domingo, 17 de octubre de 2021


 

LI QINGZHAO

 


 

Cielo de las perdices
los rayos fríos del sol tristes
trepan la celosía de mi ventana
supongo que las esterculias estarán cargando a cuestas
con el rocío de toda la noche
con la resaca del vino
apetece aún más ese té amargo
abro los ojos
y el perfume Borneol viene a complacerme
el otoño se termina
¡pero los días me parecen tan largos!
aunque la nostalgia de Zhongxuan era más triste aún
mejor dejarse llevar por la ebriedad del buen vino
y no defraudar así a la Flor de Oro que crece en la Barrera del Este

 

 

VICENTE GAOS

 

 

Un cristal



Vidrio de una ventana
entreabierta de julio
Hasta mí que tendido
descanso con cansancio
feliz de sucesivos
tiempos y espacios llega
el verano su soplo
vital cálido... Vidrio
en el que ahora contemplo
reflejadas las casas
fronteras unos árboles
los de esta ciudad mía
al regreso de otras
y otras y otros paisajes
fríos yermos ajenos
Unas casas fronteras
unas ventanas sobre
el cristal de ésta abierta
que me devuelve parte
de mi ciudad ¿La mía?
La mía imaginada
recordada resuelta
ahora en blando reflejo
en deseo y en sueño
de lo que pudo ser
de lo que no es de lo que
me absorbe la mirada
la esperanza tan breve
(Gracias memoria mía
de lo malo aún ya trémula.)
Cansancio julio aquí
tendido calor nada
nada más que un reflejo
equívoco un deslumbre
frágil de sol un poco
de ilusión allá enfrente
Sólo un cristal la vida.

 

REINALDO BUSTILLO

 

  

Soneto decasílabo a un amor inmarcesible

(Acentos en 5 y 9)

 


En todos los tonos diferentes,

que incensarte  con mis versos pueda,

cantará mi voz  en forma leda

con el dejo  azul de las corrientes.

 

En  ondas de luces transparentes

que el amor sus hilos  desenreda,

con  más fina trama que la seda

urdiré  tus velos  resplendentes.

  

En mágica alfombra, los  luceros

llevarán  por todo el universo

tu gracia, en la gracia de mi verso;

  

veloces  cual   rápidos veleros

llegarán al cielo de   primeros

sirviendo a mi musa de refuerzo.

 

 

EFRAÍN BARTOLOMÉ

 


 

Uno ama        es amado…

 

 

Uno ama     Es amado     Saca rosas rojísimas de la piedra más negra

Vive     en resumen    

       Ríe             

Cultiva su jardín en las tinieblas

 

Uno no necesita más que tiempo quemándose a su paso como una hoguera suave

marchando     pues     al ritmo de la sangre

sobre las tardes tibias y empedradas

 

Pero un día conoce la temperatura del deseo

Uno la ama toda la tarde bajo la tempestad

Un día sus labios queman con dulcísimo sol el hombro de uno

Una noche la sueña: cruza con ella ríos inesperados

Uno ya no es el mismo

Mira su rostro en el espejo redondo de su vino:

en el espejo donde uno se disuelve

Se hace pequeño el mundo

Ya no le alcanza el aire

            el día

                la luna de antes

 

Uno despierta un día sobre el lecho de siempre y se encuentra más solo

Uno se pone triste de repente

Uno se ve las manos en la luz: algo les falta

Uno siente sus brazos vacíos     su hombro sin peso

Uno quiere de pronto tener alas

Uno no está con uno en ningún lado

Uno

       ya

            es

                otro.

 

JOSÉ MÁRMOL

 

  

Caballos gigantes de Caucedo

 


El mar, que no tiene memoria, y se ufana en repetirse y repetirse, de ola en ola, de murmurio en murmurio. El mismo siempre, el bellaco de las formas, gimnasta de las cábalas y monstruos de ilusión. El mar como resabio de tantos desengaños. El de los cinco caballos gigantescos, que han sabido enredar la luna entre sus cascos y correr sin moverse, a cielo abierto, por entre las orillas de Caucedo y Guayacanes. Esos caballos de Troya en Mar Caribe, a cuyo trote se hace pradera el horizonte. ¿Quién si no yo mismo, en tus delirios bellos, pudo ir al pescante de la carroza mística, por las nubes tirada y por efebos tristes? ¿Quién si no yo, afirmado en tus rodillas, puede amaestrar las bestias de la tarde, ya rendido y dormitando su demiurgo? El mismo siempre, el de las acrobacias en azul y líneas blancas, el que se traga y devuelve como pompas etéreas los cuerpos hermosos de las niñas en bikinis. El de los mediocres pintores haitianos. El de los cinco caballos gigantescos, que se comen las tripas de los barcos cargueros y rumian sus lamentos a las siete de la tarde. El que se repite y se repite, de ola en ola, de ilusión en ilusión. El mar desmemoriado. El de Juan Dolio y Andrés, el mar, el mar, el mar.

 

De: “Torrente sanguíneo”

 

JAVIER VICEDO ALÓS

 

 


 

 

Sobre la vergüenza

 

Me niego a morir con las botas puestas, con las botas manchadas de asfalto y gentes. Que no sea la muerte una última vergüenza.

Me imagino debilitándome, dejando de sentir el pulso ardiente de las sienes, la luz que beben los ojos cada vez tornándose de un negro más espeso, y en ese último instante, de paso definitivo a la nada, una mujer desagradable y redonda diciendo a otra: “me parece que le ha atropellado un coche”.