domingo, 1 de enero de 2023


 

ALEXIS ROMERO

 


 

saldo de mí

indagué sobre qué diosa o dios
preferiblemente ni griego ni romano
representaba la ternura
con la intención de hacer lo que no hago
orar para pedir

que insuflaran verbos de seguridades primeras
para poder escribir versos sin los presentimientos
de los muros que se saben fortalezas o murallas
por poco tiempo

probablemente amanezcas con esto
pero dirás vocablos que sólo tú pronuncias
para vaciar de impurezas la boca que nombrará
a los tuyos salidos de mí
cuando pidas a los dioses que alojé en nuestra casa
que le dicten verbos antiguos a la flor
porque es saldo de mí
esta bendición ajena
 
  

De: “La inclinación” 

 

MARÍA ANGÉLICA MORENO

   

 

A Félix

 


En esta casa de piedras,
cada domingo trato de ponerle orden a mi vida.

Siempre suelo comenzar por mis libros:
los limpio con un trapito decolorado,
los abrazo,
los huelo,
releo sus páginas
y mis dedos se enredan entre ojeada
tras ojeada.

Para evitarme complicaciones,
los ordeno en tres categorías:
Leídos, No leídos y Para regalar.

Por cuestiones de espacio
y tendencias obsesivo-compulsivas,
me es necesario hacerlo de esta manera.
La semana pasada,
encontré un libro de Khalil Gibran
que me regalaste hace siete años.
Estaba lleno de anotaciones,
y de inmediato supe que era tuyo
porque no soy de escribir sobre los libros.

Leí todas tus notas,
observaba tu letra temblorosa en tinta azul
(escrita con un Kilométrico
Paper Mate, quizás)
y te imaginé escribiendo
en medio del calorón asfixiante
típico de la casa de la abuela,
mientras las gotas de sudor bajaban a carreras
para ver quién llegaba primero
hasta tu cuello arrugado.
Al terminar de leer tus anotaciones,
me quedé sonriendo con la misma ternura
de cuando en mi infancia
te fastidiaba cada vez que pintabas
las paredes aguamarinas
en el apartamento de Parque Aragua,
¿te acuerdas?
O cuando por las tardes de junio
te escuchaba hablar
y coincidíamos en lo de estar locos de atar
por decir la verdad.
Entonces,
agarré el libro
y creé la cuarta categoría
de “No regalar”.

Después de todo,
fue lo único que le dejaste a esta tonta,
quien —inútilmente—
cada domingo
sigue tratando de ponerle orden
a su vida.

 
 

IGOR BARRETO

 

 

Hombre basura

 

 

Por la calle
ellos (los del Aseo Urbano) recogían:
pilas,
pirámides,
verdaderos muros
de bolsas negras de plástico
que se rompían y desunían
y la basura
era juntada de nuevo
y arrojada al interior del camión
que se la tragaba
llevándola a una prehistoria
futura.
Yo los vi tomar un bulto
tan pesado,
tan pesado,
que dos de Ellos
tuvieron que halarlo por los extremos.
Pero… lo que vi realmente
era que trataban de poner en pie a un amigo.
Porque el camión blanco y mugriento de la basura
no espera.
La basura
está hecha de un presente que no espera.
  
 

De: “El Muro de Mandelshtam”

 

 

IDA GRAMCKO

 

 

 

Lugar, lugar estable y cotidiano;

todo capaz bajo su gran conquista,
todo lineal bajo su terso rayo,
desde el perro hasta el sol como una chispa.
 
 
 

NUNO JÚDICE

   

 

Sinfonía para una noche y algunos perros



De noche, un perro empieza a ladrar, y
después de él, todos los perros de la noche
se ponen a ladrar. Después, el primer
perro se calla. Poco a poco, los demás
también se callan, hasta que el silencio
se instala, como antes de que ladrara
el primer perro. De noche, no es
posible saber por qué ladra un perro,
si no lo estamos viendo. Tal vez porque
alguien pasó detrás de un
muro; tal vez por culpa de un gato (esas
sombras que huyen por las puertas).
No es necesario encontrar razones concretas
para justificar la noche de todos los
perros; mas es verdad que un perro, cuando
ladra y despierta a los otros perros, despierta
a la propia noche, a sus fantasmas, y
nos obliga a mirar, por la ventana, lo que
no se puede ver, es decir, el centro de la
noche, el negro motor del mundo.
 
 

Versión de Blanca Luz Pulido
 

EDDA ARMAS

 

  

Si al nardo se lo lleva la luz

(Con mi Ely)

 

Hay una luz en la cabecera de la cama
fuerza cegadora que interroga

—le dije a la muerte
que nada tengo para ti—

a la hora en que despierto inquieta
interrogante
suspendida
entre el sueño y la noche

contando los segundos
porque otros no habrá
si al nardo se lo lleva la luz.

   

De: “Toma las simple por el tallo”