sábado, 17 de julio de 2021


 

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN

 


 

La calle del agujero en la media

 

 

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad

y la mujer que amo con una boina azul.

Una calle que nadie conoce ni transita.

Yo conozco la música de un barracón de feria,

barquitos en botella y humo en el horizonte.

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.

 

Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar

ni los labios sesgados sobre un viejo cantar

ni el affiche gastado del grotesco armazón

telaraña del mundo para mi corazón.

Ni las luces que siempre se van con otros hombres

de rodillas desnudas y de brazo tendidos.

Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños

que acarician de noche a los niños queridos.

Tenía el resplandor de una felicidad

Y veía mi rostro fijado en las vidrieras

Y en un lugar del mundo era un hombre feliz.

 

¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios

y muñecas de trapo con alegres bonetes

y soldaditos juntos marchando en la mañana

y carros de verdura con colores alegres?

Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera

y mi alma tan lejana y tan cerca de mí

y riendo de la muerte y de la suerte y

feliz como una rama de viento de primavera.

 

El ciego está cantando. Te digo, amo la guerra.

Esto es simple, querida, como el globo de luz

del hotel en que vives. Yo subo la escalera

y la música viene a mi lado, la música.

Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda.

Alegres en lo alto de una calle cualquiera,

alegres las campanas con una nueva voz.

Tú crees todavía en la revolución

y por el agujero que coses en la media

sale el sol y se llena todo el cuarto de sol.

 

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,

una calle que nadie conoce ni transita.

Sólo yo voy por ella con mi dolor desnudo,

sólo con el recuerdo de una mujer querida.

Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.

Decir: Yo he conocido, es decir: Algo ha muerto.

 

JOSEFINA DE LA TORRE

 

 

 

Tú en el alto balcón...

 

 

Tú en el alto balcón de tu silencio,

yo en la barca sin rumbo de mi daño,

los dos perdidos por igual camino,

tú esperando mi voz y yo esperando.

 

Esclavo tú del horizonte inútil,

encadenada yo de mi pasado.

Ni silueta de nave en tu pupila,

ni brújula y timón para mis brazos.

 

En pie en el alto barandal marino

tú aguardarías mi llegada en vano.

yo habría de llegar sobre la espuma

en el amanecer de un día blanco.

 

Pero el alto balcón de tu silencio

olvidó la señal para mi barco.

Y me perdí en la niebla de tu encuentro

–como un pájaro ciego– por los años.

 

 

ABDUL HADI SADOUN

 

 

 

21

 


El que está arriba
sin nombre determinado;

 

El que está abajo
sin nombre visible.

 

Cuadrículas de luz
no más.
Un estómago
para revelar
el deseo
dilatado
hasta
el umbral.

 

 

De: Sencillo equilibrio

 

ITZA TORRES

 

 


 

Psicología

 

 

Estudiar psicología,

para enseñar a superar,

que superar, es triunfar.

Y triunfar te lleva a soñar.

 

 

AGUSTÍN AGUILAR TAGLE

 

 


 

Oda al agave

 

 

Arranca a la tierra su corazón y apaga en sus hijos

la sed del alma.

 

Mano que ruega al cielo, huella y paisaje,

boca multiplicada

(también se aburre de luz en la tarde).

 

Espera la jima,

que roba sin dolor su miel divina.

 

Lengua vegetal del asombro, diván azul,

pedazo de sol

y luego escombro.

 

Tequila, jugo de planta con rostro milenario,

agua de río que se quema,

triunfo mestizo,

teorema.

 

Tener el tiempo, la savia,

la sangre, el agua y el fuego,

de un pasado que nos sostiene

y responde viril a nuestro ruego.

 

 

 

ELVIO ROMERO

 


 

Los ayoreos

 

 

Los ayoreos sueñan con sus bosques,

Con la Tierra—sin—mal que está escondida

Más allá del palmar y el horizonte,

Con el collar de pluma de sus ritos,

Con los misterios hondos de la noche.

 

(El hombre blanco ha impuesto

Su ley en la comarca;

Le desterré a sus dioses,

Le arrebaté sus máscaras,

Su alba de guacamayos,

Sus confines de caza).

 

Los ayoreos sueñan con sus bosques,

Con la iguana que cruza las picadas

Y el caimán que bosteza por los bordes

Del gran río, en las siestas amarillas,

Cuando el calor arrasa con los montes.

 

(El blanco le ha robado

El venado y la calma,

Las antiguas creencias,

La luz antepasada,

La vincha de fulgores

Y la vara de danzas).

 

Los ayoreos sueñan con sus bosques,

Con el panal de fuego del lucero;

Descifran el lenguaje y los colores

De las aves que cruzan el desierto,

De las serpientes en los camalotes.

 

Mientras el blanco trama su emboscada,

Los ayoreos sueñan con sus bosques.