domingo, 13 de diciembre de 2020

NIKOLAI GUMILIOV

 


 

 

Me he burlado de mí mismo...

 

 


Me he burlado de mí mismo
Me he engañado
Al pensar que en el mundo
Podría haber algo mejor que tú. 

Vestida con tu ropa blanca 
como el pelo de una diosa antigua 
Sostienes una esfera cristalina 
Entre tus dedos transparentes y tiernos 

Y todos los océanos, todas las montañas,
Los arcángeles, la gente, las flores,
Todo se refleja
En tus ojos juveniles y diáfanos.

Es extraño pensar que en el mundo
Pueda haber algo mejor que tú.
Quizás yo no sea más que una canción
Inventándote en las noches insomnes.

Llevas tanta luz sobre tus hombros
Una luz tan cegadora
Que se forman largas llamas
Como dos alas doradas.

  

Agosto de 1921


Versión de Jorge Bustamante García

 

WILLIAM BLAKE

 


 

 

El viajero mental

 


 

He viajado a través de un país de hombres,
un país de hombres y también de mujeres,
y he oído y visto tan horrendas cosas 
como nunca los caminantes de la fría Tierra han conocido.

Porque allí nace en la alegría el niño
que en el atroz dolor fue concebido,
tal como en la alegría cosechamos el fruto
que fue sembrado en lágrimas amargas.

Y si el recién nacido es un varón,
es entregado a una mujer anciana
que lo clava tendido en una roca
y en copas de oro coge sus lamentos.

Con espinas de hierro cierne su cabeza,
y agujerea sus pies y sus manos,
corta su corazón y lo desprende
para hacerle sentir calor y frío.

 

Sus dedos enumeran cada nervio 
como un avaro contando su oro, 
y de lamentos y gritos se nutre, 
y él envejece, y ella se hace joven. 

Hasta que convertido en un joven sangriento,
y ella mudada en espléndida virgen, 
destroza sus cadenas, y la amarra 
a ella a la Tierra para su placer. 

Se planta él mismo en lo nervios de ella 
como un labriego planta en su terreno,
y ella se convierte en su morada
y en jardín que le rinde setenta veces frutos.

Pronto se torna envejecida sombra
vagando alrededor de una cabaña terrestre,
llena de pedrerías y de oro
que ganó su trabajo.

Y éstas son las pedrerías del alma humana,
los rubíes y las perlas de un ojo enfermo de amor,
el oro innumerable del corazón que sufre,
el gemido del mártir y el suspiro del enamorado.

Son su alimento y su bebida,
mantiene a los mendigos y a lo pobres,
y para el caminante en viaje siempre
su puerta permanece abierta.

 

Su pena es alegría eterna en ellos;
hacen resonar los techos y los muros
hasta que de la lumbre del hogar
una pequeñuela emerge de pronto.

De fuego sólido ella es,
y pedrerías y oro, en tal manera
que nadie osa tocar su infantil forma
o envolverla en pañales.

Pero ella llega donde el que ama,
joven o viejo o rico o pobre;
muy pronto expulsan al anciano huésped
que se va mendigando por puertas ajenas.

Va llorando errante, muy lejos,
hasta que alguien admita hospedarle,
a menudo ciego por la edad, desesperado,
hasta que puede ganar una doncella.

Y para consolar su edad helada
en sus brazos la toma el pobre hombre.
La cabaña desaparece de su vista
y también el jardín con sus dulces encantos.

Los huéspedes están esparcidos por toda la región,
porque el ojo alterado altera todo.
Los sentidos se enrollan en sí mismos, con miedo,
y la Tierra plana se convierte en una pelota.

Las estrellas, el Sol, la Luna, todo huye.
Un vasto desierto sin límites,
y no queda nada de comer o beber,
y alrededor sólo el desierto oscuro.

La miel de sus labios de niña,
el pan y el vino de su dulce sonrisa,
el juego desordenado de su ojo vagabundo
a una ilusoria infancia le conducen.

Porque a medida que come y bebe se transforma
haciéndose más joven cada día,
y ambos, en el salvaje desierto
van errantes llenos de terror y congoja.

Ella huye como cierva salvaje,
su temor planta muchos matorrales salvajes,
mientras él la persigue de noche y de día,
por artificios de amor conducido.

Por artificios de amor y de odio
hasta que el salvaje desierto entero está plantado
con laberintos de díscolo amor
donde vagan el león, el lobo y el oso,

hasta que él se convierte en un díscolo niño
y ella en una llorosa mujer envejecida.
Van a vagar allí, entonces, muchos enamorados.
El Sol y las estrellas aproximan su curso.

Dulce éxtasis los árboles producen
para todos los que vagan en el desierto,
hasta que más de una ciudad allí es alzada
y más de una agradable cabaña de pastor.

Pero cuando hallan al colérico niño
el terror cunde en la extensa región:
gritan ¡El niño, el niño ha nacido!
y huyen en todas direcciones.

Porque hasta la raíz se seca el brazo
de aquel que osó tocar la colérica forma: 
osos, leones, lobos, todos huyen aullando, 
y todo árbol arroja sus frutos.

Y nadie puede tocar esa forma colérica
a menos que lo haga una mujer anciana.
Ella al niño tendido clava sobre la Tierra
y todo pasa como ya lo he dicho.

 


Versión de Luis Oyarzún

 

 

ANA PELAYO

 

 

 

Mar de septiembre

 



Hoy el mar está solo,
como un enemigo insistente,
se acerca y chupa la arena,
malvadamente.

Como un ave de presa
las mojadas olas vigilan
los bordes metálicos de
un mar desconocido.

Protegiendo su profundidad,
extendiéndose su oscuridad,
como una amenaza,
sobre la arena
en forma
de un viento invisible.

 

 

WILLS AMA

 

 


 

Yo soy la tierra

 


 

Yo soy la tierra,
la única, la auténtica
la dueña de todo el presente
la memoria de todo el pasado
la que estuvo antes de ti,
la que estará cuando te vayas
porque yo soy la única, la auténtica
la inigualable, yo soy la tierra.

 

 

RICARDO HERNÁNDEZ PEREIRA

 

 

 

Es difícil correr todavía detrás de los fantasmas

 

 


Es difícil correr todavía detrás de los fantasmas

Es como correr en el aire

y sentir el peso de los años oxidándose entre el pecho

y las entrañas de la culpa

Es como intentar llorar

cuando el llanto se te ha cuajado en amaneceres

y uno es solo una bolita rota

al fondo de un tarro mágico de cristal.

 

 

CARLOS CAÑAS

 

 


Poema

 

 

En tu forma está.

(Un cordero danza en la luz).

¡Aire, toma mi mano,
mi voz y mi sonrisa clara!

Llave, pluma,
tomad entera mi camisa.

Llanto, el aro toma,
que la noche
sus frutos madura.

Llanto, el aro toma,
que luego es la luna,
la sombra, los pasos y el cansancio,
y un canto que no cesa de llamarme.

¡Aire, árbol, mi aire toma,
que el dolor no es sólo nombre!