miércoles, 21 de marzo de 2018


WILLIAM BUTLER YEATS





¿Y ahora qué?



En la escuela imaginaron sus camaradas preferidos
que él llegaría a ser hombre famoso;
y él lo mismo pensó y vivió en esa idea,
sus veinte años repletos de trabajos:
«¿Y, ahora, qué? -cantaba el espectro de Platón-. ¿Y, ahora, que?»

Todo lo que escribía se leía,
y años más tarde ganó
dinero suficiente para lo necesario,
amigos que en verdad fueron amigos;
«¿Y, ahora, qué? -cantaba el espectro de Platón-. ¿Y, ahora, que?»

Sus sueños más felices se realizaron
-una vieja casita, mujer, hija e hijo,
y un terreno donde crecían el repollo y el ciruelo-,
y poetas e ingenios congregaba;
«¿Y, ahora, qué? -cantaba el espectro de Platón-. ¿Y, ahora, que?»

«El trabajo está hecho -pensó ya viejo-
de acuerdo con mi plan juvenil;
y que rabien los necios, en nada me aparté de ese orden,
algo que se llevó a la perfección»;
mas cantaba el espectro aún más alto: «¿y, ahora, qué?».


Versión de Enrique Caracciolo Trejo
 

WENDY GUERRA





Mamá está en el balcón



Una vez estuve enamorada.
Era un muchacho dulce,
tenía las orejas pálidas y llenas
de unas pecas que me provocaban erizamientos.
Entonces también yo era adolescente.
De esto hace mucho tiempo.
Su rostro no aparece
en los rasgos de mis hijos.
Su foto no está en el albúm familiar
y nadie lo recuerda en la mesa.
No hay una sola taza
en la que haya puesto sus labios.
No obstante
cuando los míos se acomodan
frente al televisor
acude a la baranda
y sus manos
rozan con un poco de horror las mías
que ya no son hermosas.


ESTHER DE CACERES





La noche



I

Un alto mar de sombra ya invadió todo el Aire,
y en el gran sueño oscuro
relucen, solitarios,
los vastos ébanos con que el Amor talla
arcas insomnes de secretos pianos.

Bajo la noche
busco antiguas estatuas.
Exploro el hondo bosque donde el Recuerdo posa
su extraña mano de cautela y llama.
¿Son mis desconocidas gacelas ya dormidas
o son lentos follajes?
¿Es una cabellera perdida entre los tréboles
en la extensa morada de fragancias del Aire?

¡ Soy yo, soy yo, yo misma
perdida entre los árboles,
sola entre oscuros árboles!

Soy yo, soy yo, yo misma
en cristal apagado
y dormidos esmaltes!

Dejo el bosque secreto, dejo el jardín sin cisnes;
atravieso los muros invisibles del Aire,
y ya estoy en el ámbito
de la gran noche sola!
-Alguna de mis muertes se ha quedado llorándome!


II

Vienen las Soledades y juntas contemplamos:
Ya no hay más que la Noche
¡una gran flor de sombra
quieta bajo el rocío!
¡La Noche y yo -¡su llanto!-

Hasta que se despierta
la oscura flor... ¡Ya se truecan las lámparas!
¡Ya un aire de gacelas
se acerca a despertarme!
¡Los mares del Día cantan!


VILMA REYES DÍAZ





Amanecí



Amanecí
con la sensación de tus manos en mi cintura
me estremeciste el alma,
se izaron veredas sobre mis colinas
en mis llanos saturados de guerras continuas
sin artimañas.
Me levanto
con el sigilo de tus dedos enredados en mi cuerpo
y el sorbo del café sobre mi boca
evocando en cada trago
la pureza de tu beso en mis labios.
Una brisa rumorea a mi espalda
nada es cierto
pero me ha dejado un río sonoro de aves
en mis pechos.



MAHMUD DARWISH





El amor me enseña a no amar



El amor me enseña a no amar, a abrir la ventana
al borde del camino. ¿Puedes emerger de la llamada de la albahaca
y partirme en dos: tú y lo que queda de la canción?
Cualquier amor es el amor. En cada amor veo el amor, como muerte de una muerte precedente.
Viento que se afana en impulsar a los caballos, entre nubes y valles, a su madre-viento.
¿No puedes salir del tintineo de mi sangre para que acune este ardiente deseo,
para que aparte a las abejas de los pétalos de la rosa contagiosa?
Cualquier amor es el amor. Me pregunta: ¿cómo ha vuelto el vino a su madre y se ha quemado?
¡Qué dulce es el amor cuando atormenta y destruye al narciso del deseo!
El amor me enseña a no amar y me deja a merced de las hojas.


De: “Menos rosas”


Versión de María Luisa Prieto


HILARION CABRISAS





¡Sólo entonces sabrás cuánto de quise!



Cuando yo muera... -ha de llegarme el día
antes que a ti- al cerrar mis ojos yertos,
piensa que si aún hay vida entre los muertos,
te seguiré queriendo todavía.

En mi ansiedad suprema de agonía,
mis labios secos, torpes y entreabiertos,
aun sin calor, se moverán inciertos
por balbucear tu nombre, amada mía.

Ése será tu triunfo. En esa hora
tú, de mi vida absurda embrujadora,
sabrás, al fin, cuánto te amé y sufrí...

Y dirás: "A las otras mintió amores;
pero ninguna le causó dolores
de amor, porque no amaba sino a mí..."