sábado, 22 de mayo de 2021


 

ROLANDO COSTA

 


 

La torre

 


Un viento fuerte y poderoso golpea y estremece los cristales luminosos de las ventanas. Invade la habitación y derriba sus puertas. Ha penetrado en todo el castillo. En su centro se agolpa y retrae —los habitantes, atónitos, abren sus ojos violentos y respiran el terror que les devuelve a la vida un instante. Silencio. El viento se adentra en sí mismo sorprendido cada vez más de su poderío, y expande su potencia con el grito terrible de un ángel. El castillo estalla en pedazos y nace el fuego, que crece y se propaga en llamaradas. El viento, desnudo, se divide en dos vientos… Sólo la torre permanece enhiesta y solitaria…

 

 

DORA GUERRA

 

 

 

Reclamo

 

 

Yo recuerdo que tenía en la mano una espada,
un rayo luminoso;
se me hizo flor distante,
estrellita silvestre,
cuchillo de plata.

 

Pero no era eso lo que yo buscaba
ni con lo que se pueden trasplantar las montañas.

 

Recuerdo que tenía una voz agrandada
y un gesto circular que me rodeaba;
se me hizo cancioncilla,
tenue silbo
y la mano en la falda.

 

Pero no es esto lo que se esperaba
ni con lo que es posible recobrar la esperanza.

 

Yo recuerdo que tenía en los ojos
más llantos que miradas
y el corazón tan hondo que me ahogaba.
Me brotaron las islas donde asirme,
paisajes de frescura,
se me hizo dulce el agua.

 

Pero es la sal la que sazona el mundo,
la que alimenta brasas
y con la que se debe bendecir la palabra.

 

Recuerdo que tenía una blasfemia
de tanto que esperaba.
Me dio miedo el infierno,
humílleme la boca
y me quedé callada.

 

Pero no es el silencio el que fermenta,
el que estremece el cielo,
el que nos salva.

 

Devolvedme mi rayo que desnuda,
mi voz agigantada,
devolvedme mis lágrimas,

 

que quisiera romper en dos el viento,
reedificar el verbo
y lavar a gran agua toda mancha.

 

 

LILIAN SERPAS

 

 

 

4

 


Es un cóndor azul
el avión que te lleva
hasta la Cruz del Sur.

 

De: “Microgramas de niebla”

 

MATILDE ELENA LÓPEZ

 

 


Estoy en paz contigo

 

 

Ahora sí
puedo ver el fantasma del azogue
y romper el espejo.
Puedo en la multitud
mirar tu rostro
sin ese galopar
entre las venas.

 

Y sin embargo,
tú presientes mis pasos
por esa leve huella
del pájaro en la fronda.

 

Desde allí
puedo sentir tu sobresalto
y ese gesto azorado.

 

¿Cómo negar
la identidad que llevas en tu ser
y que me pertenece?
¿Y cómo desoír
esa invisible voz
que se quedó vibrando en tus ramajes?

 

¿Cómo olvidar el sueño
que busca el sol
que le robaron?
Yo estoy en paz contigo.
Mas, a ti te cercan,
oscuros, los daimones.

 

 

ELISA HUEZO PAREDES

 

 

 

Siempre el amor

 

 

¿Qué me dejaste, Amor (que así te llamas)
por cada ampolla que me dio tu hoguera?
¿Qué me dejaste, pues, sino tus llamas?:
voraces pasan y dañando quedan.
Y quemabas…
Y aún quemas…
Y como arde tu abrazo como brasa;
y cómo duele si se va tu llama
y cómo escueces si se crece el fuego.
¿Que me dejaste, Amor? pues me dejaste
que me quemara como paja al fuego.

 

Una fogata fue el Amor, destello
que hizo prender la flama al abrazarte:
y cómo arde tu brasa…
y que ardoroso empeño
por apagar la llama
¡por encender el fuego!

 

 

FRANCISCO RUIZ UDIEL

 

 


Alguien quiere denunciar

A Imelia

 

 

La infancia de Andrés
huele a dolor en mal estado.
Crece y es memoria sepia
como cuerpo quemado
dice y cuenta cómo lo encerraron en un baño
veinte y cuatro horas desnudo
de la vez que lo arrodillaron otra vez desnudo
naked, no nude
otra vez desnudo
de la vez que le pusieron
las manos a dos centímetros del fuego
con el pretexto de hurgar verdades.

 

Esta vez no fue desnudo
vestía de odio con lengua
despellejada en rabia.