"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 1 de diciembre de 2017
JUAN JOSÉ ARREOLA
III
Soy un
Adán que sueña con el paraíso, pero siempre me despierto con las costillas
intactas.
De: “Clausulas”
JEANNETTE CLARIOND
Fría llama
Como si palpitara un silencio
el oro de las luciérnagas
entre abetos llameaba.
Su luz caía
sobre el agua y tú
desaparecías
como quien sale de una escena
sin su cuerpo.
desaparecías
como quien sale de una escena
sin su cuerpo.
Lumbre
en el centro del agua,
trazabas una estela sin saber
que el sol te miraba
trazabas una estela sin saber
que el sol te miraba
por vez
primera.
PAULINA VINDERMAN
Y si hubiera nacido
hombre...
Y si hubiera nacido hombre
habría sido marinero
con una azul mortaja como lecho.
Madre, no me dijiste nunca
que había que pagar un precio
para hablar con las flores.
Detrás de tantas ventanas
las mujeres se peinan para recibirlos.
No me enseñaste nunca
que había que pagar un precio
por haber nacido mujer
y marinera.
Mi amor a punto de morir
no sabe
que amo únicamente ahora
que no hay vientre ni ola ni deseo.
Mi amor a punto de morir
no sabe
que únicamente lo amo porque muere
y quedo libre de todo excepto
de escribirlo
eligiendo los momentos del goce
como un conquistador antes del oro.
Mi amor no sabe
que el único al que amé
fue aquel marino de la fotografía
que jamás conocí.
Y si hubiera nacido hombre
habría sido marinero
con una azul mortaja como lecho.
Madre, no me dijiste nunca
que había que pagar un precio
para hablar con las flores.
Detrás de tantas ventanas
las mujeres se peinan para recibirlos.
No me enseñaste nunca
que había que pagar un precio
por haber nacido mujer
y marinera.
Mi amor a punto de morir
no sabe
que amo únicamente ahora
que no hay vientre ni ola ni deseo.
Mi amor a punto de morir
no sabe
que únicamente lo amo porque muere
y quedo libre de todo excepto
de escribirlo
eligiendo los momentos del goce
como un conquistador antes del oro.
Mi amor no sabe
que el único al que amé
fue aquel marino de la fotografía
que jamás conocí.
Porque
me enamoraba únicamente
de los derrotados.
Porque habrá naufragado
con una azul mortaja como lecho.
Porque sus ojos eran huérfanos
como los míos,
sucios de tormentas y remedios solitarios
contra el amor, la blandura,
la nostalgia de tierra.
Madre, no me enseñaste nunca
a ordenar mis pedazos
Me dejaste cortarme, cortarme,
con cuchillos de mar y de ventanas.
«Las mujeres se peinan, decías,
para recibirlos.»
de los derrotados.
Porque habrá naufragado
con una azul mortaja como lecho.
Porque sus ojos eran huérfanos
como los míos,
sucios de tormentas y remedios solitarios
contra el amor, la blandura,
la nostalgia de tierra.
Madre, no me enseñaste nunca
a ordenar mis pedazos
Me dejaste cortarme, cortarme,
con cuchillos de mar y de ventanas.
«Las mujeres se peinan, decías,
para recibirlos.»
De: "La balada de Cordelia"
MIJAIL LAMAS
XII
Saturada
su piel,
ceñida
tenazmente por mi cuerpo,
que
hasta en su respirar
mi amor
va desplegando
la
pétrea flor, la rosa que se fija.
El
tiempo pule en ella
su
preciso diamante, duro rastro
que en
mi cuerpo perdura.
Cristal
clarividente
que así
me ve caer desde sus ojos.
Al
fuego que me esconde
la
calma castidad de tus modales,
a ese
voy cayendo
como si
de la tumba
que es
siempre hospitalaria, se tratase.
Así mi
mano extiende,
urgida
de apurar esa distancia,
la
calidez del tacto
donde
ganar se puede
la más
oculta gloria de dos cuerpos.
De: “Fundación de la casa”
MIGUEL VEYRAT
Ítaca
Nunca hubo jardín. Tu nombre
es laberinto y la patria
perdida el hilo roto de tu hija
Adriana que el viento trae
y aleja, uncido al ritmo
entrecortado de lo vivo: Barre
las hojas de la especie
en tanto que tu pierna
herida de Rimbaud enhebra
de nuevo el camino
de regreso. Nunca hubo jardín
ni patria conocida. Tu nombre
es estela -y lo borran
constantes el viento y las mareas.
Nunca hubo jardín. Tu nombre
es laberinto y la patria
perdida el hilo roto de tu hija
Adriana que el viento trae
y aleja, uncido al ritmo
entrecortado de lo vivo: Barre
las hojas de la especie
en tanto que tu pierna
herida de Rimbaud enhebra
de nuevo el camino
de regreso. Nunca hubo jardín
ni patria conocida. Tu nombre
es estela -y lo borran
constantes el viento y las mareas.
SANDRA URIBE PÉREZ
[Cartografía]
Trazo
el poema y su desnudez me aterra.
El
fervor con que se aferra al papel
es el
mismo de la sangre en tránsito.
Cada
palabra es una iluminación
que
antecede a la niebla,
un paso
certero hacia el abismo.
Y esa
verdad de tinta que se enreda en los ojos,
ese
mapa de horas a punto de extinguirse
se
convierte en la memoria inútil de tu tiempo.
La
sombra es ahora un pájaro del que no puedes huir.
Toda la
música de lo escrito arde en tus venas
y te
condena a tu propia destrucción.
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