I
Y
todavía miro la tierra para arrepentirme
de mi
sombra,
de
esos rencores
que
tanto me quebraron,
y que
demolieron todas
las
lámparas del aeda…
Y
todavía miro la claridad
que
anda en mis manos
como
si fuera la criatura
de mi
vergüenza,
la
edad de esta vocación incapaz,
de
este hábito sin corona
que
me insulta,
que
me dice lo innecesario
del
ser cuando
se
defiende en el verso.
Tengo
cal del remordimiento,
tengo
el olor de ese mar
que
arrastra los maderos
de
nuestra promesa.
Si en
ese lado del pozo me escuchas,
si
acaso arreglas al espantapájaros,
no me
preguntes cuánto del cielo he perdido
o si
saldré del sótano para lavarme.
Porque
todavía mis ojos no merecen
ni
ventana hacia el escándalo del unicornio,
ni
colina visitada por halcones y hosannas,
porque
todavía bajo la costilla del poeta
hay
un golpeteo, un cáncer permanente,
la
herida y el tiempo de una mujer.
De: Las criaturas de la negación
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