lunes, 16 de enero de 2023


 

ISABEL TERESA GARCÍA


 

Jaula

  

Distraída

iba rozando el perfil
de tu acento.

Tú te abrías en mis ojos
para que la noche no llegara.

Cuántas veces vi el mundo
nacer de tu lengua.

Yo soy el animal encerrado:

tu voz de polvo
no recuerda mi nombre.

 

CARLOS CALERO

 

 

Se parece a la abuela de Pamuk



Abuela no piensa en las playas de Ankara. Las tiene en su cabeza tejidas con puertos y nostalgia. Una ciudad es la sal en la memoria de un océano. Sus ojos han dado calles a la bondad de un paraguas y la arena, y zurce aldeas blancas como pañuelos. Desde un nogal para los sueños, hizo de sus recuerdos nietos modernos y la masa azul que siempre llama cielo. Otras ocasiones serán macetas o corredores entre un violín sin clavijas y la última telaraña destejida por un árbol de follaje encalado. Ah, mi abuela se deja amar por los silencios brumosos del ser y lo que aún le niega la vida. No es la anciana petrificada, sino quien ríe con historias en las manos. Hija de guerreros y un país antiguo entre el mar y la arena triturada por cascos otomanos. Una casa de puertas altas. La casa del portón, abierta con la llave del misterio traído desde épocas y dioses dueños del aire y la tierra. La abuela que vio a su Dios con un dedo y el zapato viejo, hablando de oboes y manadas de caballos. Mi abuela escucha el wolkwagen y lo confunde con el lomo de una caravana tragada por el lago que amanece rojo. Pamuk nunca ha pensado en esta abuela ni puesto sus ojos en la bahía, donde flota un pájaro que se hunde como cola de ballena.

 
 
De la antología: “No basta fingir o imaginar que somos tigres”

 

CHING-FA WU

   


Por favor, entiérrame donde se vea el cañón

  


Algún día, cuando muera
mi amor, por favor entiérrame allí-
bajo un antiguo árbol de alcanfor,
por encima del cañón

Donde el viento hace sonar las gaitas del valle,
las estrellas titilan
para coquetear con los amantes,
y los cucos de alas castañas revolotean
sobre las copas de los árboles con gracia.

El arroyo donde tú y yo, mi amor,
lavamos nuestros pies por primera vez,
haz que me recline en los guijarros apaciblemente.

Por siempre y para siempre, junto al Cielo,
bajo el antiguo árbol de alcanfor,
por encima del cañón-
por favor, entiérrame allí,
mi amor.
  

Versión de Mariela Cordero

 

JORGE PALMA



 

Plegaria

 

 

No hay altar que pueda

con todo el dolor de la tierra.

Cómo harás, Padre amado, para

glorificar tantos siglos de odio

y devastación. Por dónde

empezarás a tirar de esa cuerda

mohosa y sucia

húmeda y maloliente.

No puedo ver con claridad

esa hermosura a la que aspiro

y me rindo ante el misterio.

Me inclino y bebo.

Tiemblo como tantos.

Y vuelvo cada noche a preguntarte,

Padre amado, cómo harás,

por dónde empezarás a sacar

del interminable silencio

siglos enteros de humanidad

asidos uno a uno a esa

inmensa cuerda que llevas

atada a tu cintura.

Mientras tanto

guardo en un relicario,

las cenizas todavía humeantes

de los últimos muertos de la tierra.

 

 

 

JULIA SANTIBÁÑEZ


 

500 kilos 

…pasé la mano, sin malicia,
por el lomo de la vida.
Díos mío, qué brutal quemadura.
Enriqueta Ochoa

 

 

Alguna vez me creí

con la solvencia de matar

por mis sobrinos, mi madre

o un amorío nebuloso.

Pero sólo vale el verbo matar

si comprometes cada hueso

en estallar el chisguete pegajoso.

 

Esto es otra cosa.

Y no hago propaganda.

Aquí soy una bestia que bufa al sol

desde ojos renegridos.

No dudaría de veras no

enterrar mi cornamenta

con su sombra

para acribillar el corazón

viva o muerta la sangre

horizontal

en surtidor o nadamente

y lo mismo tensaría por instinto

el cuello requemado

para abalanzarme una vez

—o las que hagan falta—

mis 500 kilos en juego

si algún necio te violenta el resorte.

Cómo no va a inquietarnos, hija,

este miocardio brusco

si frecuenta lo pavoroso

de un toro ciego.

 
 

 
 

MARÍA ANGÉLICA MORENO

 

 

 

Desde el fondo de tu vientre
gritaste mi nombre al universo
y no escuché tu llamado.
Estuve perdida
años luz
me convertí en una estrella
que vigilaba tu llanto
desde la Vía Láctea.
No tuve consciencia
de mi origen
hasta escucharte
narrar esta historia de cuna
todas las noches
antes de dormir.
Vengo de la galaxia
vengo de tu sangre
vengo de tu carne
vengo desde el fondo
de tu vientre débil
gritando mi nombre
al universo.
Ya no estoy perdida, madre.
….. Hoy
….. escuché tu llamado.