio sin nombre,
más que el de ser bestia o árbol, se diría
que son anteriores momentos del hombre
y que sufren una vengativa norma
—presas en sí mismas—, quizá porque un día
robaron al caos el don de la forma.

Con el vano alarde de un símbolo serio
—cuando el rostro vago de la luna asoma—,
se las ve indagando cosas del Misterio,
y abren, ante el viento que audaz las golpea,
sus desesperadas bocas sin idioma,
o erigen su absurda testa sin idea.

Y quizá en una forma de existencia
más amplia que nuestra personalidad,
la Naturaleza vive en su contienda,
e ignoran a fuerza de haber recogido
en sí los Anales dé la Eternidad,
porque de recuerdos está hecho el olvido.


ANA LILIA FÉLIX PICHARDO





El fin de la Historia



Los carniceros también se hacen polvo
pero no es una especie de justicia
y aunque todavía quedaran huesos
los perros no orinan sobre tumbas.
La piel es tan mediocre bajo tierra
que huele a manzana la frivolidad
y el matarife sabe a menudencias
pero las lenguas también se hacen polvo.


MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ






Monelle, los pájaros



Ha vuelto Monelle con su alma de Nesqüik,
Dibuja en un folio pájaros blancos.
Los pájaros blancos
asoman por los descuidos.
Los pájaros blancos
acuden a sacarme de la cárcel del libro.
Los pájaros blancos
me rejuvenecen.
Para ti lo he hecho, para ti.
Los hombres / hembra no le dicen nada,
senos inexistentes. Alegría de la nada.

Ella, ojos ilustrados de nínfula extraña,
me tumbo y sueño.
Es la revelación de que está y no está,
toda de pan y nata, toda de infancia y vibración.
Me miente si voy con ella para que sea feliz.


De: “Monelle, los pájaros”


YEMIRA MAGUIÑA


  


Ostinazione



La necesidad extrema de fraguar tus manos hacia mí
sentir tu delicioso delirio buscando mi cuello
imaginarte con los ojos cerrados debatiendo en tus sesos
si todo esto tendrá una repercusión fatal
te maldices conmigo en tu empolvada austeridad,
porque le das oportunidad al amor cada vez que puedes
con la esperanza de ser ese feliz loco enamorado
pero sigues en mis agitaciones, apretado a mis pechos
y a mi voz, que te invade siempre
y yo me regocijo en cada segundo,
me apresuro a poseer tu latido,
acomodarlo al mío para que olvides tu lasitud
no te amo, es cierto, no sé amar, pero te pretendo cerca,
sin piel, asegurando un final enloquecido ansioso burbujeante.


ANA AJMÁTOVA





Ahora ya nadie querrá escuchar canciones



Ahora ya nadie querrá escuchar canciones.
Los amargos días profetizados llegan desde la colina.
Te lo digo, canción, el mundo ya no tiene maravillas;
no destroces mi corazón, aprende a estarte quieta.

No hace mucho, libre como cualquier golondrina,
luchabas; felizmente contra las mañanas, desafiando
    sus peligros.
Ahora vagarás como un mendigo hambriento,
llamando desesperada a la puerta de los extraños.


(1917)