jueves, 19 de noviembre de 2020


 

LUIS ZALAMEA BORDA

 

 

 

Viajera




Duendecilla encantada, surgida de los bosques y el ayer:
me invitas a la fuga. Tenemos que viajar. No importa a dónde sea.
En el vagar hay ansiedad, a veces miel... y siempre espera.
Tuya la miel y la ansiedad. Y yo la espera y el temblor.

Déjame que sueñe, duendecilla: llegarías de incógnita viajera
como surgida de algún rincón de ala transparente
con tu pasaporte sellado de carmín, huellas de soledad... y ojeras.
Y tu equipaje de pesadumbre y caricias inéditas.

Si pudieras viajar hasta mí de polizón entre los vientos,
te esperaría, siempre te esperaría con las venas alzadas,
al final de algún banco prohibido de ostras celestiales
como huérfano huracán en busca de su vértice y su aya.
Llegarías vestida con el salobre raso de tus poros,
a proa el agresivo andamio de tus senos  (¡Ah suave territoriol)
mientras que del andar de tus caderas somnolientas
desearan los querubes imitar sones, hélices y piruetas.

Viajera eterna. Inconforme quelonia. Luciérnaga andariega.
Te esperaré, siempre te esperaré con el ancla levada.
Allí, en la bahía escondida de nuestro firmamento.
No me dejes tan solo ni tardes en tu viaje. Ven a nuestra nube parcelada.

 

 

FERNADO CHARRY LARA

 

 

 

Madrugada

  

 

Ciudad de los adioses, invernal, cilo gris
donde la hora impalpable amanece
con un monótono color ya repetido.
Hay quien intenta, junto a los muros
de sus turbias esquinas silenciosas,
descubrir la hermosura secreta por el aire
ante la madrugada en el recuerdo
de un día que no ha sido.

Así, un momento, ligera, alada
te vi en embeleso cruzar.
Déja que la memoria reviva en llamas.
Ahora, mientras mi mano escribe,
o entonces, cuando
el amanecer sobre tu imagen era
no si de realidad o beso, sino de luz, sino de sueño.

Si en otra lívida alborada atravesaras
un nuevo escalofrío,
si regresaras en otra claridad desierta,
tú misma, cuerpo o ráfaga desnuda
de otro espacio no mío, cálido y solar.
Borrosas calles y llovizna oscura.
Nada sino mi sed, mi desvelo,
nadie sino la voz del entresueño,
nada, final, sino
un eterno encantamiento frío:
terror que lentamente
se entreabre, gesto, belleza cruel
que pasa apenas, fugitiva, sólo al lado un instante,
por entre los adioses,
oh tánta luz en nubes de otro invisible mundo.

De: "Los adioses"

CARLOS LOPEZ NARVAEZ

 

 

 

La canción secreta




-¿En qué fondo de sueño vi tu gloria ?
-¿A qué prodigio tu poder me encumbra,
     oh mansión ilusoria,
alto amor que traspasas la memoria,
llama sin leño, sol de mi penumbra?

Sin saber en qué ayer, en qué ribera,
en qué antro, en qué valle o en qué nube
     se abrió tu primavera;
sin descubrir jamás dónde te hube,
alto amor, claro amor, haz que yo muera.

Cuando se rompa el plácido espejismo
y del instante la dorada venda
     se desprenda al abismo;
cuando todo se fugue de mí mismo
y al insondable vórtice descienda,
un nombre, un rostro, le darán al mundo
la luz y el canto en plenitud secreta,
y encenderá tu corazón profundo,
     ¡oh cautivo errabundo!
la tarde entre sus manos de violeta.

 

ROQUE ESTEBAN SCARPA

 

 

 

En sangre ando, sangrando y sin testigo

 

 

En sangre ando, sangrando y sin testigo,
pues el amor que hería mi costado,
que hería y no quería desolado
morir sin mí, más no vivir conmigo,
ese huracán de amor a quien yo sigo
huyendo de su voz y fatigado,
ese silbo de hoz que me ha segado
lo que quiero decir y que no digo,
ese amor que maltrata y no me trata,
esa máscara de ausencia en mi sentido,
ese lazo que coge y que no ata,
vencedor me declara y no vencido,
inmortal ya me tiene aunque me mata,
amante siempre y para siempre herido.

 

OSIP MANDELSTAM

 

 

 

¿Qué calle es ésta?

 


 

La calle Mandelstam.

Qué apellido más espantoso:

Si no lo aireas

Suena curvo y no recto.

 

Poco en él es lineal

Más bien de carácter sombrío

Y es por eso que esta calle

O, mejor, este foso

Lleva el nombre

De ese tal Mandelstam.

 

 

DINA POSADA

 

 

 

Atrapada

 



Amarte
es condenar mi egoísmo
a cadena perpetua

es sentir la vida
como apuesta ganada

amarte
es llevar en bandolera
el carnoso instante que me das
cuando comulgas con mi cuerpo