"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 19 de septiembre de 2019
SILVIA EUGENIA CASTILLERO
El último nivel de la luz
¿Habrá
algo más allá del último nivel de la luz?
El peligro es la fiera que habita el ocaso,
la perfección deslumbrada.
Tanto clarear reaviva al monstruo:
ese dolor absurdo
cojeando como ciervo herido,
la jauría justo en la explosión del centelleo,
un capitel en medio de la noche
o un arco sin columnas. Así
aparece la fiera
en el polo opuesto de la sombra.
Es el miedo, inmóvil
como instante, como rayo perdido.
La claridad maltrecha,
vapuleada por el sol
—indiferente al tiempo que transcurre.
Canto de cigala los instantes:
cara a cara creen mirar la fluorescencia.
Exceso de sol y la bestia viene.
Quiero tentar sus cuerpos, su carne,
andar por la penumbra
con los sentidos abiertos al sereno:
y conocer la luz del mediodía
donde inviolable vive, supraluminosa
El peligro es la fiera que habita el ocaso,
la perfección deslumbrada.
Tanto clarear reaviva al monstruo:
ese dolor absurdo
cojeando como ciervo herido,
la jauría justo en la explosión del centelleo,
un capitel en medio de la noche
o un arco sin columnas. Así
aparece la fiera
en el polo opuesto de la sombra.
Es el miedo, inmóvil
como instante, como rayo perdido.
La claridad maltrecha,
vapuleada por el sol
—indiferente al tiempo que transcurre.
Canto de cigala los instantes:
cara a cara creen mirar la fluorescencia.
Exceso de sol y la bestia viene.
Quiero tentar sus cuerpos, su carne,
andar por la penumbra
con los sentidos abiertos al sereno:
y conocer la luz del mediodía
donde inviolable vive, supraluminosa
VÍCTOR MANUEL MENDIOLA
Chapultepec
Me
levantaba muy temprano para
correr
—por media hora— en la alameda
del
bosque de Chapultepec. Me queda
en
el memoria la presión tan clara
del
trote cuando entraba en la arboleda
y
la ola del verdor contra la cara
me
divertía como si saltara
a
otra velocidad sobre la rueda
inmóvil
de las cosas: el sonido
del
aire, el golpe de mi propio impulso,
la
sangre divirtiéndose en los ojos.
Realizaba
sediento el recorrido:
manos
sudadas y agitado pulso
y,
desde luego, los cachetes rojos.
SERGIO BRICEÑO
Adolescencia
Tienen
aire de garduñas
en
un pobo.
Quitan
de los pulmones
la
respiración
y
del pecho el latido.
O
de la sien el eco de la sangre.
Tienen
cuarenta pechos
en
apenas dos.
En
su cintura hay tábanos.
Cigarras
o avisperos
en
la rendija
que
les pinta el calzón.
Son
baratas si les pides risa
y
costosas si un beso.
Despiden
un aroma picante
Adoran
a los micos
y
me han visto orinar
con
calentura.
Miran
en mi entrepierna
y
se manchan de rojo sus mejillas.
LUCIAN BLAGA
Orilla del mar
Viñas rojas,
viñas verdes ahogan las casas bajo salvajes tallos
poderosos, como pólipos
que apretasen en sus brazos una víctima.
El sol saliendo limpia de sangre en el mar
las lanzas con que mató rápido a la noche
como una fiera.
Yo
me quedo en la orilla -mi alma está lejos de su casa.
Se ha perdido por un sendero sin fin y no encuentra
el camino para volver.
JORGE EDUARDO EIELSON
Te he buscado, Tesoro,
he cavado en las noches profundas.
Rainer Maria Rilke
Amo cierta sombra y cierta luz que muy juntas, creo yo, azulan
Las casas profundas de los muertos, amo la llama
Y el cabo de la sangre, porque juntas son el mundo
Y hacen de mí un muro que separa la noche del día.
He visto los rojos campos labrados por el cielo azul,
La antigua naturaleza desflecada y húmeda
De vino, de rocío, mortalmente hecha con racimos
De amor, tal un lecho donde ardiera lo deseado,
Pero debajo de todo, siempre despierta, un agua pura
Pensando por nosotros contra un árbol de dolor.
Y las cosas cuya última luciérnaga ha volado
Con nuestro último sueño, que tienen todavía, como un templo
Majestuoso, el gran consuelo de su polvo donde nada
Ni nadie ha osado penetrar sino los muertos.
Amo todavía aquello que habla lejos, como los astros
De terciopelo, al oído del viento, aun las rosas y la luz
Y todo lo que igual a una plaga, inextinguible pero real
Transcurre entre los hombres y agita su plumaje.
Fosforescencia, día esmeralda de las tumbas,
Sólo tus ojos adivino adorados por lagartos y raíces,
Y tras de ellos casas y crepúsculos, altas montañas
Destronadas contra cielos de nieve en un soplo;
Todo bajo el musgo de sus ojos, blanco Amante,
De cuyo seno mana una leche antigua a cada fruto.
Yo amo por ello este hundido bosque, de brillantes hojas
Donde reposa, inmemorial, el Gran Sol de los Tiempos.
De: "Reinos"
GALVARINO PLAZA
Poemas eromáticos / ii parte (ii)
Toda tu presencia / insoslayables cielos
vacíos / hondo vuelo
del grito alejándose de sus deslumbradas escamas / Tu cuerpo
se curva en-
Volviendo al cerrado diálogo entre dos sombras:
quemados filos lentamente nudo, insospechado ruido que pre-
Cede al derrumbe / Añorada víspera:
("una de las divisiones
que para el día establecieron los romanos, y que correspon-
día al crepúsculo de la tarde")
sin frutos ni alejado dulce sitio,
zarpazo, último y sin vuelta de la tuerca que el llanto ahoga.
del grito alejándose de sus deslumbradas escamas / Tu cuerpo
se curva en-
Volviendo al cerrado diálogo entre dos sombras:
quemados filos lentamente nudo, insospechado ruido que pre-
Cede al derrumbe / Añorada víspera:
("una de las divisiones
que para el día establecieron los romanos, y que correspon-
día al crepúsculo de la tarde")
sin frutos ni alejado dulce sitio,
zarpazo, último y sin vuelta de la tuerca que el llanto ahoga.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)