jueves, 21 de enero de 2016

OMAR SANTOS



  

I



Y todavía miro la tierra para arrepentirme
de mi sombra,
de esos rencores
que tanto me quebraron,
y que demolieron todas
las lámparas del aeda…
Y todavía miro la claridad
que anda en mis manos
como si fuera la criatura
de mi vergüenza,
la edad de esta vocación incapaz,
de este hábito sin corona
que me insulta,
que me dice lo innecesario
del ser cuando
se defiende en el verso.
Tengo cal del remordimiento,
tengo el olor de ese mar
que arrastra los maderos
de nuestra promesa.

Si en ese lado del pozo me escuchas,
si acaso arreglas al espantapájaros,
no me preguntes cuánto del cielo he perdido
o si saldré del sótano para lavarme.
Porque todavía mis ojos no merecen
ni ventana hacia el escándalo del unicornio,
ni colina visitada por halcones y hosannas,
porque todavía bajo la costilla del poeta
hay un golpeteo, un cáncer permanente,
la herida y el tiempo de una mujer.


De: Las criaturas de la negación


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