jueves, 21 de enero de 2016


YASUI




Los ánsares, –
se comen la cebada, es verdad,
pero que lástima que se vayan.


Traducción: Manzano y Takagi


OMAR SANTOS



  

I



Y todavía miro la tierra para arrepentirme
de mi sombra,
de esos rencores
que tanto me quebraron,
y que demolieron todas
las lámparas del aeda…
Y todavía miro la claridad
que anda en mis manos
como si fuera la criatura
de mi vergüenza,
la edad de esta vocación incapaz,
de este hábito sin corona
que me insulta,
que me dice lo innecesario
del ser cuando
se defiende en el verso.
Tengo cal del remordimiento,
tengo el olor de ese mar
que arrastra los maderos
de nuestra promesa.

Si en ese lado del pozo me escuchas,
si acaso arreglas al espantapájaros,
no me preguntes cuánto del cielo he perdido
o si saldré del sótano para lavarme.
Porque todavía mis ojos no merecen
ni ventana hacia el escándalo del unicornio,
ni colina visitada por halcones y hosannas,
porque todavía bajo la costilla del poeta
hay un golpeteo, un cáncer permanente,
la herida y el tiempo de una mujer.


De: Las criaturas de la negación


IRENE GRUSS



  
Hoja en la tormenta


Un relato no necesita heroínas.
Mónica Tracey


  
No me vengan a hablar de
desolación, una hoja en la tormenta
hoja infante, de quién va
a cubrir a esta hoja –no de papel, no de tinta–
ni hoja pequeñita, desvalida en
la tormenta. Arrecia, arrecia
tempestad, lastima
ya no la raíz, la nervadura,
marca que carga la hoja
como genealogía o simple adorno. No
me vengan a hablar de fortaleza, firme la caída
el vuelo hacia arriba hacia abajo
el concienzudo tocar tierra (ni siquiera
fondo) de la hoja. No me vengan con
el gris dorado verde
de la vida, pavana para una hoja, corcel
que va a salvarla, no me vengan a hablar de
la canción de la intemperie, de que de esto
se trata ni vengan a decir, declinar
en subjuntivo la memoria o la falta,
ni a clamar declamando la hoja se cae por sí sola,
arrecia tempestad, fulmina de una vez
con la luz la electricidad
de un rayo, arde de impaciencia el objeto
aquí tomado, ardería aún más si
algo –un roce– pero no, la hoja
elige no me vengan a hablar
de destino pagar caro el precio la responsabilidad

(largo
invento)
la omnipotente la débil como una
hoja en la tormenta ni mencionen al viril
árbol que muere de pie, ella ha visto caer
árboles hojas sostenerse de la nada desprenderse
ahora sí de la raíz de la razón del sexo
tiemblen ciudadanos, nunca de la historia
el mundo alrededor y ella no en el centro,
quizás en el borde, andar doble filo doble juego
de la hoja
haciendo –mal gerundio– mal y bien
cortó el pan y la carne no me vengan a
hablar de
inocencia, más quisiera la infanta
ni vengan a decir
la perdida o
la que perdió ni
se sufre se sufre demasiado
no vengan a bailarle encima ni a
quitarle el baile, bamboleo embriagador,
faltaba el amor, no me vengan
con el cuento hoja en la
tormenta, arrecia la furia
la iniquidad el asombro no vengan con
que de esto no se habla con que de esto
ni hablar no me vengan con el sol
otra vez y aquí no ha pasado
nada la nada la trascendencia lo que queda es la obra,
el devenir circunstancia causa-efecto ensayo-error
de la hoja
qué le pasa qué pretende
por qué no lo consigue no me vengan
a hablar no me vengan a hablar
la hoja es
una hoja, suave
objeto, tema
con tormenta.


DIANA DEL ÁNGEL



  
Viejo bajo el sol




Él no se imagina cómo se alarga el tiempo
cuando acarrea penosamente
fierros y botes a un lado de la obra,
Los albañiles jóvenes, a golpe de pico y pala,
no paran de horadar el viejo pavimento.
El polvo que levantan con su trabajo
se cuela por el pantalón roto
y curte la piel de su cuerpo pétreo.
Se distraen pensando en el baile del sábado
en las muchachas de duros muslos
con su olor a tierra y agua.


Él piensa en que su equipo jugará mañana,
hace años solo pierde,
pero igual beberá una cerveza.
Su cuerpo, alambre retorcido y oxidado,
se tuesta junto a ellos, a la orilla
como un niño no invitado al juego.
Bajo la piel curtida que lo cubre,
aun siente,
la fuerza de su sangre,
que latido a latido, se suma
segundo a segundo, sobrevive
desde hace tantos años.

SUSANA REYES




Camino de Santiago



Quizá volví tantas veces a tus fuertes
y lloré el desencanto de los pasos
que dibujé descalza
Quizá hoy mis venas no comprenden
la razón de desangrarse
la muralla, la calzada, el alcázar
el perfil de tantas vidas marchando dentro.

Tal vez no deba cruzarte de nuevo
o llevarme esta vez la historia a medias
o dejar esta piedra en su origen
y no buscar la cruz que me avasalla o avasallo.

Olvidé quién soy en esta tierra
y mis  pies son cómplices de la búsqueda.
Antes de llegar hube perdido
la paciencia, la humildad, la sencillez.
Aquí aprendí que los caminos
retroceden,
que para saber andarlos
hay que desprender la memoria y las cicatrices del cuerpo
dejar libre el alma
ella sabrá ordenar y recordar.



LUZ MARÍA JIMENÉZ FARO




Arcángel Raziel



Se congregan en ti todas las claves
del Universo, todos los misterios...
En tu libro pusiste por escrito
todo el saber del cielo
y de la tierra.
Su código concreto jamás descifrarán
ni las mas altas jerarquías celestiales.
No sirven ni plegarias ni conjuros
y sólo la fe salva tantos interrogantes.
Tal vez si en sueños tú vinieras
de tu sacro mutismo arrepentido,
revelarme podrías el secreto
de la fugaz belleza de las rosas.



Del poemario: Amados ángeles