"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 4 de enero de 2022
JORGE ETCHEVERRY ARCAYA
Conversas
“Mira,
parece que no hubieran pasado cincuenta años
o casi aunque los días se suceden como
cuentas de un collar interminable quizás incluso
más brillantes o será que no nos quedan muchos más que ver o
que otra vez arden las ciudades se encienden los campos
con variados fuegos o acaso nunca dejaron de hacerlo pero parece que
estábamos distraídos”
—sí tienes razón así es parece que
no sirvieron mucho nuestros combates
barricadas y consignas y otras
cosas que todavía mejor no mencionar uno nunca
sabe las compañeras llegan se van como palomas los amigos tienen
la costumbre de desaparecer como bandadas de gorriones
tras nubes inciertas, pero en fin las cosas siguen brotan
como flores se enredan adoptan nuevos dibujos
filigranas en que parece que ya no caben las mochilas las rebeliones puras
de entonces son otras parece las que muestran nuevos rostros inciertos—
“Pero mira allá arriba cómo giran los cielos de los días
se enhebra el mundo como en un
capullo plateado que anuncia
maravillas las palabras de idiomas
circunscritos o vastos la poesía
alma de los pueblos sigue y nosotros también
seguimos existiendo”
LUDWIG ZELLER
Muñecas
del desierto de Atacama
para Estela Lorca
Las
encontré allá al fondo de una vasija rota,
Venían arropadas con los viejos tejidos de sus muertos.
Sonreían al paso de mi mano, era como si hablaran
Me contaran secretos tras de la lana de sus ojos negros
No
sé ya qué decían, las tres en un jergón de palos aromáticos
Simulan el encanto tras el dibujo arcaico de ese pájaro
Errante que en cada vida nos parece eterno, ese que vuela
Desde una vida a otra arrastrando las flores del deseo
Yo
nací en el desierto, los oasis son quizás sólo una ilusión
Espejismo que ofrece la piel de la adorada, encantamiento
De creer que podremos detener el tiempo y sostener delante
De los ojos el fuego de esa imagen, aquella lava que desaparece
Aquí
sobre mi mesa están aquellas locas, las que volvieron
De la edad antigua esa nube de luz sobre mi infancia,
Las veo sonreír, reírse a carcajadas de las dudas que tengo
Mientras el viento mueve en mi cabeza sus coloridas faldas.
Ellas
duermen también y allí en el sueño las encuentro
Sedientas de pasión, ellas queman los días con la sola
Mirada, los días y los años que ha dispersado el viento;
La lujuria que enciende el tictac del instinto bajo el pecho.
Estoy
viejo y cansado, los caminos se cierran sobre la tierra seca,
Quizás la sangre añora el color de esos pétalos, misterio
De repetir un rito milenario, beber desde sus bocas
La dulzura de abuelas ya difuntas, muñecas locas,
Vasijas del amor de dónde vengo.
AUGUSTO WINTER
La
fuga de los cisnes
Reina
en el lago de los misterios tristeza suma:
los bellos cisnes de cuello negro terciopelo,
y de plumaje de seda blanca como la espuma,
se han ido lejos porque el hombre tiene recelo.
Aún
no hace mucho que sus bandadas eran risueños
copos de nieve, que se mecían con suavidad
sobre las ondas, blancos y hermosos como los sueños
con que se puebla los amores de la bella edad.
Eran
del lago la nota alegre, la nota clara,
que al panorama prestaba vida y animación;
ya fuera un grupo que en la ribera se acurrucara,
ya una pareja de enamorados en un rincón.
¡Cómo
era bello cuando jugaban en la laguna
batiendo alas en los ardientes días de sol!
¡Cómo era hermoso cuando vertía la clara luna
sobre los cisnes adormecidos su resplandor!
El
lago amaban donde vivían como señores
los nobles cisnes de regias alas; pero al sentir
cómo implacables los perseguían los cazadores,
buscaron tristes donde ignorados ir a vivir.
Y
poco a poco se han alejado de los parajes
del Budi hermoso, que ellos servían a decorar,
yéndose en busca de solitarios lagos salvajes
donde sus nidos, sin sobresaltos, poder salvar.
Más,
desde entonces fue su destino, destino aciago
ser el objeto de encarnizada persecución:
vióseles siempre de un lado a otro cruzar el lago,
huyendo tímidos de la presencia del cazador.
Y al
fin, cansados los pobres cisnes de andar huyendo,
se reunieron en una triste tarde otoñal,
en la ensenada, donde solían dormirse oyendo
la cantinela de los suspiros del totoral.
Y
allí acordaron, que era prudente tender el vuelo
hacia los sitios desconocidos del invasor;
yendo muy lejos, tal vez hallaran bajo otro cielo
lagos ocultos en un misterio más protector.
¡Y
la bandada gimió de pena, sintiendo acaso
tantos amores, tantos recuerdos dejar en pos!
¡Batieron alas; vibró en el aire el frú-frú de raso
que parecía que era un sollozo de triste adiós!
Reina
en el lago de los secretos tristeza suma,
porque hoy no vienen sobre sus linfas a retozar,
como otras veces, los nobles cisnes de blanca pluma
nota risueña que ya no alegra su soledad
Si,
por ventura, suelen algunos cisnes ausentes,
volver enfermos de la nostalgia, por contemplar
el lago amado de aguas tranquilas y transparentes,
lo hallan tan triste que, alzando el vuelo, no tornan más
OLIVER WELDEN
Vaivenes
Puede
que haya pasado demasiado tiempo,
más que el necesario,
pero estimo necesario esperar todavía
el amaino de la resaca
Para amarrar mi cuerpo
a la roca semisumergida,
cerrar los ojos y abrir la boca
y esperar, nuevamente,
a que suba del todo la marea.
TITO VALENZUELA
Sabotaje
1
después
de pintar la ciudad
de Santiago del nuevo extremo de negro
proceder a converger las señales del tráfico
hacia el centro de la fosa común
es probable que la luz se haga de nuevo
nunca se sabe
IGNACIO VERDUGO CAVADA
El Copihue rojo
Soy
una chispa de fuego
que del bosque en los abrojos
abro mis pétalos rojos
en el nocturno sosiego.
Soy
la flor que me despliego
junto a las rucas indianas;
las que, al surgir las mañanas,
en mis noches soñolientas
guardo en mis hojas sangrientas
las lágrimas araucanas.
Nací
una tarde serena
de un rayo de sol ardiente
que amó la sombra doliente
de la montaña chilena.
Yo
ensangrenté la cadena
que el indio despedazó,
la que de llanto cubrió
la nieve cordillerana;
yo
soy la sangre araucana
que de dolor floreció.
Hoy
el fuego y la ambición
arrasan rucas y ranchos;
cuelga la flor de sus ganchos
como flor de maldición.
Y
voy con honda aflicción
a sepultar mi pesar
en la selva secular,
donde mis pumas rugieran,
donde mis indios me esperan
para ayudarme a llorar!…
