Plegaria
No hay altar que pueda
con todo el dolor de la tierra.
Cómo harás, Padre amado, para
glorificar tantos siglos de odio
y devastación. Por dónde
empezarás a tirar de esa cuerda
mohosa y sucia
húmeda y maloliente.
No puedo ver con claridad
esa hermosura a la que aspiro
y me rindo ante el misterio.
Me inclino y bebo.
Tiemblo como tantos.
Y vuelvo cada noche a preguntarte,
Padre amado, cómo harás,
por dónde empezarás a sacar
del interminable silencio
siglos enteros de humanidad
asidos uno a uno a esa
inmensa cuerda que llevas
atada a tu cintura.
Mientras tanto
guardo en un relicario,
las cenizas todavía humeantes
de los últimos muertos de la tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario